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Francisco Rosell
De lunes a lunesFrancisco Rosell

La risa conejil de Montoro y la gazapera de Hacienda

Sánchez persigue ser el timonel progresista antioccidental al que Montoro ha hecho un impagable servicio

El exministro de Hacienda, Cristóbal Montoro

El exministro de Hacienda, Cristóbal MontoroEuropa Press

Luego de ser el ministro de Hacienda que más tiempo ha perdurado -11 años, 4 con Aznar y 7 con Rajoy- y más Presupuestos Generales del Estado ha elaborado -algunos prorrogados por el PSOE-, la sombra que se cernía sobre Cristóbal Montoro de su supuesta connivencia de la consultora que ideó -«Montoro y asociados»- con compañías agraciadas con su favor ministerial lo ha aplastado y convertido en un Savonarola del Fisco. Como aquel fraile dominico que, tras erigirse en máxima autoridad de Florencia con sus acerbas prédicas y sus «hogueras de las vanidades» donde había que despojarse de prendas de lujo y libros licenciosos, acabó en la hoguera.

Empero, a diferencia de aquel demagogo corto de estatura, extraños andares y balanceo involuntario de cabeza al que acompañaron algunos irreductibles en su hora suprema, ningún correligionario parece que vaya a llorar la caída al averno de Montoro y su risa conejil tras lo destapado por la Guardia Civil en su gazapera. La mayoría de sus conmilitones le habían echado la cruz sin aguardar al clásico «a moro muerto, gran lanzada». Eran legión desde Aznar a Aguirre, pasando por exministros como Soria, Margallo y Arias Cañete, sin olvidarse de Rato, aunque éste último merezca alguna salvedad. Sin embargo, nada cabría argüir si su conducta se hubiera atenido a la ecuanimidad o al trato igualitario. Pero contra ellos -como con otros que pagaron con sangre sus críticas periodísticas- Montoro usó el Fisco para amedrentar a quienes no le hacían el caldo gordo.

Ningún correligionario parece que vaya a llorar la caída al averno de Montoro y su risa conejil tras lo destapado por la Guardia Civil en su gazapera

Así, según las pesquisas policiales, reveló datos fiscales de Aznar, Aguirre o Soria cuando el primero deslizó un eventual retorno a la primera línea, la segunda tuvo en las yemas de sus dedos ser alcaldesa de Madrid tras tenérselas tiesas como presidenta de la Comunidad a cuenta de la política tributaria y de la autonomía fiscal, y el tercero por recortar subvenciones a empresas renovables como Abengoa y Solaria que ficharon a socios de Montoro en Equipo Económico. Por su parte, su otrora jefe, Rodrigo Rato, le achacó irse de la lengua con la información privilegiada de ministro, así como su afrentosa detención televisada con agentes aduaneros agarrándole del cogote para adentrarlo en el coche policial. Pero quizá el infierno de Rato tuviera más que ver con el deseo de Rajoy de romper con el aznarismo y con el desquite de niño pobre de mísera cortijada jienense, como atestigua la foto publicada en El Mundo bajo mi dirección que evocaba «los santos inocentes» de Delibes.

Únanse a estas víctimas aquellas otras anónimas y más numerosas que produjo buscando descolocar a la izquierda al incrementar gravosamente la carga fiscal más de lo que aquella imaginaba tras arribar en la Moncloa haciendo votos en contrario. Aún se lame las heridas Javier Arenas tras rondar la mayoría absoluta en Andalucía en 2012 y poder haber sido el primer presidente del centro derecha. Recién cosechada por Rajoy su mayoría absoluta con el cartelón de la bajada de tributos, Montoro, je, je, los ascendía fragoso en la antesala de las urnas autonómicas y aquello pasmó a sus votantes quedando Arenas a cinco escaños de la mayoría absoluta con Griñán teniendo recogidos sus bártulos.

Pero, si Montoro birló al «niño (ya crecido) Arenas» su más apetecida aspiración tras ser vicepresidente con Aznar, su imputación le hace un roto trece años después a Feijóo dentro de su ofensiva contra la corrupción sanchista y hace que se asiente la creencia de que todos hacen lo mismo. Cundiendo esa impresión, los aventados escándalos del ayer envolverán a los de hoy contribuyendo a que la carcoma necrose un Estado concebido «como una gran matrona dotada de dos ubérrimas mamelas», al decir del escritor bohemio del XIX Alejandro Sawa.

Su imputación le hace un roto trece años después a Feijóo dentro de su ofensiva contra la corrupción sanchista y hace que se asiente la creencia de que todos hacen lo mismo

Después de que Borrell activara la Agencia Tributaria como arma de terror y se regodeara con Lola Flores como pimpampum, mientras mayordomos suyos propiciaban el fraude de empresarios catalanes a cambio de mordidas millonarias, cuya filtración le costó la secretaría general del PSOE cosechada tras derrotar en las primarias de 1998 al aspirante oficial Almunia, Montoro le cogió el gusto al gatillo y su heredera socialista, María Jesús Montero, transita por esa vereda al cambiar sólo una vocal del apellido. De hecho, sostuvo siete años a dos imputados junto a Montoro: Óscar del Amo, subdirector general de Tributos Locales, y Rogelio Menéndez, director Económico Financiero de Loterías. Eso sí, Montero sabe dónde fija la mirilla -con la pareja de la presidenta Ayuso como gran buco-, mientras sus adjuntos llenan la faltriquera cancelando inspecciones o acopian bienes inmobiliarios por aplazar pagos a comisionistas como Aldama.

Dicho lo cual, el escándalo de Montoro no debe hacer perder la vista sobre una cuestión nuclear en un Estado de derecho: la independencia de la Agencia Tributaria para que no sea instrumentalizada por el Gobierno de turno contra sus rivales o críticos como a los que Montoro advertía de forma no precisamente velada. Lejos de tener visos de subsanarse lo que se agrava por horas, la pira funeraria de Montoro puede servir, en vez de para poner pie en pared, para que la humareda oculte unos abusos «in crescendo».

No en vano, la lectura que traslada el PSOE del «caso Montoro» es que remata la estrategia de oposición del PP contra la corrupción familiar y de partido de un Sánchez al que las encuestas descuelgan por debajo de los cien escaños y al que, en Washington y en Bruselas, han tomado la matrícula por una corrupción de más Acento. De hecho, atañe a la seguridad nacional con Zapatero y su antaño ministro y secretario de Organización del PSOE, José Blanco, como grandes comendadores y beneficiarios a través de la consultora que encabeza éste último y que edulcora con alta nómina un exministro del PP como Alfonso Alonso.

La lectura que traslada el PSOE del «caso Montoro» es que remata la estrategia de oposición del PP contra la corrupción familiar

Si durante el mandato de Zapatero, con Bono de titular de Defensa, España fue avisada de una venta que tenía prohibida de tecnología norteamericana a Hugo Chávez, ahora el Senado de EEUU plantea revisar los acuerdos de inteligencia tras encargar Sánchez la custodia de las escuchas policiales a Huawei a la que las leyes chinas obligan a proporcionar al PCCh el acceso a cuanto estime, lo que compromete la seguridad occidental.

De este modo, sin ser España oficialmente un Brics, acrónimo de los países satélites de China, como señaló Trump en su primera rueda de prensa en el Despacho Oval, si parece serlo oficioso. A ello coadyuva el demarre en la cumbre de la OTAN sobre incremento de los fondos de Defensa y la gira que este lunes emprende Sánchez por países del Grupo de Puebla a los que Zapatero instó en su día a ponérselo imposible a EEUU. Huyendo de la quema en España, Sánchez persigue ser el timonel progresista antioccidental al que Montoro ha hecho un impagable servicio luego de que un diputado del PSOE -¡oh causalidades!- le amenazara en abril con que «lo mismo le sienta en el banquillo el juzgado de Tarragona». Y tanto.

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