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26 de abril de 2024

Estatua de Hrolf Ganger

Estatua de Hrolf Ganger

Picotazos de historia

El vikingo que se negó a besar el pie de Carlos III

La ceremonia de vasallaje exigía que se besara el pie al rey, pero el vikingo Hrolf se negó a hacerlo. Lo haría en su lugar uno de sus capitanes que lo agarró por el tobillo y lo alzó hasta su boca 

Hrolf, hijo del jarl de More, a quien llamaban Ganger 'El andarín', ya que su enorme tamaño no permitía que los pequeños caballos nórdicos pudieran soportar su peso, había puesto sitio a la ciudad de Chartres. Era el año 911 y Carlos III, apodado 'El simple', decidió que era mejor ganarse a ese peligroso grupo de guerreros que estaban saqueando el norte de su reino. Se iniciaron conversaciones que culminaron en el llamado Tratado de Saint-Clair-sur-Epte. Carlos entregaba como feudo y posesión a Rollon (latinización del nombre del noruego) las tierras al norte del río Epte, lo que hoy llamamos Alta Normandía, con la posibilidad de extenderlas hasta la península de Cotentin. Básicamente eran tierras que Carlos III ya no controlaba. Hrolf o Rollon, por su parte, reconocía la soberanía de Carlos y le aceptaba como su rey. Como prueba de buena voluntad por ambas partes, Rollon se convertiría al cristianismo, tomando como nombre Roberto y se casaría con una hija de Carlos, Gisela.
Todos estos hechos nos han llegado gracias a las crónicas escritas por un monje llamado Dudo de Saint Quentin.
La ceremonia de vasallaje tendría lugar en Ruan y antes de esta surgió un pequeño problema. Hrolf se negaba a besar el pie de Carlos III como exigía el ceremonial.
–«Soy de demasiado alto linaje como para tolerar ello», dijo.
Como todos estaban deseando que se cumpliera el tratado, rápidamente se llegó a un acuerdo de compromiso: Hrolf besaría el pie del rey por delegación. Esto es, lo haría uno de sus capitanes en su lugar.
Llegado el momento de la ceremonia, Hrolf hizo señas a uno de sus capitanes para que se adelantara y cumpliera con el ritual. El elegido era un enorme vikingo de aspecto fiero.
Se acercó hasta el estrado donde se alzaba el trono en el que se sentaba Carlos III, se inclinó y, en vez de arrodillarse para acercar la cabeza al pie, cogió el pie del rey por el talón y lo alzó hasta su boca.
Carlos III se pegó la costalada padre, pero se dio por buena la ceremonia.
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