Niña leyendo sus deberes
El consejo de una pedagoga, madre de familia numerosa, para «hacer los deberes y no morir en el intento»
La pedagoga y orientadora familiar Kiruca Utrera explica, en Lo que no te han contado sobre tu hijo y te gustaría saber (Palabra), una clave para enfrentarse a las tareas escolares «de la mejor manera posible»
El debate sobre las tareas escolares es una cuestión en liza permanente. Por un lado, no pocos padres y expertos se quejan del exceso de trabajo que los niños llevan a casa, e incluso los hay que reivindican su extinción, porque ocho horas en el colegio deberían bastar para aprender las materias de turno. Por otro lado, están las familias —y los expertos de signo contrario— que defienden los deberes escolares como parte imprescindible de un correcto aprendizaje.
La discusión es cíclica y vuelve cada poco tiempo al espacio público, sobre todo cuando los niños vuelven al colegio después de un periodo de vacaciones. Pero, más allá de las discusiones en foros educativos o en artículos de prensa, el gran conflicto es el que se encuentran cada tarde los profesores, los alumnos y los padres, cuando toca mandar, hacer, supervisar o enviar —Google Classroom mediante— los deberes de cada día.
La paradoja de los deberes
Para superar la discusión de fondo y centrarse en ayudar a las familias en su rutina doméstica, la pedagoga, orientadora familiar y madre de familia numerosa Kiruca Utrera aporta en su reciente libro Lo que no te han contado sobre tu hijo y te gustaría saber (Ed. Palabra) un consejo práctico que permita «hacer los deberes y no morir en el intento». Y lo hace, como ella misma reconoce, «como alumna, como pedagoga y como madre».
Utrera explica que «en nuestro sistema educativo, se ha utilizado comúnmente la evaluación para confirmar si algo se ha aprendido no. El patrón es el siguiente: enseñar-aprender-evaluar». Y, por tanto, «mientras que eso no cambie, el estudiante se verá sometido a pruebas para valorar el nivel que ha adquirido de los conocimientos que se requieren para superar cada etapa».
Es ahí donde entran los deberes escolares… que se hacen fuera de la escuela. Como reconoce la experta, «la paradoja de las tareas para casa está en que parte del éxito escolar depende de la actitud del alumno ante este trabajo de casa, o como se denomina en inglés, con un término muy acertado desde mi punto de vista, homework».
Un enfoque sin victimismos
Bien sea por un exceso de carga o por reivindicar su desaparición, Utrera explica que «el enfoque que ahora mismo se le está dando a la cuestión de los deberes no ayuda en absoluto a que mejoren los niveles de éxito escolar. Sin embargo, el marco en que nosotros lo gestionemos será un aspecto crucial a la hora de determinar la actitud de nuestros hijos hacia el trabajo diario».
Así, Utrera recomienda «ser cautos en nuestros juicios, porque se trata del inicio de la carrera profesional» de los hijos, y «enfocarlo de la mejor manera posible, evitando caer en el victimismo».
Habilidades para el futuro
La autora, que ha trabajado en ámbitos como la pedagogía hospitalaria, la Educación Infantil y la Educación Especial, señala que, «sin perder ni un ápice de interés por que nuestros hijos jueguen, lo mejor es que les transmitamos la actitud de quien valora mucho el conocimiento: es la actitud de quien ve en el estudio de los contenidos una forma de ampliar la mente; de crecer en madurez; de entrenar las habilidades para la comunicación, la tolerancia a la frustración, para realizar tareas arduas bajo la presión de los plazos; de desarrollar la habilidad de trabajar en equipo sin aplastar al de enfrente, y dando al mismo tiempo lo mejor de uno mismo, etc.».
Porque, de hecho «estas habilidades se nos pedirán tarde o temprano para desarrollar nuestro trabajo de manera eficaz e incluso brillante» y es justamente «la etapa escolar un buen momento de entrenamiento para la vida futura», recuerda.
¿No basta con las horas del colegio?
Kiruca Utrera reconoce que, de forma muy legítima, muchas familias se preguntan si el tiempo del colegio no debería ser suficiente para garantizar el aprendizaje. «Y la respuesta es que puede que sí, pero nuestro sistema educativo, hoy por hoy, conlleva en la mayoría de los casos la realización de deberes en casa».
Por eso, lo más útil es «ofrecer un punto de vista positivo y concreto para hacer frente a una realidad que nos encontramos cada día». De ahí que, «sin olvidar que todas las tardes será bueno que procuremos que nuestros hijos tengan un rato de juego o descanso, debemos también mostrarles que su trabajo es importante para nosotros. Es el mejor modo de que ellos empiecen a considerarlo así».
Evitar una trampa para llegar a la clave
Utrera anima a los padres, primero, a agradecer ante los hijos el trabajo de los profesores, que enseñan una síntesis de todo cuanto saben para que los alumnos puedan ir creciendo y madurando.
Con el matiz de «no entrar en el 'para qué, si todo está en internet', y puede no comprenderse la necesidad de estudiarlo», que resulta «una trampa que nos lleva directamente a una concepción funcionalista del aprendizaje, cuando lo que eleva el aprendizaje a lo más alto es aprender por el mero hecho de aprender, que es algo exclusivo del ser humano».
Y, sobre todo, apunta que «la clave estará en mostrarles que, en medio de todo el esfuerzo intelectual que supone superar una asignatura, el individuo madura y desarrolla en mayor o menor grado sus funciones ejecutivas». Dicho de otro modo, que «debemos poner en práctica, solos, lo que en el colegio podemos hacer con la supervisión y ayuda del maestro».
El ejemplo del bizcocho para que surja la chispa
Y pone un ejemplo: «Por muchas veces que hayamos hecho de ayudantes de cocina, la seguridad la alcanzamos cuando tenemos la posibilidad de repetirlo: primero con el visto bueno de aquel que nos enseñó; luego, el aprendizaje se consolidará cuando lo practiquemos solos, y cuanto más lo repitamos, mejor nos saldrá».
«Esa es la magia que ocurre, o debería ocurrir por las tardes, con los deberes», indica Utreta.
Y concluye con un ejemplo para padres e hijos: «El trabajo posterior al colegio es tan necesario como encender el horno cuando hemos metido la masa del bizcocho. El conocimiento experiencial se puede realizar en parte en el centro educativo, pero si al llegar a casa se propicia el encuentro del alumno con lo aprendido, a solas, tenemos más posibilidades de que surja la chispa».