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18 de abril de 2024

El objeto de oro con la inscripción sobre la referencia a Odín

El objeto de oro con la inscripción sobre la referencia a OdínNational Museum of Denmark

Hallado el Odín más antiguo del mundo, el dios principal de la mitología nórdica

La referencia más antigua a Odín data del siglo V y fue registrada en un medallón de oro

Hacia el año 98 d.C., el político e historiador romano Cornelio Tácito publicó su De origine et situ Germanorum, habitualmente conocido simplemente como Germania, un trabajo etnográfico en el que describía pormenorizadamente lo que a sus ojos romanos eran las exóticas costumbres y llamativas características de sus vecinos septentrionales: los germanos.
Sin embargo, como decíamos, Tácito escribía desde una mentalidad netamente romana, y para un público asimismo romano. Aunque en la Antigüedad hubiese etnógrafos y viajeros, como los soldados, mercaderes y aventureros que sirvieron como fuente a Tácito (pues no consta que fuese él, directamente, quien se desplazase), las barreras geográficas que suponían los accidentes del terreno y las grandes distancias imponían mundos diferenciados, muy distintos al actual. Por ello, a la hora de describir a qué dioses rezaban los germanos, el historiador romano indicó que «reverencian a Mercurio sobre todos sus dioses, y ciertos días del año tienen por lícito sacrificarle hombres para aplacarle» (Tac. Ger., 9). Tácito llevó a cabo lo que se conoce como interpretatio romana; es decir, la «traducción» de una realidad ajena (en este caso, germana) para un público romano.
La estela rúnica de Tjängvide muestra a Odín entrando al Valhalla cabalgando sobre Sleipnir

La estela rúnica de Tjängvide muestra a Odín entrando al Valhalla cabalgando sobre Sleipnir

El dios que veneraban los germanos

Y es que Tácito, probablemente, sabía que el dios al que los viajeros romanos habían visto rendir culto no era Mercurio, aunque compartiese algunos rasgos con el hijo de Júpiter (fundamentalmente, su carácter psicopompo; es decir, guía de almas). Se trataba de una divinidad referida a veces como «padre de todo». Era un gran Rey, dueño de una mansión en la que vivía con su corte guerrera (pero él no era ningún guerrero). Su estatus y su poder se basaban sobre todo en su conocimiento (poético y rúnico) y en sus habilidades mágicas. Este dios tenía muchos nombres: su apelativo protogermánico, Wōðanaz, «el enfurecido», dio lugar a Wōden en anglosajón, Uuôden en sajón antiguo, Wuodan en neerlandés antiguo, Wêda en frisón… los hispanoparlantes solemos referirnos a él con una forma muy similar a la empleada por los antiguos escandinavos (Óðinn): Odín.
Los propios germanos confirmaron la veracidad de esta interpretación de Tácito al hacer su propia interpretatio con los días de la semana: al Mercurii dies latino, el día de Mercurio (de donde deriva nuestro «miércoles») lo llamaron Wodanesdag, el día de Wōðanaz (o «Wednesday» en inglés).
Ilustración de Odín por Arthur Rackham para la ópera Die Walküre de Richard Wagner

Ilustración de Odín por Arthur Rackham para la ópera Die Walküre de Richard Wagner

A pesar de todo ello, no teníamos hasta la fecha una evidencia del culto a Odín que procediese directamente del mundo germánico anterior al 550 d.C. La más antigua hasta ahora era una fíbula de plata (la «Nordendorf I») hallada en Baviera, en una necrópolis alamana. Formaba parte del ajuar de una mujer que probablemente era de origen longobardo, está fechada entre el 550 y el 650 d.C. y en su reverso porta una inscripción que menciona a Odín (y a Thor) y subraya su rol de mago. En contexto danés, hay que esperar todavía más: hasta el 725 d.C. no tenemos evidencias del culto al dios hechicero; en este caso, gracias al llamado «cráneo de Ribe», un fragmento de parietal humano, posiblemente utilizado como amuleto, con una inscripción rúnica que invoca a Odín (y a otras deidades) con un propósito mágico.

El señor de Hugin y Munin, el viajero, el mago tuerto, existió para los germanos desde tiempos inmemoriales

El Odín más antiguo del mundo

Ahora, gracias a la labor de los investigadores Lisbeth Imer (runóloga del Museo Nacional de Dinamarca) y Krister Vasshus (investigador predoctoral en lingüística de la Universidad de Bergen), la evidencia tangible del culto al «padre de todo» se ha podido adelantar unos 150 años.
En 2020, los arqueólogos del Vejlemuseerne excavaron en la localidad danesa de Vindelev (en el centro de Jutlandia) un tesoro que contenía cerca de 1 kilo de oro. En el área donde se halló el tesoro documentaron la existencia de una granja que constaba de varias casas comunales y cercas. Lo más probable es que este tesoro perteneciese a un gran señor o jefe local, que lo enterró dentro o cerca de la casa por motivos desconocidos: quizá para mantenerlo a salvo de posibles enemigos, como solía hacerse en tiempos de crisis, o quizá como ofrenda votiva.
El conjunto áureo, enterrado hace más de 1.500 años, incluía grandes medallones, monedas romanas convertidas en adornos y otra serie de artefactos. Entre ellos, un llamativo bracteato (una especie de medallón muy habitual entre los germanos, que imitaban de alguna manera las efigies de los emperadores romanos del Bajo Imperio) que contenía una de las inscripciones rúnicas más impresionantes de todas las descubiertas, pues se conocen unos doscientos bracteatos con este tipo de textos, y la mayoría no han podido descifrarse: quizá este hallazgo permita su reexaminación.
Imer y Vasshus han descubierto que el bracteato contiene el siguiente texto: iʀ Wōd[i]nas weraʀ, es decir: «Él (es) el hombre de Odín». El bracteato muestra, además, la imagen de un hombre de perfil, con el cabello trenzado, acompañado de un animal cuadrúpedo (posiblemente un caballo); se han hallado decenas de imágenes similares en diferentes lugares. Los investigadores han discutido durante décadas si estas efigies serían representaciones de Odín u otros dioses, o si serían retratos de los señores que portaban y que encargaban estos artefactos. El descubrimiento de Imer y Vasshus parece apuntar a esta última hipótesis. Además de la importancia del hallazgo para el estudio de la historia de las religiones, también se trata de un hito en los estudios de lingüística. El bracteato de Vindelev documenta nada más y nada menos que treinta y cuatro runas –una inscripción inusualmente larga– que, además, contiene varias palabras inéditas hasta el momento.

La importancia del hallazgo para el estudio de la historia de las religiones, también se trata de un hito en los estudios de lingüística

¿Quién sería este gran señor, que a comienzos del siglo V decidió inmortalizarse en oro y darse a conocer como el «hombre de Odín»? Su identidad es desconocida, aunque Imer y Vasshus, que prosiguen su investigación, explorarán todas las hipótesis; incluida la de que su nombre (o apodo) ya se mencione en otro lugar de la inscripción: Jaga o Jagaʀ.
Lo que está claro es que este hallazgo, de capital importancia, no implica que el culto a Odín sea datable en el siglo V d.C. Es en este momento cuando tenemos (por ahora) la evidencia tangible más antigua de su culto. Pero el señor de Hugin y Munin, el viajero, el mago tuerto, existió para los germanos desde tiempos inmemoriales, y lo haría, al menos, hasta la cristianización de los vikingos.
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