Bloque de Pisos en el Sector Sur
El barrio de Córdoba donde muchos viven del subsidio (pero también se abre paso la esperanza)
El párroco Miguel David Pozo defiende que junto a la marginalidad de 'Los Vikingos' hay proyectos que devuelven dignidad a niños y jóvenes
«Aquí no trabaja nadie, se vive de la vital», resumía sin rodeos un vecino en el reportaje emitido hace unos días por Espejo Público (Antena 3) sobre el barrio de 'Los Vikingos', en el Sector Sur de Córdoba capital. La pieza televisiva mostró edificios deteriorados, calles degradadas y familias que dependen del subsidio generación tras generación. Otros testimonios advertían del peligro: «De noche no se puede pisar por aquí», admitían, mientras algunos concluían resignados que «el barrio ya no tiene arreglo».
Una fotografía dura que Miguel David Pozo, párroco de Santa Luisa de Marillac y San Martín de Porres, no desmiente, aunque matiza: «Nada es puro negro al cien por cien ni blanco al cien por cien. El barrio es muchas más cosas».
Este periódico quiere conocer la opinión del sacerdote tras la emisión de un reportaje que ha causado revuelo. Lleva una década viviendo en el Polígono y reconoce la crudeza de lo cotidiano: «Muchos días en la puerta de mi casa hay hombres y mujeres durmiendo. Vivo con chicos de calle, expulsados de sus casas por sus propios padres».
También destaca la necesidad de prudencia en un entorno donde la droga y la exclusión social pesan con fuerza: «Es verdad que hay momentos en los que tocas teclas que molestan y tienes que tener cuidado. Hay sitios a los que no debes ir a ciertas horas. Pero nosotros podemos pasar por muchos lugares gracias a los niños. Cuando una familia sabe que cuidas de su hijo, eres bueno para ellos».
Miguel David Pozo León
Para Pozo, el problema más grave es la normalización de la pobreza heredada: «A veces encontramos a tres generaciones de abuelas, madres y nietas en la exclusión. Normalizarlo es peligrosísimo, porque levanta un muro que no deja pasar a nadie. Chicas con 13 años que dejan de estudiar, con 15 que pueden ser madres porque lo ven normal. Y no lo es».
Desde sus parroquias se han puesto en marcha proyectos como La Puerta Verde, que utiliza el ocio y la belleza para acompañar a niños de familias rotas, y La Maleta de Luisa, centrada en tender puentes con los jóvenes. «La forma de cambiar las cosas es ayudando a niños y jóvenes. Un adulto ya desencantado tiene su sitio; los pequeños aún tienen oportunidad de encontrarlo», asegura.
Lejos de cerrar el relato en clave negativa, Pozo insiste en el valor de la esperanza: «Cuando alguien sufre la pobreza lo que más falta hace es esperanza. No vendemos humo ni nada parecido, pero sí somos gente de esperanza. Estos barrios tienen que dejar de esperar y convertirse en agentes de esperanza. Lo que hacemos es empujar, dar un buen empuje».
Prueba de ello son las misiones diocesanas que se celebran estos días, con más de 400 voluntarios recorriendo manzanas marcadas por la pobreza y tocando puertas en calles como Torremolinos o Marbella. «Son los primeros beneficiarios, porque descubren una Córdoba que no creen que exista. Tocamos realidades que pueden estar enquistadas, pero lo hacemos con esperanza», afirma el párroco.