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25 de abril de 2024

Pío XI en su despacho de trabajo

Pío XI en su despacho de trabajo

Hace 100 años en El Debate

22 de junio de 1922: la primera encíclica del Papa Pío XI

El Debate informaba de que el Papa Pío XI publicaría su primera encíclica con ocasión de la fiesta de la Asunción. «El Papa, recientemente elevado al solio, ha debido ocuparse de urgentes asuntos del gobierno de la Iglesia y de importantes acontecimientos internacionales; por esta razón trabajará en la redacción de su primera encíclica durante las próximas vacaciones», rezaba la noticia.
Apodado «el Papa de las encíclicas» por haber escrito una treintena de estas, tuvo que enfrentarse al periodo de entreguerras y sus retos. Aunque se estimaba que la publicación de la primera sería el 15 de agosto, en realidad se publicaría en diciembre de 1922 en la que bajo el título de Ubi arcano Dei consilio expuso la grandeza y gravedad del momento histórico que estaba viviendo, además de presentar lo que sería el lema de su pontificado: Pax Christi in regno Christi, es decir, la paz de Cristo en el reino de Cristo. En su discurso pueden diferenciarse cuatro partes: una introducción en la que realiza un breve comentario sobre los asuntos a los que debe atender desde su elección. Luego pasa a exponer los males a los que se enfrentaba la sociedad de entonces y las causas que los provocan para luego a desarrollar los remedios que él propone. Y por último, explica el programa de su pontificado.
Pío Xi subraya en esta encíclica que el gran mal es la falta de paz (internacional, social y política, doméstica, del individuo y religiosa): «en vez, pues, de la confianza y seguridad reina la congojosa incertidumbre y el temor; en vez del trabajo y la actividad, la inercia y la desidia; en vez de la tranquilidad del orden, en que consiste la paz, la perturbación de las empresas industriales, la languidez del comercio, la decadencia en el estudio de las letras y de las artes; de ahí también, lo que es más de lamentar, el que se eche de menos en muchas partes de conducta de vida verdaderamente cristiana, de modo que no solamente la sociedad parece no progresar en la verdadera civilización de que suelen gloriarse los hombres, sino que parece querer volver a la barbarie».
Y como remedio indica que es necesario ante todo que «la paz reine en los corazones. [...] Es necesaria una paz que llegue al espíritu, los tranquilice e incline y disponga a los hombres a una mutua benevolencia fraternal. Y no hay semejante paz si no es la de Cristo». Y es por ello que el Papa se esforzaría por «restaurar todas las cosas en Cristo».
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