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25 de abril de 2024

Vista de celdas abiertas de una checa

Vista de celdas abiertas de una checaAntonio Manuel Moral Roncal

El descubrimiento y la difusión de la acción de las checas barcelonesas en 1939

En España las checas fueron creadas como cárceles controladas por grupos de la zona republicana donde se detenía, interrogaba o torturaba a los sospechosos de simpatizar con el bando rebelde

El 31 de enero de 1939, las checas barcelonesas –que durante los tres años anteriores habían funcionado con conocimiento del gobierno republicano– se abrieron a periodistas españoles y extranjeros acompañados por autoridades nacionales. Probaron las sillas de tormento, entraron en los cajones donde tantas personas habían sido sometidas a suplicio, tomando nota de todos los pormenores sobre el funcionamiento de esas aterradoras cámaras. Los sótanos se mostraron tal y como los verdugos les habían abandonado, en el mayor desorden, aunque en sus paredes colgaban listas de presos con datos, junto a ficheros y otros papeles, que las autoridades consideraron que podrían permitir la reconstrucción de muchos de los trágicos sucesos que habían tenido lugar. En los muros de los calabozos de mujeres –llamados sarcásticamente preventorios– también se mostraban nombres, fechas de ingreso, de torturas y paseos; también allí se hallaron rosarios hechos con cuentas de papel, crucifijos y otros pequeños objetos.
En la checa de la calle Copérnico –unida por un túnel a la de Vallmajor– se descubrieron sótanos donde los presos sufrían el tormento del agua helada; a otros les colgaban del techo, por los pies, de modo que tuviesen la cabeza metida en agua y así someterles a la tortura de la asfixia. Un redactor enviado por ABC recomendó que esos «antros dantescos» se mostraran a cuantos extranjeros quisieran conocerlos para que comprobaran hasta dónde podía llegar una revolución marxista. Espacios cuya existencia, sin embargo, había sido negada por el Gobierno republicano y por su servicio diplomático ante las cancillerías europeas.

Espacios cuya existencia, sin embargo, había sido negada por el Gobierno republicano y por su servicio diplomático ante las cancillerías europeas

De esa manera, el 1 de febrero también entraron en ellas los cónsules generales de Italia y Alemania, establecidos ya en la ciudad, y los antiguos representantes –acreditados ante el gobierno republicano– de Estados Unidos, Yugoslavia, Suiza, Francia, Noruega, Suecia, Cuba, Dinamarca, Uruguay y Gran Bretaña. Su presencia fue la respuesta que las delegaciones extranjeras dieron a una invitación de las nuevas autoridades, muy interesadas en mostrar a los diplomáticos el interior de dichas cárceles. Más tarde se envió un informe al ministro de Asuntos Exteriores donde se señaló que «todos los presentes tuvieron ocasión de poder comprobar los rigores y crueldades a que se sometía a los detenidos para arrancarles declaración, recurriendo a los mayores refinamientos, sin duda copiados de sistemas rusos, en celdas cuidadosamente estudiadas, en donde al sufrimiento moral se añadía la tortura física».

Todos los presentes tuvieron ocasión de poder comprobar los rigores y crueldades a que se sometía a los detenidos

Los periódicos continuaron describiendo las celdas y sistemas de tortura refinados de las checas, como las galerías que disponían series de verdaderos cajones empotrados en la pared por grupos de tres, en los que se introducían tanto a hombres como a mujeres, que no podían ni sentarse ni cruzar las piernas, y a quienes –a través de una pequeña mirilla– se dirigía a sus ojos una potente luz que les deslumbraba hasta provocarles daños psicológicos. Algunos de los presos que pudieron sobrevivir comenzaron a relatar sus experiencias.
El ministro de la Gobernación, Ramón Serrano Suñer se trasladó a la ciudad para asistir a la normalización de la vida y a la mejora del abastecimiento. A su vuelta, en Zaragoza, realizó varias manifestaciones sobre aquello que había visto, incluidas las checas. De las mismas le impresionó lo que tildó como tecnicismo de la crueldad: una maldad científica, metódica, la elección de los medios más adecuados para actuar sobre la voluntad, la conciencia y la mente de los presos. Esa es la diferencia que encontró, sobre todo si lo comparaba con su existencia en las checas de Madrid, donde fue hecho prisionero. A Serrano le impresionó la checa de la calle Sanjuanistas, una edificación de nueva planta, en cuyo jardín los republicanos habían construido unos pequeños pabellones, divididos en una serie de celdas muy pequeñas, limpias, pintadas con colores muy fuertes, hechas con un meditado sentido artístico del crimen.
Cámara tortura con ladrillos en el suelo y pinturas en pared

Cámara tortura con ladrillos en el suelo y pinturas en paredAntonio Manuel Moral Roncal

Allí observó un suelo hecho con ladrillos clavados en sentido perpendicular que sobresalían en forma de T. De esa manera, allí no podía quedar espacio para sentarse, ni para echarse a dormir. Para que hubiera algo que atormentara la mente del preso, estimulando la idea y la necesidad del descanso, el ministro observó en la parte interior de la puerta unos relieves, a manera de cama y asiento; pero el saliente tenía un declive tan pronunciado que resultaba imposible permanecer sentado o acostado. Las celdas estaban pintadas con un color verde intenso, mientras una potente luz alumbraba al encarcelado. En algunas paredes había pintados cuadros de ajedrez, figuras geométricas de todos los colores y rayas quebradas con caprichosas combinaciones como dibujos de pintores abstractos. En ese ambiente de tensión, la luz, los colores detonantes y los meditados dibujos de las paredes intentaban producir una gran vibración en la retina y en el cerebro. Un péndulo, que oscilaba constantemente con un sonido de diapasón, contribuía a aumentar de una manera decisiva esa acción perturbadora sobre el ánimo del preso.
El autor de esos dibujos de la checa fue una de sus víctimas, el pintor Víctor Esteban Ripaux (1891-1969). Acusado de socorrer a varios sacerdotes que se encontraban en un estado de desesperación por la persecución a la que estaban sometidos en la zona republicana, fue detenido el 31 de marzo de 1938 por agentes del Servicio de Inteligencia Militar republicano. En la checa de Vallmajor sufrió un duro interrogatorio para lograr su confesión y la dirección de sus protegidos. Tres meses más tarde fue conducido al vapor «Uruguay», convertido en cárcel flotante y, más tarde, a Pueblo Español. Fue destinado finalmente al campo de concentración número 2, situado en Hospitalet de Llobregat, y a Tivisa donde se le obligó a trabajar en fortificaciones. Nuevamente fue trasladado a Barcelona y fue conducido a la checa de Vallmajor para trabajar como albañil, siendo obligado a pintar esos extraños dibujos con efectos psicológicos . Este trabajo no fue novedoso, ya que se había practicado en las checas de Valencia mezclando estilos vanguardistas, surrealismo y abstracción geométrica. La conexión entre tortura y arte experimental tuvo otro triste ejemplo en las checas instaladas en los bajos del Gobierno Civil de Murcia, donde se llegó a proyectar a los presos un enorme ojo humano que era rajado por una cuchilla de afeitar, como en el film El perro andaluz (1929).
Instrumento para la tortura en la checa de Vallmajor

Instrumento para la tortura en la checa de VallmajorAntonio Manuel Moral Roncal

Junto a ese pabellón, Serrano Suñer inspeccionó otro más impactante. Tenía un subterráneo, al que se bajaba por una escalera tortuosa para el preso. Por un pasillo se llegaba a una celda más amplia, en la que existía en su techo una claraboya, a la que se ascendía por una escalera, semejante a la que existía en los barcos. Por ella se penetraba en otras celdas completamente esféricas, pintadas en negro, con una potente luz en su parte superior, que producía alucinaciones y vértigos a los que las ocupaban. Durante su visita, un carpintero que había estado detenido allí explicó al ministro cómo enloquecía alguna gente que estaba recluida en esos recintos, hasta el punto de que algunos se golpeaban la cabeza con las paredes intentado matarse. En otras checas le enseñaron cinturones eléctricos, los llamados sepulcros, cuerdas pendientes del techo por las que colgaban de los pies a los acusados, sometiéndoles a vejaciones y dolores intensos. Al oscilar como un péndulo, en ocasiones los agentes del SIM metían la cabeza del preso en un recipiente lleno de agua para provocarle la sensación de ahogo y angustia. Al séquito de Serrano también se invitó a algunos periodistas y corresponsales extranjeros.

Toda la tortura era un asunto oficial, ya que todos los edificios y celdas tenían el escudo español. Sólo Dios sabe cuántos horrores ha habido durante esta guerra

La infanta Beatriz de Orleáns, prima de Alfonso XIII, visitó también con los representantes diplomáticos las checas, «regresando mareada y enferma de disgusto» según testimonio de su amiga la británica Priscilla Scott-Ellis. El vicecónsul británico, tras inspeccionar esos edificios, manifestó su indignación, afirmando que nunca jamás regresaría al Reino Unido, decidido a renunciar a su cargo diplomático honorífico. El cónsul suizo que vivía muy cerca de alguna checa, declaró que, a menudo, por la noche había oído gritos de los prisioneros, tan agudos que los agentes dejaban los camiones en la calle con el motor en marcha para tratar de ahogar los sonidos. Como escribió Scott-Ellis «toda la tortura era un asunto oficial, ya que todos los edificios y celdas tenían el escudo español. Sólo Dios sabe cuántos horrores ha habido durante esta guerra» . La prensa extranjera afín a la España nacional se hizo eco de estos descubrimientos, comparándolos con la represión bolchevique durante la revolución y la guerra civil rusa.
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