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Ilustración de Barca

El duque de Bedford estableció que el esnobismo viene del marxismo, pero no del de Karl Marx, sino del de Marks & SpencerBarca

La mejor lección que nos dejó Ussía en su Tratado de las Buenas Maneras

«La peor plaga que padece hoy día la Humanidad, es decir España, es la de la grosería», escribió el periodista hace tres décadas y se mantiene hoy vigente

El humor es el arma más potente para desenmascarar la verdad más ofensiva. No es fácil su manejo, pero la historia del Periodismo en España nos ha brindado grandes nombres en este arte y uno se acaba de marchar. Nos deja Alfonso Ussía, el maestro de la fina ironía, el enemigo de la corrección política, el valiente que puso nombre a lo que nadie se atrevió y escribió hasta su último día, pues era lo que le mantenía vivo.

De su excelsa obra aún se me dibuja la sonrisa al releer Los tres tratados de las buenas maneras, un recopilatorio de los libros que publicó en 1992, 1994 y 1995, donde retrató a esa sociedad pudiente cuando transita entre la cursilería y la horterada. Un manual hilarante con ilustraciones de Antonio Mingote, Barca y Gallego & Rey. «La peor plaga que padece hoy día la Humanidad, es decir España, es la de la grosería», escribió Ussía. Una afirmación que tres décadas después se mantiene vigente. Hay que preocuparse cuando escuchamos a mujeres que van «al váter» a «depilarse las axilas» o entran a un mercería «a comprar unas bragas». Igual de preocupante resultan las que dicen «porfa» o «levantan el dedo meñique cuando agarran la taza de café».

Ussía criticó las manías de los ricos y los nuevos ricos. Le gustaba detenerse en el duque de Bedford y su Tratado de los snobs, donde afirmó que el esnobismo viene del marxismo, pero no del de Karl Marx, sino del de Marks & Spencer, la cadena británica de almacenes donde por módicas cantidades, «cualquier ciudadano puede vestirse casi como un noble».

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«El niño no me come bien»Barca

Ussía ya nos advirtió de que ser normal no es nada fácil. Para ser una persona decente se requieren como mínimo unos requisitos. «No llevar zapatos de rejilla en los meses caniculares; no vestir en las cacerías todo de verde para camuflarse en las encinas; no pillar un taxi ni un catarro, sino cogerlo», resumía en uno de sus capítulos.

Mención aparte merecen las personas que van a las playas con bañadores y no trajes de baño. «Quien escuche tengo un bañador rojo ya sabe con quién se la está jugando. Dos opciones; puede ser un hortera o un individuo que dispone de un miembro del Partido Comunista para que lo bañe».

Y hay que alejarse de las madres que se refieren a los niños «como chiquillos o renacuajos». «Esas mismas que tienen hijos y 'no les comen bien' o califican de 'interesante o divertida' a una ensalada de kiwi y pimientos de piquillo».

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«No te preocupes, que no hace nada»,Barca

Pero quizá donde más identificada me siento con Ussía es en el apartado de los animales. Cada mañana, al tomar el ascensor rezo para que no me pare ningún vecino con su chucho baboso cuando salgo a trabajar con mi vestido recién planchado. Por desgracia, en mi edificio hay una amplia representación de razas; pastor alemán, doberman, yorkshire terrier... Detesto que se abra la puerta en el tercero, salte el perro y el dueño, al ver mi cara de pocos amigos, pronuncie esa ridícula frase: «No te preocupes, que no hace nada», mientras su mascota me enseña sus colmillos salivando. Como bien dijo Ussía, este comentario sería innecesario, «si los propietarios de los perros estuvieran educados». Pero no es el caso. «El perro con dueño tonto acostumbra a tener muy mala uva».

También dedicó un capítulo a los gatos. Me horrorizan, pero al menos no me toca compartir ascensor con ellos. Sí he sentido al entrar en alguna casa la sensación que describió Ussía. «Una casa con gato huele a gato y el olor a gato no es precisamente agradable». Se mete entre los pies de uno en el momento más inesperado despertando en mí una sensación de grima bastante desagradable. «Cuanto más fina y sofisticada sea la raza del pequeño felino, mayor es la posible ordinariez de sus dueños».

Y perdón, Alfonso, porque yo he sido una de «esas motorolas en el AVE a Sevilla», que ha peleado con su novio en un tono no demasiado melodioso para desgracia de mi compañeros de vagón. «Motorolo», ese término que acuñó su amigo sevillano Antonio Burgos, con el que ya se ha reunido allí arriba. También he dicho alguna vez que un hotel es muy «cosy» y la primera que vez fui a Londres sí esperé para ver el «ridículo espectáculo del cambio de guardia en Buckingham». También tiré una moneda en la Fontana de Trevi comportándome como una «turista idiota». Prometo no referirme a ti nunca como «el finado».

Gracias por tanto. Gracias por tu columna 'Mugre' donde me felicitaste por salir viva de la taberna Garibaldi de Pablo Iglesias. Hasta siempre, maestro.

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