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Cosas que pasanAlfonso Ussía

No soy gracioso

Su cine no puede considerarse culto desde el concepto cultural que hoy domina. Pero fue un genio. «Tengo que trabajar mucho y todos los días porque no soy gracioso». Eras más que gracioso

Actualizada 01:30

Antes de ser íntimo amigo de Antonio Ozores, conocí y traté —cada quince días— a Mariano Ozores. Nos veíamos durante los descansos de los partidos del Real Madrid en el Bernabéu, en los pasillos situados detrás de las tribunas. Corrían los tiempos del destape y las tetas libres. Me dijo que él no era gracioso, como sus hermanos Antonio y José Luis. Y sí lo era. Tenía una gracia sorda y melancólica. Produjo, escribió y dirigió más de cien películas sin pedir un euro de dinero público. Era un productor de verdad, no un chulo del sistema. Y su éxito de taquilla fue abrumador. Antonio me contó de los rodajes situaciones divertidísimas. Para no gastar, daba como válidas todas las escenas. En una de ellas, Antonio Ozores se encamaba con una actriz muy conocida, ya fallecida, y cuya identidad silencio por respeto. Lo hizo, y Mariano aplaudió entusiasmado el trabajo de su hermano y la atractiva actriz. —¡Muy bien, Antonio, muy bien Menganita, lo habéis hecho de maravilla!—; a lo que Antonio respondió: –Tan de maravilla que lo hemos hecho de verdad–.

A las seis de la mañana estaba en el plató trabajando y puliendo sus guiones. El protagonista de aquella película, el gran Alfredo Landa. Antonio no entendía que, en una escena, tuviera que darse un beso con la actriz. Era guapísima, pero le había dado por la dietética y desayunaba ajo.

La cita, a las ocho de la mañana. Antonio, que abominaba el ajo, se presentó a las siete en el despacho del plató y se encaró con su hermano Mariano. —A ver, Mariano, en el guion me tengo que besar con x cuando el personaje de x pasa de mí y se enamora de Alfredo Landa. Ese beso se lo tiene que dar con Alfredo, no conmigo—. Y Mariano cambió el guion. A las 8 llegaron Alfredo Landa y la actriz x, que olía a ajo a centenares de metros. Mariano se encerró con Alfredo: «Lo he pensado mejor, Alfredo. El beso de Antonio con x no tiene sentido. Se lo tienes que dar tú». Landa quedó estupefacto. Y al fin pudo emitir una frase. «Los hermanitos Ozores, a veces, sois unos cabronazos». Y Landa desayunó beso de ajo ante la risa de Antonio.

Los Bingueros y Yo hice a Roque III son dos muestras de su talento. Para mí, divertidas y sin perder actualidad. Gracias a Mariano Ozores brillaron Esteso, Pajares, Antonio Ozores, Tip, Coll, Juanito Navarro, Florinda Chico… Y la tira de actores y actrices que posteriormente casi pidieron perdón por intervenir en las películas del genial Mariano. Todo encajaba en aquel formidable desencaje. Pero fueron millones los españoles que pasaron por taquilla voluntariamente para entretenerse con sus películas. Pagaban en taquilla lo que ahora pagan —exceptuando a Segura—, nuestros impuestos. De jóvenes, con sus padres, montaron una compañía con más de un centenar de comedias en su repertorio. Los Ozores no presumían de exquisiteces culturales, pero fueron mucho más cultos que la mayoría de los gorrones del cine que hoy imperan y bloquean a los realizadores y actores que empujan hacia la nada a estos impresentables.

A los casi 90 años, Mariano Ozores fue premiado por la presumible Academia del Cine, y alguno se enfadó. Su cine no puede considerarse culto desde el concepto cultural que hoy domina. Pero fue un genio. «Tengo que trabajar mucho y todos los días porque no soy gracioso».

Eras más que gracioso. Marcaste una época. Que se lo pregunten a don Enrique Tierno Galván, que pasaba por taquilla cuando estrenabas tus producciones.

Gracias, Mariano.

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