Una novela escatológica
La novela de José Antonio García conecta con esa mirada sobrenatural de lo natural cuando nos conduce a percibir la real posibilidad de un sentir con el alma como un sueño que trasciende de la mente para instalarse en la persona
Esta semana pasada he tenido el enorme privilegio de presentar la novela Caelum. Una historia de fe y esperanza (Córdoba 2024) del prieguense José Antonio García Suárez. Una novela que bien podría definirse como escatológica; pero, eso sí, en el más genuino y teológico sentido de la palabra.
No hace muchos días, leyendo a Stratford Caldecott – director del Chesterton Institute for Faith and Culture de Oxford –, consideraba con este autor que lo que él viene en denominar como el ethos del libro cristiano ya había sido puesto de manifiesto por San Pablo en su Primera Carta a los Corintios cuando aseveraba: «[…] la locura de Dios es más sabia que los hombres, y la flaqueza de Dios, más poderosa que los hombres… Antes eligió Dios la necedad del mundo para confundir a los sabios y eligió Dios la flaqueza del mundo para confundir a los fuertes; y lo plebeyo del mundo, el desecho, lo que no es nada, lo eligió Dios para anular lo que es» (1 Cor 1, 25, 27-28).
Una novela como Caelum no es sino el intento de plasmar y relatar, negro sobre blanco, esta locura sabia, esta flaqueza poderosa, esta necedad que confunde y que, huelga decir, no está carente de dificultad. No sé si alguien alguna vez ha dicho algo tipo: «por su dificultades lo conoceréis». Pero ya es grande, y muy propio de un discípulo de Chesterton – apóstol de la humildad -, como es el autor de Caelum, ser consciente, como es declarado en el prólogo de la novela, de la dificultad que supone «describir algo sobrenatural y metafísico con ideas y palabras humanas». Una dificultad que, gracias a la narración, es palpable de forma vital cuando la Teresa que protagoniza la novela, no sin enojo, pregunta: «¿Dónde estaban los ángeles de la guarda de mi marido e hijos el día del accidente?».
Decía la escritora norteamericana Flannery O’Connor que «lo que llamamos novela católica en términos generales no tiene que tratar necesariamente de un mundo convertido al cristianismo o al catolicismo, sino simplemente que ve el mundo a la luz de la verdad tal como la conocen los cristianos». A lo que añade: «El novelista tiene la obligación de crear un mundo completo habitado de criaturas creíbles, y la diferencia principal entre un novelista que cree en la ortodoxia cristiana y un naturalista a secas es que el novelista cristiano vive en un universo más amplio. Cree que el mundo sobrenatural está incluido en el natural. Y esto no quiere decir que su compromiso con la descripción del mundo natural sea menor: quiere decir que es más fuerte».
Precisamente la novela de José Antonio García conecta con esa mirada sobrenatural de lo natural cuando nos conduce a percibir la real posibilidad de un sentir con el alma como un sueño que trasciende de la mente para instalarse en la persona. O también cuando formula a través de la cabeza de Teresa: «[…] no podía describir los hechos del sufrimiento, tan solo la belleza de la purificación que le había provocado aquello».
Adentrarte en el relato de Caelum te conduce a lo mejor de la teología de Hans Urs von Balthasar en su reflexión en torno al Misterio Pascual cuando este balthasariano prieguense, a través de sus personajes, formula preguntas tipo como: «[…] ¿sabes que sufrió más en el huerto de los olivos que en la flagelación y crucifixión?». O también cuando reflexiona en voz alta: «[…] detrás de la belleza está Dios. Por eso ese empeñó del hombre a lo largo de la historia en levantar grandes catedrales y exuberantes santuarios. Cuando el ser humano se empeñó en divinizarse y obviar al Señor, la criatura se fue apartando de la belleza y del Padre».
Pero hay un elemento de la trama que a un servidor le ha resultado tremendamente sugerente por especialmente newmaniano y es aquel que con tanta unción es narrado como «la auditoría final del amor». La lectura de estos pasajes te retrotrae, si bien pasando de la prosa al verso, a aquel Geroncio, que en sí es una de las cumbres de la lírica inglesa:
“Cuando por fin – tu destino – veas a tu Juez,
su visión hará brotar en tu pecho
pensamientos de amor y reverencia.
Enfermarás de amor, suspirarás
por Él y sentirás una extraña compasión
porque Alguien como Él se haya dispuesto
en desventaja tal como para ser tratado
tan vilmente por alguien tan vil: tú.
El ruego de Sus ojos pensativos
te turbará y te herirá en lo vivo.
Y te odiarás a ti mismo porque, aunque
sin pecado, sentirás que has pecado
con sentimiento insólito y desearás volverte
lejos de Su mirada y esconderte.
Pero al mismo tiempo querrás intensamente
habitar la hermosura de Su rostro.
Y esos dolores contrarios y agudos
-el deseo de Él, cuando a Él no lo veas
y la vergüenza ante la idea de verle –
serán tu verdadero purgatorio”.
Recomiendo encarecidamente la lectura de Caelum e invocando el espíritu de Chesterton me pregunto: «¿De verdad crees no hay una vida más plena y un amor más maravilloso que el tuyo y que es cierto que la carne debe tener fe en tu minúscula y penosa compasión?» y al mismo tiempo me dejo advertir: «¡Qué feliz serías y cómo se colmaría tu vida si el martillo de un Dios más poderoso hiciera pedazos tu pequeño cosmos, dispersara las estrellas como lentejuelas y te dejara en terreno despejado donde pudieras mirar hacia arriba o hacia abajo como los demás hombres!».