
Un niño corre entre los aspersores
Así es Nunchi, el método coreano para criar niños felices e inteligentes
Tiene bastante que ver con la empatía, pero también con la velocidad emocional. Así, quien tiene un nunchi rápido puede identificar el estado de ánimo de otra persona para responder e interactuar con ella de manera adecuada
Corea del Sur guarda entre sus secretos milenarios un método educativo no solo capaz de hacer que los niños saquen buenas notas –tiene uno de los sistemas más potentes y exigentes del mundo– si no cuyas premisas se orientan también hacia la inteligencia emocional.
Esta filosofía comenzó a usarse hace más de 5.000 años, nunchi es su nombre y en español viene a ser algo así como 'medida del ojo'. El método es en realidad un arte, el de sentir lo que le sucede o le pasa por la cabeza a otras personas.
Tiene bastante que ver con la empatía, pero también con la velocidad emocional. Así, quien tiene un nunchi rápido puede identificar el estado de ánimo de otra persona para responder e interactuar con ella de manera adecuada.
A partir de los 3 años
«Tienes que tener más nunchi», dicen los padres coreanos a sus hijos constantemente, además de enseñarles a mirar a ambos lados de la calle antes de cruzar. Es a partir de los tres años cuando comienza a enseñarse, cuando todavía no son plenamente conscientes de las consecuencias que pueden tener sus acciones.El objetivo es enseñarles a los más pequeños que no son el centro del universo a través de la observación, la escucha, el lenguaje corporal, los buenos modales, saber analizar cada situación y percibir los cambios, para poder adaptarse con rapidez.
Observación y escucha
Las habilidades sociales, en este sentido, son imprescindibles para el camino al éxito. Desde la observación y la escucha –y siguiendo todos los pasos de nunchi– podrá uno dirigirse a otro con toda la información extraída para ganarse su confianza.
La escritora surcoreana Euny Hong, autora de El poder de nunchi, el secreto coreano de la felicidad y el éxito, desveló en dicha obra que cuando era adolescente, gracias a esta filosofía, aprendió a descifrar los gestos de sus profesores cuando explicaban algo que iba a caer en el examen. Su capacidad de observación y análisis de la situación le permitió saber que le iban a preguntar.