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Una V-1 montada debajo de un Heinkel He 111 . Se aprecia la conexión al dispositivo de disparo desde la cabina

Una V-1 montada debajo de un Heinkel He 111 . Se aprecia la conexión al dispositivo de disparo desde la cabina

Adolf Hitler supo que el arma estratégica del futuro sería un misil balístico de gran rendimiento

El Tratado de Versalles prohibió a Alemania fabricar aviones de combate, cazas y bombarderos, pero no mencionaba los misiles balísticos

El Tratado de Versalles prohibió a Alemania fabricar aviones de combate, cazas y bombarderos, pero no mencionaba para nada a los misiles balísticos. De modo que, cuando Adolf Hitler asumió el poder, en enero de 1933, comprobó la existencia de un equipo investigador de cohetes militares.

En 1936 el jefe de este grupo, Walter Dornberger, impartió una directiva planteando la fabricación de un cohete destinado a transportar cien veces la fuerza explosiva del cañón Gran Bertha de 1918 sobre el doble de la distancia. Para ello, Dornberger contrató a Wernher von Braun que será el padre del programa espacial de Estados Unidos.

El " gran Berta ", el poderoso obús alemán utilizado masivamente en Verdún

El « gran Berta », el poderoso obús alemán utilizado masivamente en Verdún

Hitler acertó al opinar que el arma estratégica futura sería un misil balístico de gran rendimiento. Uno de los pocos que entendió esto entre los aliados fue el diputado tory Duncan Sandys, que advirtió el 23 de noviembre de 1944: «En el futuro, la superioridad en la artillería de cohetes de larga distancia bien puede ser tan importante como la superioridad del poder naval o aéreo». La ortodoxia de los anglosajones se centraba en la flexibilidad del gran bombardero, que era esencialmente un concepto de la Gran Guerra (1914-19). El principal científico de Churchill, lord Cherwell, el 5 de diciembre de 1944, refutó a Sandys arguyendo que los cohetes de gran alcance eran imprecisos y no aportaban un rendimiento elevado. Era una crítica irrefutable mientras el explosivo continuase siendo el convencional.

V(1) de venganza

Hitler podía tomar dos opciones: el avión guiado sin piloto (V1) era muy atractivo para su muy desarrollado sentido de la economía militar. Era un arma eficaz y barata. Por el precio de un bombardero Lancaster británico, el entrenamiento de la tripulación, las bombas y el combustible, Alemania podía disparar bastante más de trescientas V1 hacia Reino Unido, cada una con una tonelada de explosivo de gran poder, a una distancia de 320 kilómetros y con mejores posibilidades de alcanzar el blanco.

Durante el período que va del 12 de junio al 1 de septiembre de 1944, con un gasto para los alemanes de doce millones y medio de libras esterlinas, la ofensiva de las V1 costó a los aliados casi 48 millones por la pérdida de producción, la necesidad de instalar más defensas antiaéreas y de emplear aviones de caza, así como la de utilizar aviones y tripulaciones en la ofensiva de bombardeo contra los emplazamientos. El Ministerio del Aire informó el 4 de noviembre de 1944: «Los resultados fueron muy favorables al enemigo y el coeficiente estimado por referencia a nuestros costos fue de casi cuatro a uno». Los germanos tuvieron 185 bajas, contra 7.810 aliados muertos, incluyendo 1.950 aviadores entrenados.

El programa de cohetes parecía el único modo de satisfacer el intenso deseo de Hitler de vengarse de Roosevelt

Las V1 dañaban de media diaria 20.000 casas en julio de 1944, afectando mucho la moral de Londres. El error de Berlín fue no invertir antes o con bastante intensidad en esta arma. En el caos del programa logístico alemán, era necesario apelar al Führer para obtener prioridad en las fábricas y las inversiones. Fue lo que hicieron los grandes cohetes de Dornberger y Braun.

Soldados alemanes preparando el lanzamiento de una V1

Soldados alemanes preparando el lanzamiento de una V1Bundesarchiv / Wikimedia Commons

V2

Sin apenas rendimiento, este programa consumió muchos recursos. Sin salir de Alemania utilizó los servicios de 20.000 trabajadores, incluyendo a muchos de los técnicos más especializados. Privó a la Luftwaffe de poder desarrollar jets avanzados, al Heer de construir refinerías subterráneas de petróleo, y al absorber los escasos equipos eléctricos perjudicó la producción de aviones, submarinos y radares. En concreto, los cohetes utilizados en la campaña de la V2, los A4, de los cuales se dispararon solo 3.000, eran mucho más caros que las V1, que salían a 125 libras esterlinas cada una, llevaban una carga de solo 5.500 kilos aunque su velocidad supersónica las hacía indetectables y prácticamente no podían ser interceptadas por la RAF, pero su sistema de guiado era imperfecto.

El programa de cohetes parecía el único modo de satisfacer el intenso deseo de Hitler de vengarse de Roosevelt. En el tablero de proyectos se quedó el cohete intercontinental A9/A10, de cien toneladas de peso y una segunda etapa que se elevaba a 370 kilómetros en la estratosfera, planeado para alcanzar Nueva York y Washington. Aunque se hubiese construido y disparado, su carga convencional era escasa. La única perspectiva eficiente hubiera sido unir el cohete A10 con una carga nuclear.

Lanzamiento de un V2 en 1943

Lanzamiento de un V2 en 1943Bundesarchiv / Wikimedia Commons

Arma atómica

Alemania no pudo fabricar un arma atómica durante la guerra, aunque algunos científicos creían que la Segunda Guerra Mundial se convertiría en una contienda nuclear. Durante el período entre las dos guerras hubo cierta simetría en el avance del conocimiento atómico. La teoría de la relatividad de Einstein llevaba implícito el concepto de una colosal explosión de poder. Si podían liberarse las partículas portadoras de gran energía que se encontraban en el núcleo, la materia prima indicada era el uranio 235, dado que los elementos más pesados son los que tienen más energía, y ese uranio ocupaba el extremo superior de la escala de pesos. La física de elevada energía fue la gran ciencia dinámica de la década de los veinte. Todo eso sí lo consiguieron los estadounidenses y lo usaron dos veces contra Japón.

Reciclaje

Walter Dornberger, tras la Guerra, fue llevado a Estados Unidos a través de la Operación Paperclip (los soviéticos también atraparon científicos alemanes en su Operación Osoaviakhim). Dornberger trabajó durante tres años para la US Air Force en misiles guiados. Desde 1950 a 1965 trabajó para Bell Aircraft Corporation; fue consultor principal en el proyecto X-20 Dyna-Soar, el avión en que se basó el Transbordador Espacial de Estados Unidos. En Bell Aerospace, desarrolló el hardware para el proyecto BOMI, un bombardero espacial movido por cohetes. Volvió a su patria para morir tras revolucionar el arte de la guerra.

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