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20 de mayo de 2024

El escritor, Juan Eslava Galán, ante las cámaras de El Debate

El escritor, Juan Eslava Galán, ante las cámaras de El DebatePaula Argüelles

Entrevista a Juan Eslava Galán

Juan Eslava Galán: «La Revolución Francesa devoró a sus hijos»

La Revolución Francesa contada para Escépticos es la nueva entrega de la saga escrita por el famoso historiador, en la que el lector podrá recorrer las calles revolucionarias de París, conocer a los principales personajes y las reminiscencias de una revolución que trasformó Europa para siempre

«Todo lo que ahora son las democracias occidentales tiene su origen en la Revolución Francesa y en la Ilustración», aclara nada más empezar la entrevista el escritor Juan Eslava Galán. Una revolución que explotó tras una situación de crisis económica, hambruna y malestar social y que los franceses celebran desde entonces como fiesta nacional, y con razón, porque el reino galo se trasformó en un país donde el Estado era su nuevo dios. La Revolución Francesa contada para Escépticos aborda la violencia indiscriminada, la situación social y los caminos políticos e ideológicos que trasformaron Francia hasta que tomó el poder Napoleón como «hijo de la Revolución». Una Revolución Francesa en la que «hubo mucho aprovechado, mucha corrupción, muchos políticos descabezados», como en la España actual, comenta el escritor.
Juan Eslava Galán en conversación con El Debate

Juan Eslava Galán en conversación con El DebatePaula Argüelles

–¿Qué supuso la Revolución Francesa como cambio social, político y cultural?
–En Occidente es determinante la Revolución Francesa. Lo que hay antes es el Antiguo Régimen, en el que hay una clase privilegiada, que es una minoría, de aristócratas y alto clero, que no paga impuestos y vive estupendamente a costa del pueblo. Y el pueblo no tiene derecho ninguno y al mismo tiempo tienen que despachar con todos los lujos, la guerra, etcétera. La Revolución francesa lo que hace es tabula rasa: se suprime la aristocracia y a partir de entonces todos los hombres somos iguales. Ya no hay nobles y súbditos, sino ciudadanos, y todos son ciudadanos. Ese es el gran avance de la Revolución Francesa, que a su vez se basa en la Ilustración, que es un sistema filosófico que ha avanzado en Francia, sobre todo, a lo largo del siglo XVIII.
–Si no hubiese habido revolución, habrían muerto los ideales de la Ilustración o hubiesen cogido otra vertiente.
–No, probablemente habría habido una evolución. Pero realmente en esos diez años de revolución hay varias etapas. La etapa del principio es de una evolución. Cuando el pueblo impone los Estados generales, se impone que no sea un voto por la aristocracia, otro voto por el clero y otro voto por el pueblo, sino que sean los mismos compromisarios los que voten, que es un sistema democrático. En un principio el rey accede a eso y se pone la escarapela y dice «soy ciudadano». Es decir, el rey se iguala. Después se descubre que está traicionando los ideales de la revolución y por eso lo guillotinan.

Los revolucionarios, como personas que eran, tenían cierta tendencia a la corrupción

–A parte de los tres estados estaba la burguesía. ¿Cómo es de importante la burguesía para entender la revolución francesa?
–Absolutamente fundamental. La Ilustración hace la burguesía, no el pueblo, que no tiene cultura para hacer nada. La burguesía que ha surgido del pueblo y ve que los puestos en el Estado, la adjudicatura y el ejército están copados por la aristocracia. Ellos se consideran más capaces porque son abogados, son médicos, son gente ya intelectual, pero no tienen acceso y por eso son realmente el espíritu de la Ilustración. La revolución la hace el pueblo en el sentido de que pone la sangre en la calle, pero el gran beneficiario de la Revolución Francesa es la burguesía. Como todos serán iguales, se inicia el ascensor social con la Revolución Francesa.
–Precisamente la libertad, la igualdad y la fraternidad que se defendió en esa revolución ¿Permaneció durante todo el proceso revolucionario o esos ideales fueron decayendo por la vez?
–Son ideales muy elevados y ya se sabe que la humanidad es débil en algunas cosas. La libertad, sí, la libertad relativa, y la igualdad ante la ley sí que se consiguió. Pero claro, la fraternidad es una cosa más compleja. Con los ideales de la Revolución Francesa ha habido algo de fraternidad, porque ahora en los países que bebemos de esos inicios hay un Estado del bienestar, en el que a partir de mis impuestos se ayuda a las personas que están menos favorecidas. Lo que pasa es que lo tiene que imponer el Estado, porque de otra manera sería limosna.
–La Revolución se impuso a base de cortar cabezas y de clavarlas en una pica. ¿Fue esa violencia, que tanta fama ha tenido durante la Revolución Francesa, tan exagerada como se cuenta?
–Sí, fue una violencia exagerada, pero tiene su explicación. Los revolucionarios de pronto se sienten asediados. Francia está rodeada de monarquías católicas o protestantes y tienen la idea clara de que no quieren que la revolución se exporte a sus países. Por lo tanto, piensan: «tenemos que invadir Francia y reponer al rey absoluto». Como Francia se siente asediada por esos países, la reacción de los revolucionarios es suprimir al enemigo interior, porque dentro están los aristócratas, alto clero y gente que es partidaria precisamente de la involución hacia la monarquía absoluta. Quizás se pasaron de rosca porque guillotinaron a todo el que encontraron, pero hay que verlo en el contexto de sentirse tan amenazados.
–Otro de los estamentos a la que también se persiguió fue la Iglesia. ¿se perseguía a la Iglesia por un tema de que era un estamento de poder más o por temas religiosos?
–Dentro de la Iglesia podríamos suponer que había dos estamentos: el alto clero, que era gente de la aristocracia, y el cura que daba misa en los pueblos que, obviamente, pertenecía al pueblo. Dentro de eso, los revolucionarios piensan: «ustedes dependen de un señor que está en Roma, del Vaticano. Por lo tanto, tienen que depender de Francia, tiene que ser una iglesia nacional». Entonces invitan a los curas a que se hagan nacionalistas, que se hagan revolucionarios, y el Estado les paga un sueldo. Hay una parte del clero que accede y se hacen curas pagados por el Estado, pero hay otra parte que quieren seguir siendo lo que han sido hasta entonces. Entonces se organiza una persecución eclesiástica, aparte de que los bienes del clero, que tenían una parte importante del poder económico de Francia, la Revolución se queda con todo para administrarlo.

Se pasaron de rosca porque guillotinaron a todo el que encontraron, pero hay que verlo en el contexto de sentirse tan amenazados

–Muchos de esos líderes que habían impulsado la guillotina acabaron en la misma guillotina. ¿Como era la situación política para esos nuevos evolucionarios que un día pasaron de ser líderes de las masas y al día siguiente eran enemigos de esta?
–El prototipo es Robespierre, un tipo atildado, puro. Los revolucionarios, como personas que eran, tenían cierta tendencia a la corrupción. Típico de un político que tiene poder. Este hombre no era corrupto, era absolutamente puro y físicamente un dandy. Pero también era un fanático de la revolución, y no tuvo ningún tipo de inconveniente en guillotinar a muchísima gente que simplemente era sospechosa. Llegó un momento en que dan un golpe de estado contra él de la noche a la mañana, quizá aprovechando también que estaba en crisis personal. Al fin y al cabo, la Revolución devoraba a sus hijos como un monstruo. Hay un pequeño detalle, antes en el Antiguo Régimen unos eran señores, otros vasallos, y al señor se le llamaba monseñor. La Revolución impone que todos son ciudadanos, pero cuando a Robespierre lo hieren malamente en la mandíbula, al siguiente lo van a guillotinar y lo tienen tendido en una mesa, se le acerca alguien compasivo y le pone una chaqueta debajo para que le haga de almohada. Él no le dice: «Gracias, ciudadano». Le dice: «merci Monsieur», siguiendo la educación tradicional.
Juan Eslava Galán en conversación con El Debate

Juan Eslava Galán en conversación con El DebatePaula Argüelles

–¿Qué elementos permanecieron a pesar de la revolución, y qué elementos transformó la vida en Francia para siempre a nivel de ideas y de costumbres?
–Se transformó absolutamente. El francés adora el Estado, es muy jacobino y partidario del Estado central fuerte. En occidente los políticos profesionales se han convertido en aristocracia. No digamos ya en España, donde vemos que auténticos 'mindundis' acceden por medio de los partidos políticos a ser aristócratas, en el sentido de que mandan, son pocos y tienen excelentes sueldos. O sea, que algún reflejo del Antiguo Régimen es inevitable que exista en el nuevo a pesar de las libertades.
–La Revolución, como aparece en su libro, hay varias situaciones curiosas y otras que usted trata con su humor habitual ¿Qué situación humorística o curiosa destacaría de la Revolución?
–Hay una cosa que no es exactamente humorística, pero es curiosa. La revolución ocurre porque hay hambre en Francia, causado en parte porque hay un volcán en Islandia que estalló diez años antes y llenó Europa de una capa de cenizas persistente. Como el sol no llega bien a los campos, las cosechas son muy malas y eso provoca hambruna, no sólo en Francia, en otros lugares. Pero en Francia y en París las mujeres inician la Revolución porque sus hijos se están muriendo de hambre. Eso es una pequeña anécdota, pero muy significativa, como un elemento de la naturaleza puede incidir en la historia de la humanidad.
Otra posible anécdota sería que los restaurantes, tal como conocemos ahora, surgen de la Revolución. En aquella época está en plena implosión la buena cocina francesa, pero cuando los aristócratas mueren o emigran para salvarse, sus cocineros se quedan sin trabajo, y muchos de ellos pusieron un restaurante para el público ya en general. Y ese es el inicio de los grandes restaurantes que todavía disfrutamos afortunadamente en Occidente.

En Francia y en París las mujeres inician la Revolución porque sus hijos se están muriendo de hambre

–Usted siempre dice que sus libros están escritos para escépticos ¿Qué encontrará un escéptico en su nuevo libro sobre la Revolución Francesa que no haya en otros?
–Mis libros son lecturas divertidas y al mismo tiempo enseña. Tratar con seriedad del tema, pero al mismo tiempo sacando lascas de humor que siempre ocurren en hechos como este. Por ejemplo, cuando hay ejecuciones públicas en Francia, en París, que era todos los días, existe las tricoteuse, unas señoras que hacían punto. Las señoras de los barrios se iban a la plaza donde se iba a ejecutar, rodeaban la guillotina cuatro o cinco horas antes para tener los mejores puestos y les salpicara la sangre. Cuando llegaba el momento de las ejecuciones decían: «pues esta ha estado mejor que la de ayer, o que el otro».
–En el contexto político y social actual en España ¿hay algún paralelismo a nivel de incertidumbre y de malestar social que pudiese relacionarse con la situación de la Revolución?
–La escandalosa subida de precios se parece mucho a la que hubo antes de la Revolución Francesa, que eso agobiaba a la gente más popular, más pobre. También, dentro de la Revolución Francesa hubo mucho aprovechado, mucha corrupción, muchos políticos descabezados, y de eso tenemos también gran abundancia en España. Pensemos que este es un país donde para ser barrendero de un pueblo necesitas el graduado escolar, pero para ir al Senado no necesitas nada, sólo que te designe un partido y te ponga allí. De hecho, hay en el Senado prácticos analfabetos, y ahí los tenemos pagándoles unos sueldos excelentes. O sea, esto no es exactamente una democracia, sino una partitocracia con visos de ser más bien un gobierno de ladrones.
–Por último, ¿Está inmerso en nuevos proyectos?
–Tengo cuatro o cinco proyectos, algunos Escépticos, otros son novelas y cuando acabe la promoción pensaré por donde tiro.
–Estaremos pendientes. Muchas gracias.
–Ha sido un placer.
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