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Carmen Lomana, en la estancia principal de su vivienda, el salón

Carmen Lomana, en la estancia principal de su vivienda, el salónInstagram

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La casa del siglo XIX y estilo palaciego que Carmen Lomana tiene en el corazón más exclusivo de Madrid

Alfombras de origen persa, lámparas de araña de la Real Fábrica de Cristales de la Granja o huevos Fabergé pueblan cada rincón de la vivienda

La figura de Carmen Lomana, empresaria y presencia habitual en el mundo social madrileño, siempre ha despertado interés por su estilo personal y su gusto por la estética clásica. Buena parte de ese estilo se refleja en su vivienda del barrio de Salamanca, una de las zonas más exclusivas y señoriales de Madrid. Su casa, ubicada en un edificio histórico, combina tradición arquitectónica con una decoración personalísima basada en el coleccionismo y el refinamiento.

El inmueble en el que reside forma parte de la arquitectura burguesa característica del barrio, marcada por fachadas sobrias, portales amplios y una distribución propia de las construcciones de finales del siglo XIX. Techos altos, molduras originales y grandes ventanales son algunos de los elementos que definen la estructura principal de la vivienda, aportando amplitud y luminosidad a todas las estancias.

Su interior sigue la misma línea clásica y elegante que su dueña. En los salones predominan los tonos cálidos y las piezas de mobiliario francés, combinadas con alfombras persas, lámparas de araña y espejos ornamentados. La socialité ha reconocido en múltiples ocasiones su gusto por el arte y los objetos antiguos, por lo que un simple vistazo a cualquier rincón permite visualizar muchos de ellos. Porcelanas, figuras decorativas, cuadros y piezas adquiridas a lo largo de los años en subastas de arte, viajes y ferias como la de Anticuarios de Burdeos y brocantes de Bayona.

Lejos de la estética minimalista que prima ahora, Carmen Lomana se decanta por una estética cuidada y llena de detalles, donde cada objeto parece tener una historia. Las molduras palaciegas, los frescos de paredes como la del comedor y los cuadros decimonónicos con marcos dorados hacen las delicias de una propiedad que parece un museo viviente.

Al fin y al cabo, la socialité se formó en Filosofía y Letras e Historia del Arte, por lo que la pintura es una de sus grandes pasiones. «Me gustan las piezas con pasado, que tengan algo que contar», dijo en una entrevista. En el comedor, por ejemplo, triunfa una alfombra de los años 40 de la Real Fábrica de Tapices y sobre la mesa de estilo imperio destaca una lámpara de la Real Fábrica de Cristales de la Granja. «Con una alfombra, una casa es un hogar», dijo en una ocasión. También destacan vitrinas con juegos de porcelana, abanicos y pequeños adornos y figuras de biscuit que le regaló su abuela.

Carmen Lomana posa ante la majestuosidad de su salón

Carmen Lomana posa ante la majestuosidad de su salónInstagram

A pesar del carácter histórico del edificio, la vivienda ha sido adaptada con el paso del tiempo. Una reforma integral permitió reorganizar los espacios para aumentar la entrada de luz natural y modernizar zonas como la cocina y los baños, sin alterar la esencia clásica que caracteriza al conjunto.

El resultado es un equilibrio entre confort contemporáneo y estética tradicional. En una de las estancias, además, es posible ver que tiene distintos aparatos deportivos para mantenerse en forma y que contrastan con piezas más cuidadas como dos zapatos joya de Luis XIV en tonos verdes y azules, que militan en antigüedad con el huevo de Pascua de Fabergé.

Carmen Lomana casa

Carmen Lomana dispone de material deportivo para ejercitarse en casaInstagram

Más allá del lujo o la estética, la casa de Carmen Lomana funciona casi como un retrato íntimo de su propietaria. No faltan los recuerdos de su difunto marido Guillermo, al que siempre ha considerado el gran amor de su vida. «Guillermo me hizo fuerte en vida. Cuando le propuse separarnos, porque sentía que no podía ofrecerle una familia, me dijo 'No me casé contigo por los hijos. Me casé porque te amo. Y si no los tenemos, seguiremos siendo novios eternos'. Y así fue. Vivimos como dos enamorados, sin concesiones al deber ni al desencanto'». Su trágica muerte tras 25 años de matrimonio en un accidente de tráfico ha sido uno de los momentos más duros de su vida, pero de él conserva piezas de su vida en común.

A lo largo de los años, la vivienda se ha convertido también en escenario de entrevistas y reportajes, donde la propia Lomana ha compartido su manera de entender el hogar: un lugar cuidado y profundamente ligado a la tradición.

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