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Francisco Rosell
De lunes a lunesFrancisco Rosell

El chupinazo Bildusanchista y el encierro camino del Supremo

Los bilduetarras se cobran en covachuelas ministeriales lo que no obtuvieron con explosivos y tiros en la nuca, pero sí sometiendo al títere que tiraniza a los españoles relegando al olvido a los asesinados por unos forajidos a los que, sin cumplir sus penas, se les homenajea como héroes

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, mantiene un encuentro con la portavoz de EH Bildu en el Congreso de los DIputados, Mertxe Aizpurua, en el Complejo de la Moncloa

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, mantiene un encuentro con la portavoz de EH Bildu en el Congreso de los DIputados, Mertxe Aizpurua, en el Complejo de la MoncloaEuropa Press

A nadie se le escapa —y allá quien lo haga— que no se puede desactivar una bomba con la espoleta quitada y éste es el letal designio de Pedro Sánchez en su doble faceta de inquilino de la «Moncloa: corrupción en cuatro estaciones» y de «capo di tutti capi» de «la banda del Peugeot» que, desde este lunes, hace el paseíllo camino del Tribunal Supremo. Quizá la sombra alargada de esa cuerda de encausados explique su aspecto «sombrío» a ojos de «The Economist», su hasta ayer cabecera de desayuno y hoy a la vanguardia de la ofensiva contra «Don Teflón».

No en vano, luego de arribar al Gobierno bajo la bandera de conveniencia de la «regeneración democrática» contra Rajoy, ha completado su giro de 360º grados hacia la «degeneración antidemocrática» con las devastadoras evidencias de podredumbre sistémica que atañen a sus secretarios de Organización y a la que no es ajeno el 1, según las grabaciones decomisadas por la Guardia Civil. Ello puede llevar cualquier día a la UCO a llamar a la puerta de la Moncloa a la hora del lechero como el viernes, rememorando la trama Filesa y al juez Barbero, se presentó en Ferraz, de donde la víspera había salido cargado un camión de mudanzas. Tantos tal vez forman una duda razonable, como colige sabiendo de los que hablaba «El Jurado n.º 2» de Clint Eastwood.

Mal que bien, Sánchez podía capear los escándalos de dos tarambanas de bragueta abierta como Ábalos y Koldo García, pero la caída de su último secretario de Organización, Santos Cerdán, al que enalteció y enardeció para renovarle su confianza en el congreso federal de hace medio año en Sevilla, significa tirar de la anilla del detonador de una granada de racimo que puede escombrar al sanchismo. «El pequeño», según el argot de germanía de los mafiosos, no sólo era el eslabón de una aparente financiación ilegal —al margen de lo mucho que se quedara entre las uñas— o del montaje de ese PSOE «b» de empresas y consultoras encargadas de la «guerra sucia» con Leire Diez como fontanera, sino su comisionado ante Otegui y Puigdemont en representación de Sánchez.

Acorde al Principio de Arquímedes, aunque Patxi López pregunte cuál de ellos, el peso paquidérmico del «caso Cerdán», como cepa infecta de la denominación de origen Sánchez, ha hecho emerger el tinglado de indecencia política y económica que sustenta al arrendatario de la Moncloa. Así, aquello que parecía estar total o parcialmente sumergido ha experimentado una fuerza vertical que lo desborda todo con el estruendo de un chupinazo sanferminero que ha desatado un encierro en estampida cuyo destino no es la Monumental de Pamplona, sino el Tribunal Supremo, donde «la ganadería», como se apodaban entre sí, buscará acunarse en tablas.

El peso paquidérmico del «caso Cerdán», como cepa infecta de la denominación de origen Sánchez, ha hecho emerger el tinglado de indecencia política y económica que sustenta al arrendatario de La Moncloa

En efecto, el empuje hidrostático del gatuperio de Cerdán ha aflorado pormenores del pacto de cuna lacrado entre el sanchismo y el brazo político de ETA de intercambio de «votos por presos», cuya suelta de los «viernes de la basura» gestionaba el susodicho con el ministro Marlaska a la par que llenaba la andorga con las coimas de las obras públicas. Ante ello, hay quienes ahora exclaman: «¡Eureka!» como el mismísimo Arquímedes corriendo eufórico por las calles de Siracusa. Son los frutos podridos del sanchismo tras su siembra por Zapatero y, merced a la cual, Sánchez se aseguró la abstención de Bildu-EH para su reinvestidura después de avalar su moción de censura Frankenstein contra Rajoy.

Después de blanquear al brazo político de ETA para ser presidente, tras legalizarlo Zapatero, aquella hermandad sangrienta redunda ahora en que EH-Bildu sea quien enjalbega la corrupción sistémica del «Último de la banda del Peugeot» a fin de que aguante hasta que apoquine el adeudo total del cheque en blanco que les libró. Mediante este pacto del diablo del Mefistófeles de la Moncloa, los bilduetarras se cobran en covachuelas ministeriales lo que no obtuvieron con explosivos y tiros en la nuca, pero sí sometiendo al títere que tiraniza a los españoles relegando al olvido a los asesinados por unos forajidos a los que, sin cumplir sus penas, se les homenajea como héroes.

Así, con el pago de arras de Sánchez a los etarras, María Chivite consumó en 2019 la ambición de ser presidenta de Navarra que Zapatero negó a su tío Carlos y que, en el colmo de la desfachatez, la apadrinada de Cerdán justificó porque «ya está bien de vivir de las rentas de ETA» cuando los socialistas le estaban otorgando a esos etarras el oprobioso privilegio de vivir de las rentas de los españoles martirizados. El sanchismo se comporta con el áspid etarra como si éste fuera un doméstico animal de compañía al igual que aquella incauta mujer que se amigó tanto a una pitón de cuatro metros que no se le ocurrió cosa mejor que meterla en su cama. Menos mal que le avisó el veterinario al que visitó preocupada por la súbita inapetencia de su pareja de tálamo. «Señora, cada vez que abraza a su serpiente —la previno—, la mide para averiguar si usted cabe en su estómago y ha dejado de engullir para hacerle hueco cuando se la trague».

Con un PSOE devenido en secta sanchista no hay solución intramuros, sino suicidio colectivo, excepto que sus aliados le impongan, a fin de no padecer tal «fatum», una sucesión pactada antes de que perezca intoxicado con sus cortinas de humo

Como Sánchez enferma de los secretos que oculta, a juzgar por las revelaciones conocidas al quebrarse la «omertá» mafiosa y de lo que aventura Page sobre lo que aún falta por salir, lo que le impide convocar las urnas anticipadas que reclama la mayoría de la opinión pública, hay que insistir —hasta tres veces instaba Benavente— en que su remoción sobrevendrá únicamente si sus socios lo ven inaplazable y si consensua un sucedáneo que culmine la agenda sanchista en los dos años que subsisten de legislatura para luego abordar, sin las nubes de la corrupción, unos comicios plebiscitarios que, con un frente amplio de la izquierda y el separatismo, franquee un proceso constituyente hacia una República Plurinacional.

A este respecto, la hipótesis Illa, abonadas por la cita entrambos del viernes en Moncloa, carece de recorrido. Primero porque Sánchez, salvo que el autócrata se emperre en suicidarse dentro del bunker, no goza de la iniciativa de Felipe González cuando declaró ser «un caballo cansado», sin que nadie creyera que lo hacía con convicción, y auspició un dedazo en favor de su vicepresidente Narcís Serra, lo que descabaló Alfonso Guerra. Y, en segundo lugar, porque el prófugo Puigdemont, quien ya trató de impedir que Illa fuera presidente de Cataluña, no lo consentiría ni harto de mejillones de Bruselas. Es más, jugando con Illa como peón de esa partida de ajedrez, el PSC arriesgaría la Generalitat.

En esas situaciones término, como ilustran trágicamente César y Calígula, estos tránsitos se operan mediante ajustes de cuentas internos en los que la daga la empuña un pretoriano. Pero Sánchez, luego de ser defenestrado en el comité federal del 1 de octubre de 2016, se blindó con una reforma estatutaria que exige para su destitución el 50 % de un órgano que confeccionó a su imagen y semejanza y el posterior refrendo de la militancia. Con un PSOE devenido en secta sanchista no hay solución intramuros, sino suicidio colectivo, excepto que sus aliados le impongan, a fin de no padecer tal «fatum», una sucesión pactada antes de que perezca intoxicado con sus cortinas de humo. Entre tanto, «Noverdad» Sánchez pensará que «amanece que no es poco», como en la película de ese título de José Luis Cuerda, con sus turiferarios salmodiándole: «¡Presidente, todos somos contingentes, pero tú eres necesario!», mientras la ciudanía observa, como el personaje de don Alonso, el médico, «qué irse, qué apagarse, con qué parsimonia. Estoy disfrutando que no te lo puedes ni imaginar».

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