Un señor mayor camina por una calle de Madrid.
Las reformas de las pensiones han beneficiado a los jubilados con rentas altas y «prácticamente nada» a las más bajas
Fedea constata que las sucesivas reformas han incrementado la riqueza relativa de los pensionistas con mayores ingresos
A pesar de que las sucesivas reformas del sistema se aprobaron para reducir la brecha y garantizar la sostenibilidad, lo cierto es que ni una ni otra se han logrado. Los cambios en las pensiones de las dos últimas décadas han aumentado la riqueza previsional un 20 % para el 25 % más rico, frente a un efecto «prácticamente nulo» para el 25 % más pobre. Además, el sistema sobrevive gracias a las transferencias del Estado, ya que las cotizaciones no son suficientes para cubrir el gasto.
Un reciente estudio de la Fundación de Estudios de Economía Aplicada (Fedea) apunta a que las reformas recientes del sistema de pensiones han incrementado la riqueza en un 10 % para los hombres y un 8 % para las mujeres. Sin embargo, los autores advierten de que este aumento tiene truco, ya que «el cuartil más rico ha experimentado un aumento cercano al 20 %, mientras que el cambio es prácticamente nulo para el cuartil más pobre». Es decir, los beneficios del sistema se concentran en quienes ya partían de una posición más sólida, mientras que los jubilados con pensiones más bajas apenas se han beneficiado de mejoras reales.
Según los autores, las reformas –especialmente las de 2021 y 2023– «han incrementado la riqueza relativa de los jubilados con rentas altas», mientras que el impacto en los pensionistas con ingresos más bajos «ha sido prácticamente nulo». De acuerdo con sus cálculos, el valor de la riqueza social acumulada por las pensiones aumentó un 10 % para los hombres y un 8 % para las mujeres, pero con enormes diferencias: el cuartil más rico vio crecer su patrimonio casi un 20 %, mientras que el más pobre apenas registró cambios.
El informe va más allá del gasto y examina el impacto social de las reformas a través de diferentes dimensiones de salud –funcional, diagnosticada, global, mental y cognitiva– en función del nivel de ingresos, usando microdatos de la encuesta europea Share entre 2004 y 2022.
Los resultados muestran que las desigualdades en salud por nivel de renta persisten, aunque no se amplían. Los jubilados con ingresos altos disfrutan de mejor salud en todos los indicadores, pero la brecha no se ha ensanchado gracias al sistema sanitario universal, que «actúa como un amortiguador frente a las disparidades de renta».
No obstante, el efecto compensador del sistema sanitario no corrige las asimetrías generadas por las pensiones. Según Fedea, las últimas reformas «han incrementado la riqueza social de los grupos más acomodados», mientras que la Ley de Dependencia –más progresiva en su diseño– «ha beneficiado relativamente más a los hogares de renta baja». Ambas fuerzas, apuntan los autores, «podrían haberse compensado parcialmente», evitando un aumento neto de la desigualdad, pero sin lograr reducirla.
Vivir menos y con peor salud
Una de las aportaciones más llamativas del estudio es el indicador de catch-up time, que mide cuántos años de vida saludable separan a los jubilados ricos de los pobres. En 2004, los pensionistas del segundo decil necesitaban más de seis años para alcanzar el mismo nivel de salud funcional que los del noveno decil. En 2021, esa distancia se redujo solo de forma marginal, y las mayores brechas siguen dándose en salud mental y cognitiva.
El informe concluye que las rentas medias han sido las principales beneficiadas por las mejoras en salud, lo que sugiere que las políticas públicas recientes «han favorecido más al centro de la distribución que a los hogares más vulnerables».
El «Gini» de la salud
Para explicar el conjunto de desigualdades, Fedea utiliza un índice de concentración similar al coeficiente Gini. Los valores negativos obtenidos en todos los casos confirman que «la mala salud se concentra entre los pensionistas de menor renta».
Las diferencias apenas han variado en veinte años, pero el índice muestra un empeoramiento reciente en la salud diagnosticada y mental, especialmente tras la pandemia, lo que podría reflejar tanto un aumento de diagnósticos entre rentas altas como una menor atención médica entre los jubilados con menos recursos.