La pediatra e influencer Lucía Galán
Lucía, mi pediatra: «Hoy los adolescentes se rompen menos huesos, pero tienen más depresión a causa del móvil»
La pediatra e influencer Lucía Galán explica para El Debate cómo el uso de pantallas está modificando la salud de los menores.
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En el año 2012 se produjo una conjunción de factores cuyos efectos perduran: la extensión de las tarifas planas para conectarnos a internet a cualquier hora, la implantación de las redes sociales y el acceso casi universal a un móvil inteligente.
Desde entonces, las patologías que los pediatras tratan en consulta ha cambiado: hay una disminución de traumatismos –golpes, roturas, luxaciones...– en los jóvenes, y un aumento (algunas fuentes hablan de un incremento del 300 %) de los problemas de salud mental.
Como explica en exclusiva para El Debate la pediatra y divulgadora Lucía Galán –más conocida en redes sociales como Lucía, mi pediatra, donde acumula más de 1,2 millones de seguidores– «hoy los adolescentes y los niños bajan al parque pero para sentarse en el banco a ver el móvil; se mueven menos, duermen peor y se comparan continuamente con ideales irreales». Y todo eso está «dejando huella en su bienestar psicológico, emocional y por supuesto físico».
–¿Qué impacto tiene en los menores la exposición a las pantallas, como para que la Asociación de Pediatría recomiende un 0 pantallas hasta los 6 años?
–La infancia es un periodo crítico para el desarrollo del cerebro donde se establecen millones de conexiones neuronales, lo que llamamos sinapsis, que determinarán la forma de sentir, de vivir, de relacionarse y de comunicarse de ese niño. Y esas redes neuronales no se establecen a través de las pantallas, así que es un tiempo valiosísimo de desarrollo que estamos perdiendo: esas conexiones entre neuronas se establecen gracias al contacto físico y a la interacción con su entorno real. Durante esos primeros años, los niños necesitan explorar, jugar, tocar, moverse, aburrirse, crear… Y las pantallas, lejos de favorecer ese desarrollo, lo limitan.
–¿Y eso qué efectos tiene?
–Hay evidencia sólida que relaciona la exposición temprana a dispositivos con retraso en el lenguaje, dificultades de atención y concentración, alteraciones en el sueño e incluso problemas en la regulación de las emociones. Por eso las recomendaciones oficiales son claras: cuanto menos, mejor, y antes de los 6 años, mejor nada. No es un capricho, es salud cerebral.
En niños, las recomendaciones oficiales son claras: cuanto menos pantallas, mejor, y antes de los 6 años, mejor nada. No es un capricho, es salud cerebral.
–¿Y en los adolescentes, qué impacto está teniendo, por su experiencia en consulta?
–En la adolescencia vemos un cambio de patrón: no hablamos ya sólo de desarrollo cognitivo, sino de salud mental. Cada vez más adolescentes llegan a la consulta con ansiedad, depresión, alteraciones del sueño con un déficit crónico de sueño, adicción, trastornos de conducta alimentaria, y problemas de autoestima directamente relacionados con el uso de redes sociales y el tiempo frente a las pantallas. A más tiempo en pantallas más riesgo, esto ya lo sabemos. Además, disminuye la actividad física, aumenta el sedentarismo y con ello la obesidad y sus complicaciones. Lo más preocupante y urgente es cómo las pantallas están modelando su manera de relacionarse con los demás y consigo mismos.
Cada vez más adolescentes llegan a la consulta con ansiedad, depresión, alteraciones del sueño, adicción, trastornos de conducta alimentaria, y problemas de autoestima directamente relacionados con el uso de redes sociales y pantallas.
–Hace poco participó en una campaña en el centro comercial Los Arcos, de Sevilla, para concienciar sobre cómo el móvil afecta a toda la familia. ¿Qué repercusiones tiene para el hogar las complicaciones de salud derivadas de un mal uso de las pantallas?
–La tecnología ha entrado en nuestras casas sin manual de instrucciones, y nos ha pillado a todos por sorpresa, ya que los padres de hoy en día somos la primera generación de padres y madres que no hemos recibido educación digital, porque en nuestra infancia no había móviles. Cuando un niño o un adolescente tiene dificultades de sueño, cambios de humor, irritabilidad, fracaso escolar, adicción o aislamiento social a causa del abuso de pantallas, toda la familia se ve afectada. Surgen tensiones, discusiones constantes y una sensación de desconexión dentro del propio hogar. La campaña de Sevilla precisamente buscaba eso: concienciar a las familias de que esto no es un problema individual del niño, sino un reto que nos involucra a todos.
–Algunos informes afirman que, desde 2012, las fracturas en menores se han reducido, mientras que los problemas de salud mental se han multiplicado. ¿Han cambiado las patologías a causa de las redes sociales?
–Sí, la clínica ha cambiado. Ahora vemos menos traumatismos por juego físico y al aire libre, porque los niños ya no juegan tanto en el parque ni en la calle, pero vemos más problemas emocionales y de salud mental. No podemos decir que sea sólo por las redes sociales, porque intervienen muchos factores, pero sin duda son un elemento decisivo. Hoy los adolescentes y los niños bajan al parque pero para sentarse en el banco a ver el móvil; se mueven menos, duermen peor y se comparan continuamente con ideales irreales. Todo eso deja huella en su bienestar psicológico, emocional y por supuesto físico.
–La mayoría de padres creen que sus hijos usan «demasiado tiempo» el móvil. Pero, ¿cuándo es un problema que requiere intervención más seria?
–Se convierte en un problema cuando la pantalla sustituye actividades fundamentales: dormir, comer en familia, relacionarse cara a cara, estudiar o practicar deporte. También cuando observamos irritabilidad extrema al retirar el dispositivo, pérdida de interés en otras cosas o aislamiento social. En esos casos, ya no hablamos de un uso excesivo, sino de un uso problemático que requiere la ayuda de un profesional.