
Las claves ante «el grave impacto psicológico» de la tecnología en los adolescentes
Prevención y límites claros: claves ante «el grave impacto psicológico» de la tecnología en los adolescentes
Expertos en Psicología de HLA Grupo Hospitalario explican para El Debate los retos a los que se enfrentan las familias en un escenario de «distopía» marcado por las redes sociales, el uso del móvil y la irrupción de la Inteligencia Artificial
La llegada de la Inteligencia Artificial no es un paso más en la irrupción de la tecnología móvil en los hogares, con los problemas y desafíos que entraña para niños y adolescentes –y para los propios padres– y su consiguiente impacto en la salud. Es el inicio de un escenario inédito, e incluso con tintes distópicos, que exige un esfuerzo de acompañamiento y coordinación por parte de las familias, de los profesionales de la salud mental y de la propia administración pública.
Así lo pusieron de manifiesto los diferentes expertos que participaron en el Desayuno Informativo La repercusión de la Inteligencia Artificial en los menores, organizado por El Debate y HLA Grupo Hospitalario. Un encuentro en el que intervinieron Cristina Sarabia, máster en Psicología Clínica por el Centro de Terapia de Conducta de Valencia y responsable de la Unidad de Psicología de HLA Vistahermosa; Elena Notario, miembro de la Sociedad Española de Medicina del Adolescente, máster en Psicología y Psicopatología Perinatal e Infantil y psicóloga infantil en HLA Clínica El Rosario; y el divulgador y conferenciante Santiago Pérez, psicólogo jurídico y forense, máster en Investigación en Psicología del Procesamiento Emocional, director de la Unidad de Psicología de HLA Montpellier y especialista en Psicología del Trauma.

Un momento del Desayuno organizado por El Debate y HLA Grupo Hospitalario
Una problemática en hijos... y padres
El uso de la tecnología está generando problemas de convivencia en los hogares, y también serios problemas de salud mental y emocional. Algo que ha provocado que «hoy, en la sociedad estemos tomando cada vez más conciencia de que la salud mental es una realidad que nos afecta mucho, y estemos abandonando una cultura del silencio y de la represión emocional», explicó Elena Notario.
Un diagnóstico compartido por Santiago Pérez, que apuntó, además, la importancia de que «los padres, por responsabilidad, revisen sus propios conflictos, porque es muy frecuente que un padre o una madre traiga a su hijo a terapia, y acabe quedándose él cuando se da cuenta de que está proyectando en su hijo sus propios desequilibrios».
Pérez, además, señaló que «el 60 % de las psicopatologías se desarrollan antes de los 14 años, cuando la mayor influencia en el niño es la de su entorno familiar. Por tanto, es imprescindible que, cuando se detectan indicios de necesitar ayuda, se lleve a cabo una intervención familiar para ayudar, en primer lugar, a los padres».
Señales de alerta
Aunque cada caso es diferente, Cristina Sarabia indicó que «es muy común que el uso de las redes sociales, o la relación con sus iguales a través de grupos de WhatsApp, genere en los adolescentes problemas de autoestima y de ansiedad».
Y subrayó algunas señales que los padres pueden detectar, como síntomas que escondan un problema de naturaleza mayor: «Normalmente puede darse un aislamiento mayor, irritabilidad constante, llanto sobrevenido, abuso de sustancias, cambios en las relaciones sociales, cambios de amigos, bajo rendimiento escolar, falta de concentración, actitud evasiva, evitar pasar tiempo con su familia, dejar de acudir a eventos que antes disfrutaba, falta de interés en sus aficiones, despertar excesivamente cansado o dormir en exceso, cambios muy drásticos en el apetito...»
Sutilezas que «es importante observar, y para eso, tenemos que estar presentes física y emocionalmente, con una comunicación fluida y un conocimiento real de sus intereses y de su entorno», añade Sarabia.
Juicio crítico y supervisión
Con todo, los expertos de HLA Grupo Hospitalario reclaman también una actitud de «supervisión activa, no invasiva» por parte de los padres, «capaz de despertar el juicio crítico, para que los propios adolescentes sean conscientes del potencial adictivo que tienen las pantallas y las redes sociales, y el daño emocional que pueden sufrir y que pueden hacer sufrir a otros», explicó Elena Notario.
Así, plantean que «aunque los adolescentes tienen derecho a un espacio de intimidad, basada en la confianza», también es necesario que «los padres no se desentiendan del uso que sus hijos hacen del WhatsApp, de las redes sociales o de las herramientas de la Inteligencia Artificial».
Regular los horarios, utilizar los dispositivos de los padres hasta al menos los 14 años, no tener redes sociales hasta los 16 –la edad legal para ello–, acordar el acceso a las cuentas a través de contraseñas que los padres conozcan, establecer momentos de cero pantallas –como las comidas familiares o las dos horas previas a dormir– y dar ejemplo de autocontrol son algunas de las recomendaciones compartidas por los expertos de HLA.
Intervención estatal
Sin embargo, la gestión de la familia puede no ser suficiente para evitar los problemas de salud mental relacionados con el uso de las redes y, particularmente, con la Inteligencia Artificial. Una tecnología cuyo acelerado progreso presenta enormes desafíos para el futuro inmediato, cercanos a «un escenario distópico», en palabras de Santiago Pérez.
Por ese motivo, los profesionales de la salud mental de HLA reclaman una intervención de las autoridades públicas. «Hoy hay datos más que comprobados –explica Santiago Pérez– que muestran el impacto negativo de estas tecnologías sobre el neocórtex cerebral, sobre la atención, la percepción, y los sistemas regulatorios. Y también sabemos que su uso está tan socializado que alejar a un menor de estos dispositivos puede contribuir a construir un esquizoide, es decir, una estigmatización en un momento de especial vulnerabilidad, aunque ese adolescente vaya a ser el más libre y el que tenga mejor salud mental. Pero, por ese motivo, ha llegado la hora de una intervención estatal que regule de manera restrictiva el uso de estas tecnologías».
Y apuntó que «aunque lo ideal sería evitar el intervencionismo, ha llegado el momento de que el Estado tome decisiones relevantes, como ocurrió con el alcohol o el tabaco porque hoy sabemos que los menores no pueden beber alcohol, y, por tanto, está prohibido que lo tengan o lo compren, porque es malo para ellos; y sabemos que hay mucho menor cáncer de pulmón desde que se prohibió fumar en los restaurantes o los bares».
Así que «si ya sabemos los efectos neurológicos y psicológicos tan negativos que tienen, los profesionales de la salud mental y las familias tenemos que preguntar a las administraciones por qué esto no se regula. Porque, desde luego, la respuesta que están dando no tiene nada que ver con la salud mental», concluyó.