La otra historia de la comisaría de Vía Laietana que el Gobierno y el separatismo pretenden ocultar

El nacionalismo catalán se ha vuelto a salir con la suya. Este martes, el Boletín Oficial del Estado (BOE) publicaba una resolución por la cual se declaraba la sede de la Jefatura Superior de Policía de Barcelona, ubicada en la Vía Laietana, como Lugar de Memoria Democrática. El motivo, dicen, es por ser un espacio donde se han cometido «crímenes de lesa humanidad o contrarios a los derechos humanos» y el «nodo principal de la tupida red de espacios y cuerpos represivos de la dictadura» en Cataluña.

A esta resolución, el portavoz de Sumar en el Congreso, el argentino Gerardo Pisarello, ha sentenciado que «nadie entendería que Auschwitz o que la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA) en Argentina estuvieran operativas policialmente con un relato histórico». Negar que durante la dictadura franquista y la Transición se cometiesen estos crímenes en la comisaría sería mentir… pero también es cierto que la Jefatura no se creó en 1939. Lo que ocurrió antes es lo que se pretende tapar.

Considerar la comisaría de Vía Laietana única y exclusivamente como una máquina represora del franquismo es explicar solo una parte de la historia. Es lo mismo que ocurre con el Camp de la Bota, el castillo de Monjuïch o las prisiones Modelo y de Les Corts: todos ellos fueron usados por el franquismo, pero también por ERC, los anarcosindicalistas y los comunistas durante la Guerra Civil.

Esta parte de la historia no interesa tanto contarla. Por ejemplo, si bien es cierto que en el Camp de la Bota se fusiló a muchos represaliados por el franquismo, no es menos cierto que ahí se fusiló, con el beneplácito del presidente Lluís Companys, a todos los militares sublevados el 19 de julio de 1936. Lo mismo podríamos decir del castillo de Montjuïch: cientos de catalanes fueron encarcelados y fusilados en los fosos de Santa Helena.

El despacho de Dionisio

Volviendo a la comisaría de Vía Laietana, en la época de la Guerra Civil se llamaba Jefatura Superior de la Dirección General de Seguridad. Ahí tenía su despacho Dionisio Eroles Batlló, que desde el 18 de octubre de 1936 ostentaba el cargo de jefe de servicios de Seguridad Interior. Miembro de la CNT, a su mando estaban las Patrullas de Control.

Nacido en Barcelona en 1900, desde su juventud Eroles fue militante del sindicato anarquista Confederación Nacional del Trabajo (CNT). En 1924 fue condenado a 20 años de prisión por actividades subversivas, aunque sería puesto en libertad tras la proclamación de la II República en 1931. Estuvo asociado con el grupo Nosotros.

Durante la guerra adquirió una gran notoriedad como jefe de las llamadas Patrullas de Control, que sembraron el terror en Barcelona por sus asesinatos y robos. En septiembre de 1936, después de que la CNT entrase en el gobierno de la Generalitat de Cataluña, Eroles pasó a ser jefe de servicios de la Comisaría General de Orden Público.

Se le supone un papel destacado durante el complot independentista de noviembre de 1936 para asesinar a Companys, al descubrir la trama golpista urdida por miembros de Estat Català. Tras los hechos de mayo de 1937, perdió su cargo en la Comisaría de Orden Público y pasó a dirigir la federación catalana de la CNT. Hacia el final de la contienda se exilió a Francia, estableciéndose en Montauban. Murió en 1940, supuestamente secuestrado por la policía franquista en Andorra.

Todo lo que aquí se ha contado forma parte de una memoria histórica que quiere olvidar y borrar el nacionalismo catalán y miembros de la izquierda catalana. No les interesa conocer su pasado y sólo se centran en lo que hizo el franquismo. Sin embargo, durante cuatro años ellos cometieron más asesinatos contra la población civil, militar y religiosa catalana que el franquismo en 40 años de dictadura.