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28 de marzo de 2024

Mujeres y menores camboyanos se apiñan por miedo a los disparos de las fuerzas de los Jemeres Rojos en la carretera 5, al noroeste de Phnom Penh, el 6 de abril de 1975

Mujeres y menores camboyanos se apiñan por miedo a los disparos de las fuerzas de los Jemeres Rojos en la carretera 5, al noroeste de Phnom Penh, el 6 de abril de 1975Amnistía Internacional

¿Birmania o Camboya? El error histórico de Pedro Sánchez

El presidente afirma que España es uno de los países con más personas desaparecidas del mundo, lo que achaca a la Guerra Civil, por detrás de Birmania, cuando hace unos meses se refirió a Camboya

Los presidentes de Gobierno españoles ya están a la altura de algunos presidente de Estados Unidos que carecían de conocimientos de geografía básica, que pensaban que España era una nación hispanoamericana. Nuestro presidente Sánchez (y sus 383 o 781 asesores, según se mire) parece que confunden Camboya con Birmania. ¡Puede que no!
La biblia de la represión del comunismo en el mundo, El libro negro del comunismo, coordinado por Stéphane Courtois, nos daba los siguientes datos en 1997 sobre los seres humanos masacrados por gobiernos comunistas: 60 millones en la República Popular China, 20 en la Unión Soviética, dos en Corea del Norte, dos en Camboya, 100.000 en los regímenes comunistas de Europa oriental, 100.000 en Latinoamérica y 30.000 en África.
El Partido Comunista de Camboya se fundó en 1951, siendo dependiente del Partido Comunista de Vietnam, para independizarse políticamente en los años 60 bajo el nombre Partido Democrático de Kampuchea.
La dictadura de los Jemeres Rojos (los comunistas de Camboya) sólo duró cuatro años, desde abril de 1975 a enero de 1979, tiempo suficiente para cometer el genocidio camboyano: durante su corto gobierno asesinaron a una cuarta parte de los habitantes de Camboya. Una cifra no inferior a los dos millones de personas. Sus matanzas no se limitaron al suelo camboyano ya que en territorio vietnamita llevaron a cabo varias más, como la famosa masacre de Ba Chúc (1978) que terminó por obligar al Ejército, también comunista, de Vietnam a intervenir contra sus correligionarios Jemeres. El régimen de los Jemeres Rojos finalizó con la captura de Phnom Penh el 7 de enero de 1979 por parte del Ejército vietnamita, poniendo así fin al régimen de Pol Pot.
Aunque numéricamente otros regímenes comunistas superan en muchos las cifras totales al genocidio camboyano, en ningún país comunista, ni en la Rusia de Stalin (con la salvedad del holodormo ucraniano, que exterminó 7.000.000 millones de personas) ni en la China de Mao, se llegó a eliminar a uno de cada cuatro ciudadanos como se hizo en Camboya.

Confundir Camboya con Birmania

Pero esto es ya historia antigua. Sin lugar a dudas el presidente Sánchez y sus asesores no se han referido a unos sucesos tan antiguos, de hace algo menos de 45 años, como son la matanzas de los Jemeres en Camboya. Nuestro presidente, perfecto conocedor de la actualidad internacional, se ha referido a un suceso de actualidad, a lo que desde hace unos pocos años está ocurriendo en Birmania (Myanmar).
En su reciente intervención en Moncloa seguro, segurísimo, que se ha referido a la matanza de 25.000 rohinyás (musulmanes birmanos), datos de 2018, y a la huida de 700.000 fuera de su país, de un total de 2.250.000 rohinyá con pasaporte birmano. Una matanza terrible de una minoría religiosa y racial sumida en una población mayoritariamente budista de en torno a los 54,5 millones de habitantes (2020). El presidente, «que nunca se equivoca» se refería a los olvidados rohinyás, que seguro que preocupan mucho en Moncloa.
La política de búsqueda de cadáveres en Camboya en fosas comunes ha sido y es sin lugar a dudas importante, pero el gobierno camboyano se ha centrado en intentar juzgar a los líderes Jemeres Rojos causante del genocidio. Hasta 1999, los Jemeres mantuvieron alguna esfera de poder en el país. Su líder Pol Pot murió sin poder ser juzgado en 1998, estando muchos de los líderes jemer libres como consecuencia de los pactado para su rendición.
El 17 de febrero de 2009 comenzaron los juicios. El primero en enfrentar los cargos de genocidios fue Kaing Guek Eav, también conocido como 'Duch', quien admitió en agosto del mismo año ante el tribunal haber torturado a prisioneros con sus propias manos. El 16 de noviembre de 2018, el Tribunal de Camboya condenó a cadena perpetua por un delito de genocidio a los dos últimos líderes vivos de los Jemeres Rojos: el número dos e ideólogo de la organización comunista, Nuon Chea, de 92 años, y al antiguo jefe de estado de ese régimen, Khieu Samphan, de 87.
Pero seguro que estas cuestiones, sin duda conocidas por nuestro presidente, ya no le interesan, pues el genocidio birmano de los rohinyá es lo que le quita el sueño juntos a los muertos de nuestra Guerra Civil de 1936-1939.
El genocidio rohinyá es una operación de limpieza étnica llevada a cabo por el Ejército y la Policía de Birmania, de mayoría budista, y por civiles budistas rakéin contra los musulmanes rohinyá en el estado de Rakáin, al noroeste del país mediante las masacres, violaciones y la quema de las viviendas de esta minoría.
Lo que no sabe nuestro presidente es que en Birmania siguen en el poder los mismo que desataron la masacre rohinyá y que el problema sigue activo. Lógicamente, en la actual Birmania, nadie está preocupado por desenterrar sus muertos sin nombre cuando el principal problema es seguir enterrando a el mayor número posible de rohinyás vivos.
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