Fundado en 1910
Diego Barceló

Argentina: libertad frente a la estafa inflacionaria

La dirección es clara: libertad para elegir la moneda para ahorrar y firmar contrato. Una libertad que debería ser lo normal en cualquier lugar del mundo

La primera fase del plan económico de Milei fue evitar la hiperinflación a la que se dirigía la Argentina. Solo en diciembre de 2023, los precios al por mayor subieron 54 % (equivale a 17.700 % anual). Eso se logró principalmente mediante un draconiano recorte de gasto público, de forma tal de lograr un superávit fiscal desde el primer mes de gestión (algo que los «expertos» jugaban «imposible»), y la fijación de un tipo de interés negativo en términos reales, para empezar a desactivar la bomba de tiempo que había dejado el kirchnerismo empobrecedor.

Precisamente, la segunda fase del plan fue desactivar por completo esa bomba. Como ya no había nadie dispuesto a prestar al kirchnerismo, el gobierno imprimía dinero para financiar el déficit. Para compensar una parte de esa emisión monetaria, el Banco Central argentino (BCRA) colocaba letras, cuyos intereses se pagaban con más emisión. Una bola de nieve de dimensiones colosales. Esas letras se fueron canjeando por Letras del Tesoro, cuyos intereses se pagan con el superávit fiscal.

Cuando Milei asumió la presidencia, el BCRA tenía reservas negativas por unos USD 11.000 millones y, además, debía cerca de USD 50.000 millones a los importadores, que no podían pagar por esa misma falta de dólares. La deuda con los importadores se fue saldando con diversos instrumentos, lo que permitió una gradual apertura de las importaciones. Al mismo tiempo, se fueron recomponiendo las reservas internacionales.

El reciente acuerdo con el Fondo Monetario Internacional permitió terminar el saneamiento del balance del BCRA y tener reservas netas positivas, sin incrementar la deuda pública total (con el dinero del FMI el Tesoro pagó sus deudas con el BCRA). Al recomponer el balance del BCRA, se dio comienzo a la tercera fase del plan: la «dolarización endógena».

Milei tuvo razón: el tipo de cambio se liberó en abril pasado, los movimientos de capitales también (en una amplísima medida), pero el precio del dólar se mantiene estable en torno a ARS 1.200 por dólar.

Lo más relevante de la etapa actual es que ya empezó el camino hacia la dolarización. Pero no mediante el canje compulsivo de pesos por dólares, a un tipo de cambio arbitrario (cosas que hubieran sido imposiciones estatales incompatibles con la visión libertaria de Milei), sino a través de la libre elección de la gente, que puede comprar y vender dólares sin restricciones al tipo de cambio de mercado.

Se acaba de aprobar una serie de medidas que permite la libre utilización de los dólares acumulados en el «colchón», sin temor a ser perseguidos por el fisco. En lugar de considerar a todos los ciudadanos como evasores fiscales, el Gobierno argentino cambió el foco: los argentinos, al comprar dólares en el mercado informal, se defendían de los abusos del gobierno. Por lo tanto, lejos de perseguirlos, se les permite utilizar sus dólares con libertad. Eso implica la abolición de decenas de formularios y registros que empresas y comerciantes debían enviar a la autoridad tributaria.

Habrá que ver cómo reacciona la gente. Que pueda gastar sus dólares para comprar un auto u otros bienes duraderos, es altamente probable. Que la gente decida usar sus dólares en transacciones cotidianas parece, al menos de momento, más difícil. La reputación del peso es tan baja («excremento», lo llamaba Milei) y la del dólar tan alta, tras décadas de estafas estatales, que la tendencia natural será a gastar primero los pesos y retener los dólares.

Eso puede hacer más lento el proceso, pero la dirección es clara: libertad para elegir la moneda para ahorrar y firmar contratos, que hoy es el dólar, pero mañana podría ser cualquier otra. Una libertad que resguarda a la gente de la estafa inflacionaria y que debería ser lo normal en cualquier lugar del mundo.

Ojalá que estas medidas del gobierno de Milei sean el inicio de una corriente global hacia la supresión del curso forzoso de las monedas monopólicas estatales. Curso forzoso que solo beneficia a los políticos y perjudica a todos los demás.

Diego Barceló Larran es director de Barceló & asociados (@diebarcelo)

comentarios
tracking

Compartir

Herramientas