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19 de marzo de 2024

Un soldado de los Jemeres Rojos al asalto a la capital el 17 de abril de 1975

Un soldado de los Jemeres Rojos al asalto a la capital el 17 de abril de 1975GTRES

Los crímenes cometidos por el horror genocida de los Jemeres Rojos

El último líder vivo de este régimen, Khieu Samphan, ha sido condenado este jueves a cadena perpetua por un genocidio que acabó con la vida de un tercio de la población camboyana

Este jueves, el último líder vivo del régimen de los Jemeres Rojos en Camboya, Khieu Samphan, escuchaba con rostro impasible su sentencia: cadena perpetua por las atrocidades cometidas entre ellas el genocidio de minorías vietnamitas. Con la reafirmación de su condena, finaliza un proceso de 16 años criticado severamente por su lentitud, por haber provocado la condena de solo tres dirigentes del régimen: junto a Samphan, los otros condenados fueron Kaing Guek Eav, apodado Duch y que falleció en 2020; y Nuon Chea, conocido como el «número 2», quien falleció en 2018.
El 17 de abril de 1975, los Jemeres Rojos, vestidos con su característico uniforme –camisa y pantalón de color negro y pañuelo de cuadros negros y rojos– entraron en la capital de Camboya y derrocaron al gobierno proamericano del general Lon Nol y ese mismo día obligaron a los cerca de tres millones de habitantes a desalojar la ciudad para trabajar forzosamente en los campos. Era el primer acto de un régimen genocida que, en apenas tres años y ocho meses, acabaría con la vida de un tercio de la población camboyana.
Los restos óseos eran de civiles y soldados asesinados por los insurgentes jemeres rojos

Los restos óseos eran de civiles y soldados asesinados por los insurgentes jemeres rojos©GTRESONLINE

Detrás de todo se encontraba Pol Pot, un personaje misterioso cuyo objetivo era crear la primera sociedad igualitaria del mundo y para ello no dudó en deshacerse de cualquier cosa o persona que supusiera una desvinculación de la naturaleza. Quería devolver Camboya a sus orígenes, es decir, al trabajo en el campo y la subsistencia. No solo eso, sino que quería, y así lo deseaban todos los miembros de los jemeres rojos, purificar la sociedad camboyana y crear un hombre nuevo inspirado en los valores del maoísmo: comunista, campesino y no contaminado por el capitalismo ni el individualismo. Pensaban que la salvación se encontraba en devolver la humanidad a la prehistoria.
Este nuevo régimen se fragua en Francia, donde se conocen algunos de los principales dirigentes. Estos tenían una serie de elementos comunes: la mayoría era de clase media y alta, con estudios; la mayoría estudió o trabajó en el Liceo Sisowathm la escuela más prestigiosa de Camboya y terminaron su formación en París donde absorbieron la doctrina comunista. Aquí fue donde Pol Pot sintió una auténtica admiración por Stalin (un Stalin que ya había fraguado uno de los mayores exterminios por hambre de la historia en Ucrania) y conoció Ieng Sary, Khieu Samphan, Son Sen y Hou Youn con quienes ideó la dictadura del Estado de Kampuchea. En 1951 fundaron el Partido Comunista de Camboya, y en 1962 Pol Pot fue elegido secretario general. Un año más tarde formarían la guerrilla, los Jemeres Rojos, quienes se instalaron en la jungla del noroeste del país. Realizaron su primera intervención en la guerra civil que estalló en Camboya en 1970 cuando el general Lon Nol quiso derrocar, con el apoyo de Estados Unidos, al príncipe Norodom Sihanuk.
El líder de los Jemeres Rojos, Pol Pot, encabeza una columna de sus hombres

El líder de los Jemeres Rojos, Pol Pot, encabeza una columna de sus hombresGTRES

Cinco años más tarde, Pol Pot entró con sus soldados en la capital de Camboya, Phnom Penh comenzando su plan de salvación tras ser proclamado presidente tras el asalto a la capital. Dando la vuelta al Gran Salto Adelante de Mao, cuya intención era el progreso de China a través de la transformación de la economía tradicional agraria a una superpotencia industrializada, Pol Pot, en cambio, quiso vaciar las ciudades, abandonando así el capitalismo e individualismo, para llenar la Camboya vaciada enviando a sus compatriotas a campos de trabajo con jornadas de 20 horas al día. Se instalaron en las ciudades campos de exterminio, la más famosa fue Tuol Sleng, ubicada en la capital en una antigua escuela francesa. Allí fueron torturados y ejecutados entre 12.00 y 20.000. Pretendían eliminar a tres grupos definidos: los primeros eran los «traidores», sus oponentes políticos o incluso miembros internos. La paranoia del «enemigo oculto» desencadenó numerosas purgas. El segundo grupo eran la del «subpueblo», los intelectuales, la gente con algún tipo de formación o profesión «capitalista» (médicos, abogados, profesores...) relacionada con el antiguo régimen y no reeducable. Y por último el «pueblo nuevo», denominados de esa forma para diferenciarles del viejo pueblo campesino. Eran los habitantes de las «corruptas ciudades», la mayoría obreros, empleados.

Las personas no importaban, solo el ideal de una nueva sociedad

El hambre fue utilizada como arma de control social. Se destruyeron árboles frutales para que la gente no pudiera tener acceso a otra comida que la aguada sopa de arroz que proporcionaba la comuna. De las decenas de millares de muertes que causó el régimen, muchas fueron por hambre, agotamiento o desesperación. Otras muchas, por la violencia empleada por los Jemeres Rojos. Fusilaron, degollaron o golpearon hasta la muerte a miles de personas para ahorrar balas. Las personas no importaban, solo el ideal de una nueva sociedad.
Mujeres y menores camboyanos se apiñan por miedo a los disparos de las fuerzas de los Jemeres Rojos en la carretera 5, al noroeste de Phnom Penh, el 6 de abril de 1975

Mujeres y menores camboyanos se apiñan por miedo a los disparos de las fuerzas de los Jemeres Rojos en la carretera 5, al noroeste de Phnom Penh, el 6 de abril de 1975Amnistía Internacional

A finales de los años 70, Vietnam invadió Camboya en una operación relámpago y quedaron horrorizados por la barbarie que había consumido el país. Los Jemeres Rojos de Pol Pot se habían mantenido en el poder durante 44 meses. A pesar de que el cabecilla consiguió ocultarse y refugiarse en la selva para no ser juzgado, sus soldados sí fueron llevados al banquillo de los acusados. En 2010, Duch, fue declarado culpable como máximo responsable de la muerte de al menos 12.272 hombres, mujeres, niños y niñas entre 1975 y 1979 al frente del campo de exterminio S21. En 2018, 40 años después de lo ocurrido, Noun Chea y Khieu Samphan fueron declarados culpables de genocidio, crímenes de lesa humanidad y crímenes de guerra. Todos ellos condenados a cadena perpetua.
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