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26 de abril de 2024

Las Antorchas de Nerón, por Henryk Siemiradzki. Según Tácito, Nerón usó a los cristianos como antorchas humanas

Las Antorchas de Nerón, por Henryk Siemiradzki. Según Tácito, Nerón usó a los cristianos como antorchas humanasObra de Henryk Siemiradzki

Persecución religiosa en la Antigua Roma: los obispos libeláticos de la Iglesia primitiva española

Frente a esta ausencia de ética en el poder, había aparecido un movimiento religioso –el cristianismo– que trataba de impregnar la sociedad de los valores morales que constituían su doctrina

En los años 249 al 251 fue Emperador de Roma Decio, de breve gobierno. Había sido proclamado por el Senado tras haber dado muerte a su antecesor Filipo con el apoyo de las legiones. Decio trató de mejorar las condiciones políticas y sociales. Era difícil porque eran los propios emperadores, que disponían con absoluta libertad y sin frenos legales de la vida y las riquezas de cualquier ciudadano romano, la cabeza de un sistema inmoral.
Roma había caído, desde tiempo atrás, en gobiernos en los que los valores republicanos de igualdad de ciudadanos y sometimiento a leyes fundamentales del imperio, habían desaparecido. La vida pública se desarrollaba entre la corrupción generalizada. Frente a esta ausencia de ética en el poder, había aparecido un movimiento religioso -el cristianismo- que trataba de impregnar la sociedad de los valores morales que constituían su doctrina. Estas ideas, que ganaban fuerza entre una población sin esperanzas, fueron vista por los emperadores como un peligro que atacaba las bases de su poder sin tasa. Solo comprendieron la fuerza política de la nueva religión y no la espiritual.
Para contrarrestar este movimiento, Decio quiso rescatar la vigencia de la religión tradicional romana. Como ya había sucedido otras veces, por ejemplo en la muerte de Julio César, se buscó en el pasado en vez de renovar hacia el futuro. La política de retrovisor no tenía efecto porque esas prácticas habían caído en desuso y no podían revitalizarse en una sociedad que había evolucionado.

Una parte de la población romana asumió la política religiosa de Decio y aceptó y contribuyó a la muerte de los cristianos

Decio, que murió en 251 luchando contra los bárbaros, quiso fortalecer el Estado organizando persecuciones en todo el Imperio que alcanzaron al mismo Papa Fabián, ejecutado por tropas imperiales. Una parte de la población romana asumió la política religiosa de Decio y aceptó y contribuyó a la muerte de los cristianos. En el año 250 emitió un edicto que requería a todos los habitantes a hacer sacrificios ante los magistrados. Una vez hechos, se les otorgaba un libellus o certificado que los eximía de ser perseguidos. Esto afectaba también a los cristianos. Y en esta propuesta estaba la trampa: el sacrificio era un acto simbólico que significaba la apostasía, aunque no llegaran a adorar a los dioses romanos.
Los cristianos que optaron por hacer este sacrificio fueron llamados libeláticos. Es difícil juzgar la actitud de estas gentes, miedosas ante la tortura y el desamparo en el que podían quedar sus familias. Entendían que era solo un acto simulado y no una auténtica renuncia a la fe. Hay quien piensa que, por el ambiente de corrupción que envolvía a los magistrados del imperio, el libellus se conseguía sin necesidad de acto público sino que bastaba comprarlo y con ello algunos cristianos creían salvada la apostasía.

El martirio era, por tanto, una muestra de santidad y un ejemplo de solidez de creencias frente a una situación de falta de compromisos y veleidad de criterios

Pero para los cristianos primitivos, lo importante era la vida eterna después de la muerte a la que había que llegar con limpieza de alma. El martirio era, por tanto, una muestra de santidad y un ejemplo de solidez de creencias frente a una situación de falta de compromisos y veleidad de criterios.
La herejía de los libeláticos era, más bien, un ejercicio de hipocresía. Pero afectó a algunos obispos de la Iglesia dispuestos a transigir con tal de conservar lo material. En España hubo dos casos sonados que sirven de ejemplo de amor al cargo y relajación en los dogmas. Fueron los obispos Basílides de Astorga y Marcial de Mérida, el primero de esta sede del que se conoce el nombre. Ambos obtuvieron el libellus y se libraron de la persecución. Pero esta conducta fue reprimida en sus diócesis y los dos fueron depuestos.
Los hechos los conocemos a través de la obra del fraile agustino Enrique Flórez quien, en el tomo XIII de su España Sagrada (Madrid 1756) señalaba que lo movía el miedo a ser delatados a los jueces y «tanto amor a la vida», algo contrario a las virtudes cristianas: «Perdido el temor de Dios por miedo a los hombres». Al parecer, no solo se limitaron a comprar la patente sino que, como señala el padre Flórez, Basílides blasfemó contra Dios y Marcial se dio a los banquetes con los magistrados imperiales y enterró a sus hijos siguiendo ritos paganos.
Basílides, que al parecer sí hizo actos de paganismo, después de una penitencia y muestras públicas de arrepentimiento, viajó a Roma y obtuvo del Papa Esteban I el rescripto que lo devolvía a su sede como obispo. Con habilidad, convenció al Papa ocultándole lo que no convenía a su restitución. Marcial quiso hacer lo mismo pero las iglesias de Mérida y Astorga, sorprendidas por la decisión papal, reaccionaron y pusieron los hechos en conocimiento de la iglesia africana, entonces la más fuerte y prestigiosa.
Cipriano de Cartago, de Meister von Meßkirch

Cipriano de Cartago, de Meister von Meßkirch

En ese momento, el obispo de Cartago san Cipriano, uno de los padres de la iglesia y de los sabios más preclaros del catolicismo en esa etapa primitiva. Recibidas las cartas enviadas desde Hispania, congregó a ochenta obispos africanos en un Concilio para examinar el asunto.
Los libeláticos, desde una constitución del Papa san Cornelio, podían volver al seno de la iglesia mediante penitencia publica pero nunca volver al ministerio sacerdotal. Cipriano envió a las diócesis afectadas una epístola en la que señalaba que el rescripto del Papa no debía aplicarse por ir contra la doctrina y denegaba el derecho de Basílides y Marcial a volver a ser obispos. Es posible que el nuevo Papa corrigiera el acto del anterior.
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