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04 de mayo de 2024

Alonso I de Fonseca (1418-1473). Archidiócesis de Sevilla

Alonso I de Fonseca (1418-1473). Archidiócesis de Sevilla

Picotazos de historia

De cómo el arzobispo salió de Sevilla y casi pierde su silla

El Rey Enrique IV presionó al arzobispo de Sevilla para que intercambiara las sedes con su sobrino, de manera interina y temporal, y que allanara un poco la situación en esas tierras antes de entregar la plena jurisdicción al sobrino

La historia de la familia Fonseca puede llegar a ser un poco confusa ya que se repiten los nombres y los apellidos debido al matrimonio entre primos. Del que quiero hablarles a ustedes es de Alonso de Fonseca y Ulloa (1418 – 1473). Para empezar era hijo de un consejero del Rey Juan II de Castilla que se llamaba Juan Alonso de Ulloa. Fue su madre –Beatriz– quien pertenecía al linaje de los Fonseca. Alonso ingresó en la Iglesia y con la ayuda de su familia –y su inteligencia y buen hacer– hizo una carrera meteórica. A los veintisiete años fue obispo de Ávila, cargo que desempeñó a satisfacción de todos hasta el año de 1454 que fue nombrado arzobispo de Sevilla. El segundo en importancia en el reino de Castilla después de Toledo. Ese mismo año ofició el segundo matrimonio del Rey Enrique IV con Doña Juana de Portugal.
El arzobispo de Sevilla gozaba de la privanza del Rey y aprovechó para proteger a un sobrino suyo –Alonso de Fonseca Acevedo– consiguiéndole el deanato de la catedral de Sevilla. En 1460 quedó vacante la sede del arzobispado de Santiago de Compostela y volvió a intervenir el bueno de Don Alonso para que nombraran para el cargo a su sobrino.

Pasado un tiempo prudencial, Alonso de Fonseca Ulloa volvería a su sede de Sevilla y su sobrino a Santiago

La diócesis del arzobispado gallego se encontraba en situación complicada debido a los enfrentamientos que allí había entre la alta y baja nobleza, los campesinos y el clero, arzobispado y diferentes poblaciones. Todo ello hacía que la situación social fuera inestable y altamente volátil. Por este motivo el Rey Enrique IV presionó al arzobispo de Sevilla –persona de probada habilidad política y diplomática– para que intercambiara las sedes con su sobrino, de manera interina y temporal, y que allanara un poco la situación en esas tierras antes de entregar la plena jurisdicción a Alonso de Fonseca Acevedo. Pasado un tiempo prudencial, Alonso de Fonseca Ulloa volvería a su sede de Sevilla y su sobrino a Santiago.
Miniatura medieval que representa a tres siervos cosechando trigo bajo la vigilancia del delegado de su señor

Miniatura medieval que representa a tres siervos cosechando trigo bajo la vigilancia del delegado de su señor

Ejerció su arte diplomático, el bueno de Don Alonso, poniendo paz aquí y allá pero, pasado un tiempo, se dio cuenta que su influencia sobre el Rey se desvanecía al perder el contacto debido a la distancia. El arzobispo en funciones terminó con los rescoldos de la llamada revuelta Irmandiña (revuelta social contra los abusos de la nobleza gallega) que se saldaría con la derrota de los sublevados y la destrucción de más de ciento treinta castillos en esa zona. Comunicó Don Alonso a su sobrino que ya era tiempo de que cada cual retornara a las sedes que tenían adjudicadas.

El conflicto entre tío y sobrino se enquistó de tal manera que solo se solucionó cuando el Rey mandó movilizar tropas

Con lo que no contaba el bueno de Don Alonso era con que su sobrino se había encontrado tan a gusto en Sevilla que ya no deseaba dejarla. Porfió el primero y se resistió el segundo, que no salía ni con agua caliente. El conflicto entre tío y sobrino se enquistó de tal manera que solo se solucionó cuando el rey, que se encontraba en Sevilla, dio orden al Condestable de Castilla ( Beltrán de la Cueva) y al duque de Medina Sidonia de que movilizaran tropas para forzar al terco sobrino a cumplir su palabra.
Esta disputa quedó en el dicho «quien fue a Sevilla perdió su silla». Está claro que el refrán original sería «el que se fue de Sevilla perdió su silla» pero cambió en algún momento, tal vez por brevedad o por comodidad para el diciente. Lo que está claro es el significado: auséntate y otro ocupara tu lugar; o en versión más actual: o te escañas o te escoñas.
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