El increíble triunfo de «les bragues»

Las modas y tendencias, ya sean favorecedoras o patéticas, tienen cada vez orígenes más particulares.

Hace un par de décadas se pusieron de moda los pantalones vaqueros caídos que mostraban parcialmente los slips o bóxers masculinos, sobre todo en un circuito de modernos y de miembros de la llamada «mafia rosa» ligada a la moda y el arte. La tendencia, poco constructiva, venía aparentemente de las cárceles norteamericanas, en las que mostrar el calzoncillo parcialmente indicaba cierta disponibilidad, ya que en cualquier caso en prisión los cinturones están prohibidos para evitar suicidios. Ahora esta moda se acerca al guardarropa femenino. Lo que faltaba.

Alrededor del año 2000, varias cantantes avanzadas de aspecto rebeldón tomaron también esta moda en sus atuendos públicos; tal fue el caso de Gwen Stefani, Christina Aguilera o de Avril Lavigne, que adoptaron la estética de skater de ellos mostrando una feminidad poco habitual con la que se enseñaba el tanga o la ropa interior bajo pantalones cargo y botas de boxeo. Pues esta absurda moda, que pusieron en su día en tendencia tanto Eminem como Justin Bieiber, ha llegado ahora sorprendentemente a las grandes casas de moda, sedientas de hacer ruido mediático y modernizar sus colecciones sea como sea.

«Les bragues» -denominación jocosa inspirada en el acento de las asturianas de la montaña que hemos escogido para denominar esta prenda innombrable según todos los tratados de educación y buenas maneras- han salido a relucir en muchos de los desfiles para esta temporada y la del próximo otoño. LaQuan Smith lleva varias colecciones mostrándolas en sus desfiles y en Versace no se han quedado atrás.

En MiuMiu han mostrado la colección del próximo invierno lanzando minifaldas escocesas y shorts de los que asoman «bragues» de buen tamaño, en colores brillantes, satén e incluso con la marca bien visible. Louis Vuitton ha apostado por mostrar de nuevo los bóxers a la vista y marcas como Y/Project muestran su nombre grabado en la ropa interior femenina visible en sus desfiles. Se trata de llevar al límite la logomanía, algo que por otra parte ya hicieron en Calvin Klein en 1992, cuando Mark Wahlberg y Kate Moss protagonizaron una campaña con los vaqueros de la marca y la ropa interior visible con el logo impreso.

Otras marcas replicaron la idea en los años siguientes, desde Tommy Hilfiger a Diesel, pero nunca hasta ahora había sido algo tan femenino y aceptado por las marcas más sofisticadas. Está claro que en cuestiones de logomanía y marquismo, ahora triunfan «les bragues», muy de actualidad tras décadas de pacata discreción por parte de Doña Rogelia y su eterno refajo.