Relatos en verdeRafael del Campo

El Cerro de la Señora

Actualizada 05:00

Bueno, esto es como todo: se puede tener suerte…o no. Frio hacía frío para todos, cierto, pero no es lo mismo que te toque un puesto en un regajo en los bajos de la mancha, que uno en la cuerda donde el viento sopla con desparpajo. Y, a nosotros, por esas cosas que tiene meter la mano mal metida en el sorteo, nos tocó el Cerro de la Señora y, por si fuera poco, el puesto número cinco, que está situado en unas piedras donde se enclava el punto más alto de la zona. ¡La madre que nos parió!
El postor, el hombre, nos daba moral:
- Si se ponen ustedes a la recacha de la piedra se protegen bastante. Además, este puesto siempre cumple. Además, está muy soleado. Además…
Se conoce que era un buen cristiano y que le daba apuro pensar en la penitencia que nos esperaba y quería darnos consuelo.
Yo, por esa tendencia a explicar la mala suerte, busqué una razón teológica. Y culpé a mi primo Carlos, que me acompañaba:
- A ver, cabrón, qué pecado has cometido últimamente para que Dios nos castigue así….
Pero él, rápido de reflejos, me recordó que nuestro párroco, Don Francisco, dice casi todos los domingos que Dios no es vengativo y que no castiga, que eso son decires de otros tiempos, pero que no son verdad…Y luego, para intentar calmarme, aventuró que el puesto era muy cochinero y que malo sería que no tiráramos también cervuno y que se le hacía a él que el viento se estaba sujetando y que la cosa se iba a templar y…
Cuando soltaron yo andaba todavía echando maldiciones pero la dicha de los perros me alegraba el corazón y el corazón, al alegrarse, me templaba las entrañas y todo parecía algo mejor. Y si me daba un tiritón me acordaba del cocido que me iba a apretar en unas horas y como uno es muy espiritual, con el regocijo de la manduca, me consolaba.
En estos sentimos una ladra que se acercaba, y los jipidos de los perros y el tronchar de las jaras. Y mi primo, que estaba encima de la piedra y tenia más visibilidad :
- ¡ El venaoo !
Pero como había el montarral que había el animal no se dejaba ver. De vez en cuando se intuía su abaleo entre los arbustos pero no hacía visaje. Cuando ya creíamos que se perdía en la espesura cambió la corrida que llevaba, rodeó la piedra donde estábamos, se recargó en el puesto y nos cumplió a caraperro.
Y Puummm.
Y el venado al suelo.
Llegaron unos perrillos y lo remordieron y al poco un perrero.
- ¿ Qué , cómo va la cosa ?
- - Pues ya ve usted, la mar de fresquitos…
La mañana siguió su curso y, como siempre me ocurre cuando monteo, tengo los oídos despiertos, los ojos alertas y la mente activa. Y así me pasé mis tres o cuatro horillas reflexionando a borbotones, de cosas que me pasaban por la cabeza: de la naturaleza, de cómo la ignoran los que legislan sobre ella, de lo patanes que son los «ecolojetas», en fin…Y también sobre Dios: a mí, qué queréis que os diga, cuando contemplo la naturaleza, estoy viendo a Dios, estoy experimentado a Dios, es que casi lo toco… tanto que me sobran los retiros espirituales, las teologías y los teólogos . Y me sobran Santo Tomas de Aquino y sus cinco vías, San Agustin y sus libros y todos los filósofos que han reflexionado sobre su existencia y su poder…
Al sogato de la piedra, protegido del viento, me abstraje mirando los barrancones de pinos que me ofrecía el horizonte y, por esos caprichos de la mente, se me presentaron, como de improviso, sentidas sensaciones que cuajaron en un poemilla:
En un espacio inmenso la mirada se enfrenta
A un horizonte inmenso de cristal y de frío
Y entre el todo y la nada lo eterno se acomoda
Y prende algunas llamas que alumbran la esperanza "
Quizá el poema no se entienda bien. Para comprenderlo en su hondura había que estar en el número cinco de El Cerro de la Señora, pasando frío, y contemplando (y sufriendo) la grandeza de la naturaleza, la grandeza inabarcable de Dios Creador…
En estos sonaron las caracolas y empezamos a recoger. Pasó el postor :
- ¿ Cómo ha ido la cosa ?
- Bien, hemos sobrevivido.
Y el postor empezó a localizar las reses para irlas marcando y recogerlas luego. Y yo pensé en las duras y nobles gentes del campo, en los que viven y preservan las sierras y los pueblos, y en que ellos han de ser los que den su opinión a los que nos gobiernan, para que los que nos gobiernan, si es que tiene vergüenza, les hagan caso y hagan las leyes bien hechecitas conforme le indiquen los que de verdad saben de esto, porque lo han mamado, porque lo sufren y porque lo gozan…
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