Terrible narración
No hay derecho. En casos como éste, la violencia es comprensible, a pesar de que la baronesa le dijo al marqués, «Si, sólo es sí»
Los personajes de esta terrible narración son seis, y no me hago responsable si el texto cae en manos y ojos de lectores menores de 16 años.
Personaje A. El barón de Biriatou
Personaje B. La baronesa de Biriatou
Personaje C. El marqués de Polignac-Sur Mer-Trois Eglíses.
Personaje D. Edouard Mauville, jardinero
Personaje E. Madeleine Etcheverri, testigo de la tragedia
Personaje F. Poupou, el ganso de Edouard Mauville
Lugar del drama: Urrugne, sur de Francia.
El día en Urrugne amaneció esplendoroso. Los pajarillos cantaban enloquecidos después de una semana de lluvia. El jardinero Edouard Mauville, arreglaba sus hortensias siempre acompañado de su fiel ganso Poupou, que guardaba la casa y la propiedad de su dueño con una fiereza fuera de lo común. (Aquí finaliza la participación en la tragedia del jardinero y el ganso, que no volverán a aparecer).

Simultáneamente, la baronesa de Biriatou, a espaldas de su marido, celoso como el que más, se había citado en la cercana localidad de Ascain con el marqués de Polignac-Sur Mer-Trois Eglíses, elegante y experimentado jinete. Entonces le dijo a su marido que se iba a la playa, y se marchó. Pero Biriatou, que no tenía un pelo de tonto – tampoco de listo porque era completamente calvo, como una bola de billar–, se mosqueó y decidió seguir a prudente distancia a su bellísima esposa, que conducía un Citroën amarillo. Y en efecto, el coche de su esposa no se dirigió a la playa, sino a la villa del seductor marqués de Polignac-Sur Mer-Trois Eglíses. Figúrense los lectores el ataque de rabia e ira que dominaba al siempre reflexivo y amable barón de Biriatou.
Desde la verja, vió cómo su mujer besaba apasionadamente al marqués, y su corazón experimentó un pipirlete vascular claramente vinculado a su indescriptible disgusto. Se agarró a los barrotes de la marquesal verja para no caer desplomado. Menos mal que pasaba por ahí la vendedora de leche y quesos variados Madeleine Etcheverri. El aroma empedorrado de un queso Pon-Levec, reanimó al engañado barón. «Mademoiselle Etcheverri, acompáñeme y será testigo de mi furia».
Y así fue. El barón y la vendedora de leche y quesos variados entraron en la propiedad del crápula marqués y sorprendieron a los adúlteros haciéndose carantoñas en el salón.
Ella gritó asustada. Él, altamente contrariado, le recordó a Biriatou que podía denunciarlo por violación del domicilio.
Pero ya era tarde. Biriatou se acercó al marqués y le dio una torta en la cara mientras le decía: ¡¡¡Eres un fresco!!!
Biriatou, con el honor cumplido, retornó a su casa. Ella se quedó con el marqués. Y Madeleine aprovechó la situación para venderle al marqués seis quesos, si no fueron siete.
Y aquí termina la terrible narración de un hecho deplorable, a todas luces inmoral, y por supuesto, pecado mortal.
No hay derecho. En casos como éste, la violencia es comprensible, a pesar de que la baronesa le dijo al marqués, «Si, sólo es sí».