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06 de mayo de 2024

Serenos, los guardianes de las calles

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Oficios del ayer: los serenos o los guardianes de las calles al caer la noche

Las primeras noticias sobre ellos están datadas en el año 1715, pero no es hasta el año 1765 cuando se crea el Cuerpo de Serenos

A mediados de la década de 1970, la figura del sereno desapareció de nuestras calles, siendo sustituido por las patrullas policiales y por la instalación de los modernos porteros automáticos. Su curioso oficio consistía principalmente en vigilar las calles y regular el alumbrado.
Durante años fueron los guardianes de las calles de Madrid y de otras muchas ciudades de España. Las primeras noticias sobre ellos están datadas en el año 1715, pero no es hasta el año 1765 cuando se crea el Cuerpo de Serenos. Sin embargo, no todo el mundo podía ser sereno. Tenían que cumplir ciertos requisitos tales como tener cinco pies de estatura mínima, no ser menor de 20 años ni mayor de 40, ser robusto y poseer una voz fuerte y clara.
En cuanto a sus tareas, en un principio se dedicaban a tener a punto el alumbrado público y posteriormente se encargaban de realizar rondas nocturnas a modo de vigilantes de seguridad. Con el paso del tiempo fueron adoptando otras funciones «no oficiales», según exigía la necesidad o las circunstancias, tales como acompañar a los vecinos a sus domicilios, requerir la presencia de los servicios sanitarios, ahuyentar a malhechores o incluso acudir en busca de confesor.
En determinadas ciudades o barrios –como fue en el caso de Madrid– también debía abrir puertas e incluso en algunos hasta anunciaban la hora y las variaciones atmosféricas. De ello han quedado expresiones que tan populares les hicieron: «Las doce han dado y sereno» –haciendo referencia a que el tiempo era bueno–, «Las tres y cuarto y nublado» …
Escenas madrileñas. La soledad del sereno, por Francisco Sancha (revista Blanco y Negro, 1904)

Escenas madrileñas. La soledad del sereno, por Francisco Sancha (revista Blanco y Negro, 1904)

Sus rondas empezaban a las 11 de la noche y duraban hasta las cinco de la madrugada y los ayuntamientos les proveían a cada uno con un capote, chuzo (palo con una púa de hierro en un extremo usado a modo de lanza para atacar o defenderse), farol, canana, gorra, un cinto con una porra, un silbato y una matraca para alertar en caso de incendio. A grito de «¡Sereno!» éste respondía «¡Va!» Y atendía, abría o cerraba, ponía orden o curaba.
Era típico verlos deambular por las calles cuando la noche empezaba a entrar, ataviados con el manojo de llaves de los portales que tenían asignados. En aquella época para acceder a los inmuebles a partir de las 10 de la noche era imprescindible su labor. También era común escuchar el sonido de sus silbatos al menor signo de alboroto o ruido en la calle. Estas alertas eran tan frecuentes que la policía llegó en ocasiones a ignorar las señales; de ahí vendría la popular frase de «tomar por el pito un sereno».
Con la llegada de los porteros automáticos y la modernización de las cerraduras, la figura del sereno en España acabó desapareciendo en el año 1977. Otra de las razones del declive de este peculiar oficio fue que los serenos no cobraban un sueldo fijo ni tenían seguridad social, sino que vivían de las propinas de los vecinos y de lo que les daban algunos comercios a final de mes.
De este oficio olvidado conocemos a algunos protagonistas, como Manolo Amago, último sereno de Madrid. Con 22 años heredó la plaza que «perteneció» a su padre y se dedicó a este oficio durante toda su vida, custodiando las llaves de todos los portales de su zona y velando por la seguridad del barrio madrileño de Salamanca a finales de los 50.
Aunque el oficio desapareció, como tantos otros, a finales del siglo XX, se ha intentado recuperar la figura en algunas zonas como Murcia, Gijón, Llobregat o el barrio de Chamberí en Madrid, aunque con algunas diferencias: patrullas mixtas, mayores de 45 años, en situación de paro y con formación en temas de mediación, civismo y comunicación. Un pequeño recordatorio de aquellos que paseaban y cuidaban las calles oscuras para que los demás pudieran dormir tranquilos por las noches.
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