Decoración navideña en el centro de Málaga.
Luces encendidas y cuentas al límite: así llega España a la Navidad del crédito fácil
Lo que ocurre entre mediados de noviembre y mediados de enero impacta directamente en la vida de millones de hogares y en la salud del tejido productivo
Aunque ir de tiendas se ha vuelto menos frecuente, los responsables del comercio –que rehúyen el pesimismo del Grinch– siguen programando a Mariah Carey sin descanso desde el 1 de noviembre hasta el 6 de enero. Más que una costumbre festiva, es la señal de un ciclo clave para el sector, que concentra buena parte de su facturación anual en apenas dos meses. A pesar de la incertidumbre económica marcada el encarecimiento de los costes, la inelasticidad del gasto propio durante estas fiestas sostiene las expectativas de actividad. Y no es un detalle menor: los últimos 31 días del año llegan a representar hasta el 40 % de las ventas de los pequeños negocios.
Todo suele ocurrir alrededor de una mesa, aunque muy especialmente en las fechas actuales. Las Navidades son reencuentros, pausa –o aceleración, según cómo se mire (y se viva)– y tarjetas de crédito a pleno rendimiento. Pese a que los salarios reales han caído alrededor de un 4 % desde 2021, la mitad de los hogares declara que mantendrá el presupuesto destinado a regalos, ocio y celebraciones del año anterior, siendo la alimentación la partida mayoritaria y a la que se destinará, de media, alrededor de 300 euros por persona. Solo un 25 % tendría previsto consumir menos. Aun así, los expertos señalan que casi siete de cada diez españoles dedicarán más tiempo a buscar promociones y descuentos.
El viento sopla a favor y el sector del gran consumo espera cosechar resultados muy positivos este ejercicio. En concreto, EAE Business School calcula un gasto medio de 565 euros por persona (frente a los 499 alcanzados en 2024), aunque con grandes diferencias entre unos bolsillos y otros: un 11 % de la población planea gastar más de 1.000, mientras que el 34 % no llegará a desembolsar 200 euros.
Más allá de esas brechas, el envoltorio de las Pascuas se rediseña de manera generalizada: cada vez hay menos paquetes bajo el árbol y más códigos de reserva. Casi la mitad de los españoles prefiere ya regalar (o autorregalarse) experiencias antes que objetos: los viajes y escapadas rozan el 93 % de las preferencias, la gastronomía convence al 88 % y los planes de ocio cultural y de entretenimiento seducen al 86 %.
La fiebre navideña y el consumismo se mantienen intactos, aunque bajo lógicas y dinámicas muy distintas a las de años atrás: la ropa y el calzado de segunda mano, por ejemplo, arrasa entre los Z. En esta línea, hoy en día, las decisiones de los usuarios están más condicionadas por un algoritmo que por sus propias necesidades, aunque muchos crean que actúan desde la plena libertad (sobre todo si viven en Madrid).
No obstante, la interacción física –particularmente cuando se trata de regalos– sigue siendo un factor relevante para la mitad de la población. Respecto al curso pasado, las ventas y el desembolso en Internet crecerán un 17 % y un 4 %, respectivamente, según la multinacional española Webloyalty. «Prevemos un gasto de 250 euros por individuo en el terreno de eCommerce. La resistencia al mundo online es cada vez menor, convirtiéndose en una cuestión de preferencia personal o limitaciones logísticas, más que una oposición activa al canal», señala el VP General Manager de la misma compañía especializada en soluciones retail, Eduardo Esparza.
Del subidón de compra a la resaca de las cuotas
Los consumidores son sensibles al precio, pero también a la dopamina del propio acto de comprar, que funciona como un analgésico emocional de efecto rápido. En esta línea, un estudio de la marca Miniso confirma que el 73 % compra 'para sentirse bien' y un 45 % solo porque el producto está de moda. En vidas urbanas, aceleradas e hiperconectadas, comprar es una forma de premiarse tras un día productivo. «El consumo mensual destinado a adquisiciones por capricho o de productos que están de moda se sitúa entre 20 y 50 euros en el 41 % de los casos y por debajo de 20 euros en el 29 %. El 7% invertiría más de 100», concreta su marketing manager, Patricia Novillo-Fertrell.
La Navidad –además de poco sostenible por el despliegue de luces– tiene tintes de crueldad en tanto en cuanto multiplica sentimientos de soledad no deseada y evidencia las diferencias de clases. Son días en los que cuesta distinguir entre felicidad y consumo; ¿dónde acaba una y empieza el otro? El mes de diciembre siempre llega con sus efemérides, pero no así el presupuesto en muchas familias que buscan mantener sus tradiciones pese a la pérdida progresiva de capacidad adquisitiva.
Ante este contexto y fruto (o no) de la presión social, se han normalizado fórmulas que estiran el bolsillo. Los hay que prefieren adelantarse y repartir el gasto navideño entre más de una nómina, pero otros, en cambio, acuden a pagos aplazados y financiación. «Existe el riesgo de un apoyo excesivo en el 'crédito fácil'. Es un área que los reguladores y las propias empresas financieras están monitorizando de cerca, ya que podría llevar a un sobreendeudamiento de los hogares si no se gestiona con cautela, especialmente en un periodo de alta presión de consumo como la Navidad», explica Esparza.
Lo que ocurre entre mediados de noviembre y mediados de enero impacta directamente en la vida de millones de hogares y en la salud del tejido productivo
Hablar de gasto navideño no es cosa menor, sino todo lo contrario –«cosa mayor», que diría Mariano Rajoy sobre la cerámica de Talavera–. Lo que ocurre entre mediados de noviembre y mediados de enero impacta directamente en la vida de millones de hogares y en la salud del tejido productivo. La campaña navideña aporta en torno al 1,5 % del consumo privado anual, lo que se traduce en más de 2.000 millones de euros para el PIB y hasta 400.000 empleos temporales.
Este impulso económico tiene, además, otras caras menos visibles: la huella medioambiental del encendido masivo de luces, de la logística asociada a los envíos y del volumen creciente de devoluciones; el aumento de las desigualdades entre quienes pueden mantener intacto el ritual de las fiestas y quienes llegan a diciembre con la cuenta al límite. La época de Santa Claus funciona como un espejo acelerado de la economía: condensa en pocos días las tensiones entre crecimiento, sostenibilidad y cohesión social.
Lo que se compra, cómo se paga y a qué se renuncia, revela un delicado juego de equilibrios entre la necesidad de cuidar las cuentas y el deseo de celebrar, entre proteger el futuro y concederse un respiro en el presente.