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José María Rotellar

Sánchez muestra los estertores de su mandato, ahogándose en la corrupción y perjudicando a la economía española

Da igual de dónde venga, no es cuestión de colores ni de partidos políticos: toda es lamentable, nociva y nauseabunda

La situación política, derivada de la supuesta corrupción económica que se está investigando y que afecta de lleno a personas investigadas pertenecientes al Gobierno y/o al PSOE cuando supuestamente se produjeron los hechos, coloca a España en una situación desconcertante, con el impacto negativo que tiene en la actividad económica y el empleo.

Son ya dos secretarios de Organización del PSOE, de Pedro Sánchez, los que están o han estado en prisión preventiva, más un asesor que custodiaba sus avales en las primarias. Además, los pagos en metálico por parte del PSOE hacia varios de sus cargos, que está investigando la Audiencia Nacional, confiere a todo un hedor de podredumbre que contamina todo, especialmente, la confianza económica.

Hace meses, varios días después de que su último secretario de organización ingresase en prisión preventiva investigada por corrupción y de que sus tres acompañantes del Peugeout estén siendo investigados por presunta corrupción, el presidente Sánchez, a rastras, fue al Congreso para dar explicaciones, aunque no ha dado ninguna.

Se basó en pedir perdón, en tratar de desviar la atención con el manido «y tú más», en anunciar una serie de medidas de lucha contra la corrupción que son sólo de cara a la galería, y en proclamar que su gobierno es el más limpio que existe de la historia de la democracia, de manera compartida con el de Zapatero, según el peculiar ránking de limpieza inventado por Sánchez.

Ahora, tras la entrada en prisión de Ábalos y Koldo, el Gobierno parece mirar hacia otro lado, llegando a decir que es una estrategia de defensa de los encarcelados o que incluso les había afectado a su criterio, como si esos señores pasasen por allí y no hubiesen tenido nunca nada que ver con los socialistas.

Hay estudios que calculan que el impacto que una corrupción que no sea generalizada podría afectar a medio punto de crecimiento de la economía en el medio y largo plazo (7.000 millones de PIB y entre 15.000 y 20.000 puestos de trabajo)

Esto sólo genera más confusión y más descrédito institucional, que afecta a la economía. Sánchez tiene que asumir responsabilidades porque sus amigos del Peugeot están siendo investigados por presuntos delitos que, de confirmarse, son muy graves, tanto en el fondo, la lacra de la corrupción, como en la forma, tosca y ordinaria, despectiva en muchos casos en algunos comentarios de los audios que han salido a la luz.

Tampoco sirven las medidas propuestas por Sánchez, pues son meramente cosméticas. Parece querer cargar toda la responsabilidad de la corrupción en las empresas; habrá y hay empresas que entran en el círculo de la vomitiva corrupción, pero no puede servir para desviar la atención de la principal responsabilidad, que es la de quienes se dejan corromper. Esas medidas no sirven para mucho, salvo para intentar salvar la cara frente a sus socios y a la sociedad, pero su credibilidad es tan inexistente que ya no le sirven estos ardides. Puede que sus socios se los compren, porque les interesa poder sacarle a Sánchez todo lo que pidan –Rufián llegó a reconocerlo de manera subconsciente–, y puede que buena parte de sus votantes lo acepten, porque les puede el odio a la derecha que ha inoculado este gobierno con su frentismo y su ataque a la concordia que supuso la Constitución, pero creerlo, no lo creerán, porque no hay quien pueda creer el cuento que ha contado Sánchez.

La realidad es otra: la supuesta corrupción asola al Gobierno y lo arrasa, siempre respetando la presunción de inocencia, pero hace pensar que hay una metástasis de corrupción en todo el entorno del presidente Sánchez, lo que es letal para la economía. Es, por sí misma, algo deleznable y moralmente repugnante, que muestra la peor cara de la condición humana, pues se aprovecha del esfuerzo y trabajo de otros. Da igual de dónde venga la corrupción, no es cuestión de colores ni de partidos políticos: toda es lamentable, nociva y nauseabunda.

Hay estudios que calculan que el impacto que una corrupción que no sea generalizada, pero que se sobreentienda como necesaria para lograr ciertos trámites podría afectar a medio punto de crecimiento de la economía en el medio y largo plazo (7.000 millones de PIB y entre 15.000 y 20.000 puestos de trabajo). En caso de volverse creciente, esa corrupción podría llegar a frenar hasta cinco puntos de crecimiento económico (diez veces la cifra anterior), como sucede en muchos países sumidos en la más absoluta de las corrupciones. Y, desgraciadamente, de confirmarse la realidad de las investigaciones de la UCO, esa supuesta corrupción señalada iría camino de un impacto como el segundo caso más que como el primero, siendo ambos negativos.

Sánchez, hoy, muestra los estertores de su mandato, dando lo que los argentinos llaman «manotadas de ahogado», ahogándose en la fosa de corrupción que presuntamente se genera en su entorno más cercano, mientras perjudica a España y a su economía.

(P.D. Quiero expresar mis condolencias a la familia de Alfonso Ussía y a toda la redacción de El Debate. La brillantez de Alfonso Ussía era inigualable. Desde niño lo leía en ABC y en Época y ya no dejé nunca de hacerlo en todos los medios en los que estuvo. Es insustituible. Descanse en paz).

  • José María Rotellar es profesor de Economía y director del Observatorio Económico de la Universidad Francisco de Vitoria.
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