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Cuadro «El último de Gibraltar», por Augusto Ferrer-Dalmau, en el que se muestra la figura de Diego de Salinas

Cuadro El último de Gibraltar, por Augusto Ferrer-Dalmau, en el que se muestra la figura de Diego de Salinas

Gibraltar, el África ecuatorial, Orán y Mazalquivir: las reivindicaciones territoriales españolas

Castiella y Areilza entendían que la pérdida de territorios españoles se produjo como consecuencia de la guerra hasta 1858 cuando los españoles, después de la expedición a la Conchinchina, cedieron voluntariamente lo conquistado a Francia

Fernando María de Castiella y José María de Areilza fueron dos vizcaínos que prestaron importantes servicios al Estado en puestos de relevancia. Ambos partieron de una posición política falangista tras le Guerra Civil para evolucionar hacia posturas más moderadas, aperturistas y democráticas conservadoras.

Castiella, que era catedrático de Derecho Internacional, ocupó cargos de embajador y llegó a ser ministro de Asuntos Exteriores entre 1957 y 1969, tocándole la guerra de Ifni y la independencia de Guinea, entre otras causas. Chocó en política exterior con el vicepresidente Carrero Blanco. Murió en 1976, sin haber tenido participación destacada en la Transición.

Areilza fue un político conservador católico durante la República, falangista posteriormente y primer alcalde de Bilbao tras la Guerra Civil. Embajador en Francia, Estados Unidos y Argentina durante el franquismo. Fue uno de los impulsores de Coalición Democrática que presidía Fraga Iribarne y ministro de Asuntos Exteriores en el primer gobierno tras la muerte de Franco.

Fernando María Castiella (izquierda) y José María de Areilza (derecha)

Fernando María Castiella (izquierda) y José María de Areilza (derecha)

Engrandecer el África española

En la primera postguerra, cuando ambos eran jóvenes y estaban llenos del entusiasmo bélico que correspondió a los vencedores, publicaron un extraño libro que recogía una no menos extraña doctrina. En 1941 el Instituto de Estudios Políticos editó Reivindicaciones de España, con prólogo de Alfonso García Valdecasas que señalaba que la historia se hace o se padece. Un ensayo de irredentismo secular y de ensoñación imperial de la Falange.

En 1941 la Segunda Guerra Mundial no estaba decidida y los hechos se inclinaban a favor de Alemania. Los autores, como otros muchos políticos españoles, veían la ocasión de engrandecer el África española y se fundaron en pretendidos derechos históricos, arrebatados de manera injusta. No se pararon a considerar que en esas pérdidas hubo guerras de por medio, incluso abandonos voluntarios.

Aunque señalaban en palabras previas que no era un libro escrito contra Francia e Inglaterra, el querer obtener colonias de estos dos países cuando fueran derrotados era un gesto hostil. De hecho, el Reino Unido nunca dio el plácet para que Castiella fuera el embajador de España en Londres.

Trataron de combatir lo que ellos llamaban derrotismo histórico, una renuncia a la expansión y a la relevancia internacional, con un nuevo impulso imperial

Los autores, con una buena base histórica, desgranaron argumentos diplomáticos para dar autoridad a sus tesis. En sus páginas, pues, hay mucho de historia y otro tanto de política. Es un libro muy bien documentado, se nota que los autores tuvieron acceso privilegiado a los archivos del Palacio de Santa Cruz.

Quizás contaran con colaboración de diplomáticos o archiveros. Trataron de combatir lo que ellos llamaban derrotismo histórico, una renuncia a la expansión y a la relevancia internacional, con un nuevo impulso imperial. Entendían que la pérdida de territorios españoles se produjo como consecuencia de la guerra hasta 1858 cuando los españoles, después de la expedición a la Conchinchina, cedieron voluntariamente lo conquistado a Francia.

El siguiente episodio fue la renuncia a establecer una base en Arabia, cerca de Adén en el mar Rojo, que el jefe de los Ras Asman había ofrecido a España por quince mil pesos. Esta fue la última oportunidad de establecer bases en el golfo de Adén, hubo más. Faltaba voluntad de imperio, en la retórica falangista y había que retomarla.

En cuanto las reivindicaciones concretas que los dos autores exponían como resumen del proyecto falangista son variadas y difusas.

«Reivindicaciones de España»

En primer lugar, como no podía ser de otra manera en la época de Franco, estaba Gibraltar tomado en 1704 en la Guerra de Sucesión española y retenido desde entonces a pesar de ser considerada una colonia en todos los términos de derecho internacional.

Castiella y Areilza no reivindicaban este territorio solo por razones históricas sino también porque la mayor parte de la población europea era de origen español

La segunda reivindicación sugerida es la del Oranesado francés. Es cierto que los españoles tomaron Orán y Mazalquivir en 1503 estableciendo un sistema defensivo inexpugnable que trataba de impedir la acción otomana en el Mediterráneo occidental.

Eran dos plazas fortificadas que, en realidad constituían un solo dominio con muy poca extensión territorial más allá de los fuertes y bastiones exteriores. A finales del siglo XVIII, la piratería berberisca no tenía la fuerza de antes y se podía combatir con buques de la Armada.

Además, los habitantes vecinos ya disponían de una buena artillería que obligaba a un gasto excesivo en refuerzo de murallas. Y, para completar, un terrible terremoto en 1790 causó enormes estragos en las plazas.

El gobierno decidió entonces, ante el aluvión de gastos que exigía el mantenimiento, abandonar voluntariamente las posiciones, y así se expresó en una real cédula de 1791. En 1830 los franceses desembarcaban en Sidi Ferruch comenzando la colonización argelina. Castiella y Areilza no reivindicaban este territorio solo por razones históricas sino también porque la mayor parte de la población europea era de origen español.

En el África ecuatorial la reivindicación era de territorios de Camerún, Nigeria y el Congo francés (Gabón). Basados en unos pretendidos derechos trasmitidos por Portugal en 1777 y nunca ejercidos.

Y los territorios que España nunca ocupó en el este de Guinea. Había un claro ejemplo de derechos no ejercitados, decaídos. Hay que tener en cuenta que la parte continental de Guinea (Río Muni) solo se llegó a ocupar en época de Primo de Rivera y apenas tenía población española.

Lo mismo se puede decir de las zonas del Sáhara que Francia arrebató a España en el tratado de Paris de 1900. Pero, a fin de cuentas, se sancionó en un tratado firmado voluntariamente por España.

Con respecto a Marruecos, las reivindicaciones tenían mayor base histórica porque sería tomar los límites de Protectorado trazados en el Tratado non nato de 1904 con Francia y Tánger. Pero en Marruecos la opinión británica tenía mucho peso. Sin embargo, en 1941 un pacto con Hitler podría asegurar este territorio a cambio de entrar en la guerra mundial.

Este pudo haber sido uno de los puntos tratados por Franco y Hitler en Hendaya en octubre de 1940. El precio era muy alto incluso para Franco. Una larga relación de agravios, de lamentaciones históricas y de aspiraciones evanescentes.

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