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04 de mayo de 2024

Equipo médico trabajando durante la Segunda Guerra Mundial

Equipo médico trabajando durante la Segunda Guerra Mundial

Picotazos de historia

El heroísmo de dos médicos que ayudaron a más de un centenar de soldados heridos americanos y alemanes

Dentro de la iglesia Moore encontró a Robert E. Wright, otro sanitario como él, quien había acondicionado un poco la iglesia y había puesto una bandera con la cruz roja en el exterior. Pronto empezaron a llegar heridos

El 6 de junio de 1944 se lanzaron a las divisiones paracaidistas detrás de las líneas alemanas con el objeto de crear el caos, cortar vías de comunicación, tomar posiciones estratégicas y obligar a dispersarse a las fuerzas de contraataque en múltiples objetivos, retrasando así el tiempo de respuesta y de concentración de las fuerzas alemanas. Esa madrugada el 501 regimiento paracaidista de la 101 división aerotransportada fue lanzado sobre una zona de Normandía protegida por la 91 Luftlandeinfanterie división.
El camillero sanitario Kenneth J. Moore cayó en un campo embarrado. Había perdido la mayor parte del equipamiento con el que saltó. Desorientado, se aproximó a una pequeña iglesia de aspecto antiguo y alto campanario mientras, a su alrededor, crepitaban las armas. La población era un pequeño pueblo llamado Angoville au Plain y su pequeña iglesia del siglo XIII pronto tendría una historia que contar.
Dentro de la iglesia Moore encontró a Robert E. Wright, otro sanitario como él, quien había acondicionado un poco la iglesia y había puesto una bandera con la cruz roja en el exterior. Pronto empezaron a llegar heridos. Moore y Wright contaban con los suministros que no habían perdido durante su salto y un pozo con agua potable cerca de la iglesia. Mientras, alrededor de la iglesia los combates se habían generalizado, también los gritos de los heridos solicitando atención médica.
Los sanitarios del ejército americano Ken Moore y Bob Wright

Los sanitarios del ejército americano Ken Moore y Bob Wright

Moore cogió una carretilla, que debía de pertenecer a la iglesia, y la usó para ayudarse a transportar heridos. Él mismo no recuerda cuantos recogió con esta improvisada ambulancia, pero sí recuerda que los alemanes fueron respetuosos con su brazalete de la cruz roja y que, en un momento concreto, ambos bandos interrumpieron los disparos para dejarle cruzar.

La medicina no entiende de bandos

Cerca del anochecer Moore llevó a su primer herido alemán al interior de la iglesia. Para entonces Wright había organizado el pequeño hospital de campaña y los heridos más leves ayudaban a traer agua y distribuirla entre los demás heridos. En mitad de la noche la puerta de la iglesia se abrió con fuerte estrépito y entró un soldado alemán empuñando su arma. Vio a los heridos, a los médicos, el altar... Bajó su arma, se santiguó y salió cerrando la puerta detrás de él. Desde ese momento Moore estableció la regla de que no se permitirían armas dentro de la iglesia. Reunió las que estaban tiradas debajo de los bancos y en el suelo y las dejó en la entrada.
Con el amanecer del siguiente día llegó un oficial norteamericano. Los alemanes estaban presionando y los paracaidistas se veían obligados a replegarse pero no podían llevarse a los heridos. Ambos sanitarios estuvieron de acuerdo en permanecer con los heridos. El día continuó con violentos combates alrededor pero, ahora, eran los alemanes quienes llevaban a sus heridos dentro de la iglesia. Un oficial visitó el puesto improvisado y prometió enviarles suministros y un médico a la primera oportunidad. Antes de irse estrechó las manos de los sanitarios.

Durante esos tres eternos días Moore y Wright atendieron a casi un centenar de heridos y, a pesar de su falta de medios, solo tuvieron dos fallecidos

Hacia el mediodía los combates volvieron a aproximarse a la pequeña población: los norteamericanos contraatacaban. Proyectiles de mortero cayeron alrededor del edificio y uno de ellos atravesó el techo y se estrelló contra una losa del suelo. Frente al altar. La losa se rompió pero, por algún milagro, el proyectil no explotó. Moore lo recogió y lo lanzó fuera y entonces hizo explosión. El día 8 de junio las tropas norteamericanas expulsaron definitivamente a los alemanes de la zona de Angoville au Plain. Durante esos tres eternos días Moore y Wright atendieron a casi un centenar de heridos y, a pesar de su falta de medios, solo tuvieron dos fallecidos.
Si visitan hoy la pequeña población normanda (Departamento de Mancha, región Normandía) entren en la pequeña iglesia de San Cosme y San Damían. En su interior dos vidrieras conmemoran a la 101 división. La primera a los dos sanitarios y la segunda a todos aquellos que combatieron en la zona. Fíjense en los bancos. Los verán llenos de raspones, rozaduras, marcas y manchas de un tono oscuro. Es sangre. Y, frente al altar, en el suelo, podrán contemplar la losa rota sobre la que impactó el proyectil que no detonó.
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