El beneficio de contar con libros impresos en la Educación
Los centros escolares donde se garantiza el acceso universal a libros de texto impresos se reduce la brecha de rendimiento asociada al nivel socioeconómico
En mayo de 2025, junto con Álvaro Choi (Universidad de Barcelona), publicamos el informe titulado '¿Qué impacto tiene disponer de libros impresos en el rendimiento académico?' (ANELE, 2025). En este documento analizamos rigurosamente el papel que desempeñan los libros de texto impresos en el aprendizaje del alumnado y su capacidad para reducir desigualdades educativas. La pregunta que orienta el informe es clara: ¿disponer de libros impresos mejora el rendimiento académico de los estudiantes?
Para responderla, el informe revisa evidencia empírica nacional e internacional comparando el uso del libro de texto impreso frente a otros soportes –como materiales digitales no estructurados, apuntes, o directamente la ausencia de recursos didácticos sistematizados–. El punto de partida es que el libro impreso no es solo un soporte de contenidos, sino una herramienta pedagógica estructurada que organiza el proceso de enseñanza-aprendizaje, facilita la planificación docente, favorece la autonomía del alumno y aporta continuidad en la progresión didáctica.
El informe recoge resultados de investigaciones internacionales que respaldan esta idea. Por ejemplo, en países como Alemania, Austria o Francia, el uso habitual de libros impresos se asocia con mejores resultados en comprensión lectora, tal como muestran los datos de PISA. También se hace referencia a revisiones sistemáticas y metaanálisis recientes, como los de Delgado et al. (2018), Clinton (2019) y Singer & Alexander (2017), que concluyen que leer en papel mejora significativamente la comprensión lectora frente a la lectura en pantalla, especialmente en tareas que requieren reflexión, inferencias o memoria a medio plazo. Estos efectos son más marcados en estudiantes con menor nivel lector o con escasa experiencia lectora.
La explicación de este efecto radica en varios mecanismos. El papel permite una mejor navegación por el texto, una percepción más clara de su estructura, un ritmo de lectura más pausado, y menor distracción. El acto físico de subrayar, pasar páginas y consultar contenidos en papel favorece procesos cognitivos más profundos que el uso de pantallas. En cambio, la lectura digital suele estar asociada a la multitarea, a la dispersión atencional y a una menor retención de la información.
El informe también analiza experiencias nacionales. En España, varios estudios apuntan en la misma dirección. Los centros escolares donde se garantiza el acceso universal a libros de texto impresos se reduce la brecha de rendimiento asociada al nivel socioeconómico. El uso sistemático del libro de texto mejora los resultados en lectura frente a otras prácticas menos estructuradas (apuntes del docente, materiales digitales sin continuidad o recursos dispersos).
Desde un punto de vista pedagógico, el informe destaca que los libros impresos:
• Facilitan la labor docente, al aportar una secuencia didáctica coherente con el currículo.
• Fomentan la autonomía del alumnado, que puede consultar, repasar o avanzar con mayor independencia.
• Aumentan la equidad, al asegurar que todos los alumnos disponen del mismo material estructurado, independientemente de su situación familiar.
El informe no niega el valor potencial de los recursos digitales, pero advierte que su uso debe ser complementario y con criterio pedagógico. No se trata de rechazar la tecnología, sino de reconocer que, para ciertos aprendizajes clave –como la comprensión lectora o el desarrollo del pensamiento crítico–, el soporte papel sigue ofreciendo ventajas importantes. En particular, es en la lectura comprensiva, la estructuración del conocimiento y el trabajo autónomo donde el libro impreso muestra mayor eficacia.
El Gráfico 4 del Informe muestra que los estudiantes de los países de la OCDE que utilizan ambos formatos, digital e impreso, leen cerca de 2 horas más por semana que aquellos que solo usan uno de los formatos de lectura (es decir, la diferencia en el tiempo promedio de lectura entre los estudiantes que leen libros más frecuentemente en papel y aquellos que lo hacen más frecuentemente en dispositivos digitales). En otras palabras, los estudiantes que señalaron una mayor frecuencia de lectura en ambos formatos son los que más leen. Es decir, que el tiempo dedicado a la lectura por placer en dispositivos digitales no siempre desplaza el tiempo dedicado a la lectura recreativa en papel.

Leer libros físicos y escribir a mano mejora la comprensión lectora y la memoria. Esta afirmación cuenta con un respaldo creciente en la literatura académica revisada. El papel, desde la infancia, favorece procesos cognitivos más profundos que las pantallas. Por ello, países como Suecia y Estados Unidos están volviendo a introducir libros físicos y escritura manual en el aula, conscientes del impacto positivo que tienen sobre la concentración, la memoria y la adquisición de competencias.
En definitiva, el informe concluye que el libro impreso no es un recurso del pasado, sino un aliado actual y necesario para una educación equitativa y de calidad. Aporta orden, coherencia, continuidad pedagógica y mejora de resultados. Por ello, recomendamos que las administraciones educativas refuercen su presencia en las aulas, especialmente en las etapas obligatorias. El soporte importa, y la evidencia acumulada en la investigación educativa sugiere que el libro de texto impreso debe seguir desempeñando un papel central en la escuela del siglo XXI.