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Una Diada en Bruselas llena de tópicos

Este miércoles se celebró en la delegación del gobierno de la Generalidad el día de la región con la visita destacada de la consejera de la Presidencia de Cataluña, Laura Vilagrá

Corresponsal en Bruselas Actualizada 10:20

La consejera de Presidencia de Cataluña, Laura Vilagrà

La consejera de Presidencia de Cataluña, Laura VilagràEFE

La Diada este año parecía que iba a ser como la de los viejos tiempos, los de Artur Mas y compañía con melena al viento ondeando al mismo ritmo que las esteladas. Banderas que se mueven libres cual hombre en este mundo sin fronteras, en una tierra que no pertenece a nadie más que al viento (Zapatero dixit).

Qué decepción ver que no ha sido así, más bien todo lo contrario. Acostumbrados a toda la parafernalia separatista en los últimos años, da la sensación de que se están midiendo mucho las formas en un momento tan importante en el que el molt honorable president 2 (aka Carles Puigdemont) puede condicionar un gobierno del «Estado español».

La contención solo ha sido en las formas (imagen pública), porque en cuanto al contenido (el fondo) es el día de la marmota.

Más allá del neurótico mito de la Cataluña derrotada contra los Austrias en 1714, el hecho es que el discurso de la consejera Laura Vilagrà no se ha movido un ápice respecto a lo que llevamos escuchando décadas. El día de la marmota de la muy moderna y muy europea Cataluña.

La delegación del gobierno de la Generalidad de Cataluña ocupa un lugar privilegiado en Bruselas: un bajo amplio, diáfano y con patio interior en un local a pie de calle muy cerca del corazón de la UE: el Consejo y la Comisión.

En la entrada había una serie de folletos sobre Cataluña, clásicos turísticos. La sorpresa –aunque tampoco tanta– fue encontrar a Cataluña delimitada territorialmente dentro de España. Mientras el resto de comunidades no venían segmentadas, Cataluña sí lo estaba del resto del país.

Mohammed VI hará lo suyo como rey de África violando la integridad territorial de Ceuta y Melilla en los mapas, pero la Generalidad hace lo mismo con parte de España en Europa y nadie se asombra. Y con dinero público.

Mapa de Europa en donde aparece Cataluña separada de España

Mapa de Europa en donde aparece Cataluña separada de EspañaJavier Villamor

Las paredes estaban bordadas de manera orgullosa con obras de mujeres. Al arte femenino lo han llamado «womart» y consideran que la mirada de la mujer no solo es especial por ser mujer –faltaría más– sino porque implica un acercamiento diferente al arte. Las vaginas florecientes no dejaban lugar a dudas.

Al poco de llegar al evento, se creó un séquito entorno a la honorable consejera Vilagrás y el delegado responsable. En procesión («sempre cap endavant») marcharon hacia otra sala en la que había una pequeña tarima con un piano y una joven pianista tocando –cómo no– el himno de Europa. Porque Cataluña no es España, pero es Europa. España no existe, Europa (la de Bruselas) sí.

La sala se llenó a los pocos minutos y el delegado pronunció un breve discurso en catalán y en inglés. El susodicho, rodeado de la senyera y la bandera de Europa, de la Europa de las regiones que tanto gusta a los federalistas, no podía sino enlazar a Cataluña con una nación que «siempre ha sido, es y será» Europa. Una región habitada por un pueblo –el suyo– cuyo valor principal es el de la solidaridad –con todos menos con sus hermanos de sangre españoles–.

Vilagrà dejó claro la hoja de ruta: aprobar el catalán como lengua oficial en el Parlamento Europeo, la lengua de los «països catalans»

El delegado, aun así, intentaba ser diplomático. Daba las gracias a todos los asistentes y a todos los representantes de regiones separatistas de Europa. «Nuestros aliados», señaló. Sin duda la Cataluña representada por estos tipos se siente cómoda siendo cabeza de rata.

Después le tocó el turno a la consejera. En un catalán perfecto y en un inglés un poco mejor que el de Yolanda Díaz consiguió pronunciar lo que muchos estaban deseando. «Cataluña es una nación», proclamó mientras muchos asentían con pequeños murmullos, «un lugar donde los individuos se unen por un proyecto común».

No podían faltar las palabras mágicas, los ases en la manga de los tiempos presentes: «reconocemos nuestra diversidad». Touché. Ya nadie podría oponerse a tal retahíla de argumentos.

Llamó la atención que Cataluña, según ella, sea un conjunto de individuos que se unen para un proyecto común. En cambio, España es un Estado opresor que fuerza a esos individuos a estar unidos. Cosas del fascismo.

Vilagrà dejó clara la hoja de ruta: aprobar el catalán como lengua oficial en el Parlamento Europeo, la lengua de los «països catalans». España no es nación pero es Estado, Cataluña es nación pero es varios países a la vez. Luego se ríen del dogma de fe del cristianismo.

Se despidió dejando claro que no iban a dar un paso atrás contra el fascismo y la ultraderecha. Quizás no sabía –o si lo sabía le daba igual– que algunos de sus «colegas» separatistas son considerados de extrema, extremísima derecha según sus propios cánones. La coherencia brilló por su ausencia.

Pero daba igual, lo importante era el momento. Mucha Europa, mucho pueblo, mucha Cataluña democrática en la Europa democrática y para eso había que cantar Els Segadors y acabar con un «¡Visca Catalunya lliure!», un grito con extrañas semejanzas al nombre de un grupo terrorista.

Un evento revolucionario no es nada sin alcohol, pero alcohol de la «terra catalana, que no espanyola». Croquetas, embutidos y queso cumplieron con los paladares de los asistentes, una comida nada española, al igual que la tortilla de patatas. No son españoles y querían dejarlo claro, por si había alguna duda.

Hubo tiempo para pequeños debates posteriores con jóvenes bien formados pero desinformados: creían en la existencia de una corona cataloaragonesa. «Es lo que nos han enseñado», dijeron. Y esto es lo más preocupante. Lo peor no es la acción política de una panda de locos bien coordinados, no. Es la capacidad de utilizar a aquellos cuya élite también desprecia («xarnegos de merda») como avanzadilla de una región que se cree superior pero que en el fondo oculta un complejo de inferioridad de los más grandes de España.

Cataluña, quién te ha visto y quién te ve.

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