Morante de la Puebla, Carmelo Espinosa, Pepi Camacho y Pedro J. Marques
Primicia
La comida del adiós de Morante de la Puebla con su madre Pepi y su apoderado, en Madrid
Tras cortarse la coleta en Las Ventas, el maestro sevillano se sentó a la mesa para degustar una fritura y rabo de toro a la cordobesa
Con el cuerpo aún entumecido por la voltereta en la plaza y la cabeza asomada al vacío tras una despedida repentina, Morante de la Puebla caminó los 350 metros que separan el hotel Wellington, en la calle Velázquez, del restaurante La Giralda, en Claudio Coello. Le acompañaban su madre Pepi Camacho y su apoderado Pedro J. Marques para dirigirse a su primera comida, el lunes 13 de octubre, tras cortarse la coleta en Las Ventas en la histórica corrida de la Hispanidad. Les recibió el dueño, Carmelo Espinosa, quien también sabe el valor que conlleva ponerse delante de un toro tras sus años de novillero. Feliz de que el maestro sevillano regresara a la que tantas veces ha sido su casa, no faltó la fotografía de rigor para inmortalizar la reunión en torno a una buena mesa.
«Tomaron cosas de picar, fritura y rabo de toro a la cordobesa», declara una fuente a El Debate. «Él es habitual y de hecho, durante la Feria de San Isidro, el día después de que cortase las dos orejas también vino a comer aquí», añaden.
La Giralda abrió sus puertas en 1994 con una oferta culinaria de corte andaluz. Carmelo Espinosa empezó con una pequeña freiduría en 1976, situada en la calle Hartzenbusch. Se puede afirmar que fueron los pioneros de las freidurías andaluzas de calidad en Madrid. Por qué a quién no le gusta una buena ración de cazón en adobo, unos tacos de merluza o una tortillita de camarones con una manzanilla de Sanlúcar.
Carmelo con su equipo en La Giralda
Carmelo acabó en el mundo de la hostelería por casualidad porque a él lo que le tiraban eran los tentaderos y el capote. Se trasladó de Almería a Barcelona y luego a Madrid con la idea de cumplir su sueño e impulsar su carrera como novillero en la década de los 70. Una vez instalado en la capital, compaginó su carrera con un trabajo de camarero, hasta que una grave cogida la retiró y se volcó en la hostelería, pero siempre con la tauromaquia en el corazón.
El local rinde homenaje a la Fiesta y expone uno de sus trajes de luces, un par de capotes, además de carteles de corridas de novillos. Presenta una decoración de estilo Andalusí con azulejos pintados, arcos de ladrillo, macetas con flores o cuadros con escenas costumbristas y paisajes. Un amplio local que cuenta con dos plantas y un íntimo reservado.
A su lado, impulsando el negocio, permanecen sus cuatro hijos; María, Germán, Paco y Carmelo, la nueva generación. Ellos aseguran el legado de un tipo de hostelería familiar, en peligro de extinción, devorada por las grandes cadenas y los restaurantes de poke y té matcha.
Carmelo Espinosa, fundador de La Giralda
En su carta, incluye los platos más emblemáticos de las distintas provincias andaluzas. En el apartado de entrantes destacan sus tomates aliñados, el salmorejo cordobés, la mojama de atún o la ensaladilla La Giralda. Para continuar se pueden probar las gambas de Huelva a la plancha, y por supuesto, las mencionadas frituras. También un espeto de sardinas. Bordan los arroces como el caldoso con almejas y gambas, el de bogavante o el arroz negro con choco.
Entre los pescados, sobresalen a merluza de pincho, el lomo alto de atún con soja o la lubina de costa a la sal. Y en las carnes, el rabo de toro, el solomillo de vaca madurada o las chuletillas de lechal.
La Giralda rinde homenaje a a gastronomía andaluza
Una propuesta gastronómica protagonizada siempre por un producto de primera, que invita a acompañarlo de la típica manzanilla o de su amplia y cuidada carta de vinos. Entre los postres de La Giralda, todos ellos caseros, no se pueden pasar por alto, la leche frita, los piononos de Santa Fe o sus magníficos crepes suzette. El ticket medio es de 50 euros.