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26 de abril de 2024

Vista del pasillo anexo a la biblioteca de la Facultad de Ciencias Políticas en el campus de Somosaguas, perteneciente a la UCM.

Vista del pasillo anexo a la biblioteca de la Facultad de Políticas en el campus de Somosaguas, perteneciente a la UCMRoberto Marbán

En la Facultad de Ciencias Políticas, de la UCM

Insultos a España y vivas a Chávez: así es el 'soviet' de la Complutense donde ha vuelto a dar clase Iglesias

Una riada de estudiantes se baja del autobús que desde Moncloa nos ha traído al campus de Somosaguas. Es jueves, y sus rostros reflejan o bien la pereza de la perspectiva ante una nueva jornada académica o la ilusión por la cercanía del fin de semana. Sorprendentemente, todos ellos se dirigen a las diferentes facultades de alrededor, pero ninguno nos acompaña hasta nuestro destino: la de Ciencias Políticas y Sociología, que queda algo más apartada.
Las pintadas de las paredes del aparcamiento contiguo a este edificio nos hacen de bienvenida y, a su vez, nos anuncian la cercanía de nuestra meta. 'Antifascistas', 'insumisión', 'facultad insumisa y combativa' y otros lemas del estilo indican proximidad a la zona.
Junto a la puerta principal se agolpan, aprovechando el sol de la tarde, varios estudiantes, no muchos, que fuman, charlan y se cambian apuntes. Todos, de estética parecida, parecen mimetizarse con su entorno. Ninguno presta atención al recién llegado.

En el interior

Atravesamos la puerta principal y accedemos al edificio. Un empleado de la Complutense, que atiende tras la ventanilla de la secretaría, muestra un aire distraído. Frente a nosotros, el primer impacto, un cartel amenazante que explica gráficamente quién puede entrar aquí y quiénes no, pese al carácter público de la institución que nos acoge: «Fuera sionistas de la universidad». Es el rechazo de los que parecen querer reinar aquí a una mesa redonda en la que participará, el próximo 8 de febrero, la embajadora de Israel en España, aquí dentro bautizada como la enviada «del apartheid israelí». «La Complu es antifascista y antisionista», le recuerdan.
A la izquierda está el pasillo que conduce a la biblioteca. No hay una sola pared limpia de pintadas, algunas de ellas de dudoso gusto. «Viva (Hugo) Chávez»; «muerte a la policía», «el eje del mal es heteropatriarcal», «si vienes a rezar a mi escuela iremos a pensar a tu iglesia»... y otras tantas. Está hasta la clásica «¡Puta España!». Con ese panorama nos cruzamos con una encargada de la limpieza. Le preguntamos, sorprendidos, si esto es normal. «Desde que llevo trabajando aquí, siempre lo he visto así», nos reconoce, con un semblante resignado. «Yo antes trabajaba en la de Económicas y el cambio que noté la primera vez fue enorme», añade. Antes de despedirse, añade: «Y en la cafetería está peor».
Pasillo lleno de pintadas que conduce a la cafetería en el sótano de la Facultad de CC Políticas

Pasillo lleno de pintadas que conduce a la cafetería en el sótano de la Facultad de CC PolíticasRoberto Marbán

Dicho y hecho. Bajamos al sótano, donde se sitúa el bar. El pasillo que conduce hasta él es desolador. Y eso que la limpiadora nos lo avisó. Las pintadas, los mensajes reivindicativos y con ellos, la suciedad de las paredes, se recrudecen. Los alumnos que nos cruzamos, quizás acostumbrados, parecen no prestarles atención. El lugar tiene un casi único protagonista. El gerente del edificio, al que se le acusa de, entre otros pecados, «ser madridista y votar a UPyD». Por lo menos una pizca de humor entre este panorama sombrío.

En territorio de Pablo Iglesias

Es en este edificio, donde, entre otros, impartían o aún imparten clase Juan Carlos Monedero, Carolina Bescansa, Jorge Verstrynge... Todos ellos fundadores de Podemos. También continúa en pie el cartel del local donde se reunió la asociación Contrapoder, donde Pablo Iglesias dio sus primeros pasos.
Precisamente, esta facultad ha acogido el regreso a la docencia del que fuera secretario general de la formación morada y vicepresidente del Gobierno. Iglesias da los jueves y viernes la asignatura Gobernanza global, del cuarto curso de Relaciones Internacionales.
Ahora estamos en la segunda planta, frente al aula 203. Los alumnos de su materia son pocos, unos cinco o seis, suponemos que al tratarse de una optativa. Esperan fuera, pero cuando intentamos indagar sobre sus impresiones sobre el Iglesias profesor, nos encontramos con una especie de muro de silencio, una impresión que ya habían desprendido otras estancias. «Es que solo llevamos una clase con él», se excusa una chica, «todavía es muy pronto», y ensaya una especie de sonrisa forzada. Por fin, un par de minutos tarde, sobre la hora a la que debería haber dado comienzo, aparece por fin el profesor (asociado) Pablo Iglesias, junto a un acompañante que le esperará fuera. Los alumnos que aún permanecían fuera, entran al aula y él, tras depositar sus cosas en la mesa, regresa a la puerta, que permanecía abierta, y tras echar un vistazo a izquierda y derecha la cierra con firmeza.

Politizar la universidad pública

Desde la virulenta protesta contra Isabel Díaz Ayuso, también en la UCM, tras ser nombrada alumna ilustre en la Facultad de Ciencias de la Información, el debate sobre la politización de las instituciones educativas de carácter público vuelve a estar sobre la mesa.

​El actual ministro de Universidades, Joan Subirats, se ha posicionado en diferentes declaraciones a favor de la politización. «La sociedad no es neutral». El dirigente socialista aboga por que los centros «reflejen la diversidad ideológica de la sociedad».

«La universidad aspira a ser un foro de debate, de discusión y de contraste de ideas, que haya muchas ideologías presentes caracteriza la idea de universidad», comentó en una entrevista.

El problema es que, como hemos comprobado en nuestra visita a Somosaguas, la politización latente de su edificio, más allá de cuestiones estéticas o de decoro, vira siempre hacia un mismo lado. No parece, al menos por el momento, haber espacio para otras ideas.
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