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20 de abril de 2024

madre hijo abrazo

Se recomienda a los padres el contacto piel con piel con sus hijosPexels

Crianza

Un niño necesita doce abrazos al día para crecer feliz

Las caricias, los abrazos y demás gestos de contacto físico hacen que el cerebro del pequeño libere oxitocina, la hormona del amor

Dos personas en un abrazo se juntan corazón con corazón y seguridad, protección y tranquilidad son algunos de los sentimientos que se despiertan. Para un niño, los brazos de sus padres son lo que les ayudan a calmarse cuando se han caído, cuando están tristes o tienen miedo. Pero, ¿implica el contacto físico algo más en su desarrollo?
La notable psicoterapeuta estadounidense Virginia Satir aseguraba que «necesitamos cuatro abrazos al día para sobrevivir, ocho para el mantenimiento y doce abrazos al día para crecer». Desde que nacen, y sobre todo a los que lo hacen antes de tiempo (prematuros), se recomienda a los padres el contacto piel con piel, para afianzar el vínculo entre padres e hijos, pero también porque en ese momento se liberan una serie de hormonas, dopamina, oxitocina y endorfinas, que hacen más felices a los abrazados.
El contacto físico es imprescindible para las personas y la ciencia lo ha venido demostrando desde antes de lo pensado. Antes de la Primera Guerra Mundial, el médico estadounidense Fritz Talbot desveló que, en un orfanato de Alemania, la mortalidad era muy baja. La razón escondida detrás era que una enfermera cogía en brazos a los niños durante largo rato.
Más adelante, en la década de los 90 del siglo pasado, la neurobióloga Mary Carlson y el psiquiatra Felton Earls estudiaron a niños rumanos que habían crecido abandonados en centros de acogida con poco personal. La proporción entre menores y cuidadores era de 20 a uno, por lo que la mayoría de los bebés tuvieron escaso contacto físico en sus primeros meses. En estos recién nacidos –a través de análisis de saliva–, los investigadores encontraron niveles elevados de cortisol –la hormona del estrés– y concluyeron que esa falta de afecto tuvo consecuencias negativas en su crecimiento y en su comportamiento en la edad adulta.
Más recientemente un equipo del Advanced Telecommunications Research Institute International de Kioto (Japón) puso a varias parejas a conversar durante quince minutos. Pasado ese tiempo, algunos pudieron abrazarse y otros no. Al evaluar sus parámetros fisiológicos, los investigadores vieron que quienes se habían abrazado tenían un nivel menor de cortisol en sangre.
La última evidencia sobre el tema la publicaron un grupo de investigadores italianos e ingleses. Entre sus conclusiones se confirma que el contacto afectivo tiene gran eficacia para reducir las respuestas de los niños al estrés, promueve su desarrollo físico y neurocognitivo y modula su estado fisiológico.

¿Cómo es el abrazo perfecto?

Hay estudios que afirman que debería durar 20 segundos para que produzca todo su efecto, pero también hay otros que aseguran que solo son suficientes seis segundos. En ese escaso tiempo el cuerpo produce endorfinas, que alivian el dolor y el estrés, y se libera la hormona de la felicidad (oxitocina). En el cuerpo a cuerpo se activan también los corpúsculos de Pacini, los receptores de la piel que envían señales directamente al nervio vago y reducen la presión arterial.
Cuando un niño es abrazado no solo se siente querido, sino que este simple acto puede reforzar su autoestima y darle confianza y fortaleza. A las caricias y los abrazos no hace falta ponerles límites, no es que los niños se acostumbren a estos gestos o se les esté malcriando por darles afecto. En realidad, hará que en el futuro sean adultos más seguros y valientes.
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