Disparos contra la historia: la destrucción de los Budas de Bamiyán
Bajo orden dictada por el líder talibán Mulá Omar, en febrero de 2011, y acogiéndose a la supuesta ley islámica, se decretó la destrucción de cualquier ídolo o icono que representaba deidades forasteras al islam. Después de un mes de ataques, los budas que habían sobrevivido durante quince siglos fueron literalmente volados
«No puedo respirar», fueron las palabras que pronunció George Floyd mientras un policía apretaba su cuello firmemente con su rodilla. Poco después, fallecía. El asesinato del ciudadano afroamericano George Floyd, en mayo de 2020, provocó en Estados Unidos una oleada de protestas sin precedentes contra el racismo y la violencia policial. Estas protestas derivaron en actos vandálicos hacia esculturas y monumentos del pasado, en principio en nombre del racismo, que se vino a expandir por todo el mundo occidental.
Parece que atentar contra las estatuas y símbolos del pasado está llegando a convertirse en una peligrosa moda de aquellos que quieren imponer su modo de pensar atacando la historia. La Real Academia de la Historia Española, en junio de 2020 alertó en este sentido ante los ataques a estatuas de personajes simbólicos como Cristóbal Colón, Miguel de Cervantes o Carlos III. Estos actos que no pasan de pintadas o decapitaciones a los monumentos llevados a cabo por grupos sociales reaccionarios. Cuando son perpetrados por parte de un Estado se denominan terrorismo estatal ejercido contra el patrimonio y la identidad de los propios pueblos como fue el caso de la destrucción de los Budas de Bamiyán por el ejército talibán.
Encuentro entre civilizaciones
La importancia del valle de Bamiyán reside en su ubicación como punto de encuentro comercial en la ruta de la seda entre la India y el mediterráneo, donde tuvo lugar la fusión entre la cultura griega y la hindú. Cabe recordar que Afganistán fue parte del Imperio alejandrino y el límite occidental hasta donde llegó el budismo. Esta religión fue dominante en la zona de Bamiyán entre los siglos III a. C. y VIII d.C. La fundación del monasterio budista en el siglo II a. C. convirtió el valle en un importante centro de culto y peregrinación. Documentos antiguos del siglo VII d.C. narran que la zona debió de estar habitada por más de diez mil monjes ermitaños. En el 770 d. C. bajo el califato abasí, el islam se difundió por la región, llegando a convivir grupos sociales de ambas religiones, hasta llegar a ser dominante en el siglo X. A lo largo de la historia los budas sufrieron diversos ataques, siendo el más fuerte datado en 1221 por los ejércitos de Gengis Kan. Los exploradores europeos del siglo XVIII ya dieron cuenta de la importancia monumental de Bamiyán, y en la temprana fecha de 1922 comenzaron las primeras acciones de consolidación arqueológica.
El centro monástico estaba constituido por alrededor de mil cuevas de las que algunas eran celdas de los monjes mientras que otras estaban destinadas al culto. Estas, de mayor tamaño fueron ricamente decoradas con relieves, frescos y esculturas. En el Norte del valle se localizaban los Grandes Budas, cuya construcción debió de ocurrir a finales del siglo VI.
Las esculturas, que forman parte del complejo budista, estaban caracterizadas por un nuevo estilo iconográfico que mezcla la tradición hindú con la estética helena. Cobijados bajo hornacinas de medio punto, los budas fueron tallados sobre la pared de roca arenisca y concebidos como esculturas de cuerpo completo, en pie y en posición frontal adosadas a la montaña. Se presentan vestidas con hábitos monacales y su hieratismo es truncado por los antebrazos que se adelantan. La diferencia aparente entre ambos estriba en su altura, si bien la pose y la policromía también diferían.
El Buda del este, el de menor tamaño, era identificado como el Buda gris o Luna blanca, mientras que al Buda del oeste era denominado el Gran Buda rojo. El buda de menor tamaño medía 38m y su hornacina se encontraba decorada con pinturas al fresco. En torno a ella se accede a diversas salas abovedadas ricamente decoradas con frescos y galerías interconectadas que también sufrieron la brutalidad talibán.
El Gran Buda medía 55 metros, su nicho también se encontraba decorado, en este caso con escenas de Buda y Bodhisattvas. A sus pies se abrían unas 10 grutas a nivel del suelo y varias galerías abiertas en el propio nicho enlazaban la cabeza con los brazos del Buda. Las estatuas de Bamiyán perdieron su función y significación religiosa cuando la zona fue completamente islamizada, pero sin embargo fueron adquiriendo una significación identitaria del pueblo de Bamiyán, convirtiéndose en auténtico símbolo. En el siglo XVIII, la población local creó en torno a las figuras una leyenda digna de Washington Irving. Nombró al Gran Buda Salsal, príncipe de Bamiyán, y al buda del este Shamama, la princesa de un reino remoto, ambos al no poder satisfacer su unión, eligieron convertirse en estatuas de piedra para la eternidad.
El vacío: insignia del terror
En febrero de 2001, el Mullah Omar anunció la destrucción de las grandes estatuas del Valle y desencadenó la movilización de la comunidad internacional. La UNESCO envió una delegación compuesta por líderes islámicos y ulemas para intentar detener la barbarie. Nada pudieron hacer, los budas que habían sobrevivido durante quince siglos fueron literalmente volados. El 11 de marzo comenzaron la destrucción primero con disparos de artillería y cañones, para proceder posteriormente a dinamitar las estatuas, y provocaron grandes daños en numerosas cuevas y galerías que se encontraban en riesgo de derrumbe. Los talibanes, forzaron a la población civil de Bamiyán a colocar dichos explosivos, en un acto de heroicidad algunos residentes se negaron a participar del atentado contra los Budas de Bamiyán, por lo que fueron ejecutados. Este hecho muestra el alto grado de simbología de las estatuas para el pueblo local.
Inmediatamente después que los Talibanes fueran expulsados del país, la UNESCO, el ICOMOS junto con la colaboración de diversos países como Japón o Alemania han procedido a la recolección y catalogación de los restos de los Budas esparcidos por la zona y a la consolidación de los nichos, cuevas y galerías adyacentes. Todo inserto en un programa de dinamización cultural y económica de la región. La Bamiyán ha sido símbolo de esperanza para el pueblo afgano acogiendo todo tipo de actividades culturales y deportivas. En 2015 un proyecto chino permitió proyectar sobre los nichos vacíos dos hologramas que recreaban la majestuosidad de los budas y en octubre del 2020 acogió la sexta maratón de Afganistán donde participaron unas doscientas mujeres.
Al despojar a los nichos de sus budas, los talibanes que pretendían borrar la memoria histórica de un pueblo construyeron un nuevo símbolo. El símbolo del terror talibán al que fue sometido el pueblo afgano. Hoy ese terror retorna con mayor fuerza que nunca entre la población de Bamiyán. Dos décadas después del bombardeo de los budas, el 1 de noviembre de 2021, Aamaj News compartía un video en las redes sociales, en el que se mostraba claramente cómo los talibanes abrieron fuego contra los nichos vacíos.