Picotazos de historia
Cuando el miedo hizo que Alejandro Magno matase a su más experimentado general
El motivo de su muerte no fue por nada que él hiciera si no por miedo a lo que pudiera hacer. Fue una muerte injusta pero necesaria y su recuerdo persiguió a Alejandro hasta el final de sus días
Filipo II de Macedonia, el padre de Alejandro Magno, nos legó unas frases maravillosas que nos muestran a un hombre de estado profundamente cínico, pragmático y humano. Su frase afirmando que no existe una fortaleza tan inexpugnable como para que no entre en ella un burro cargado de oro, es sencillamente genial. También acostumbraba a decir: «No entiendo a los atenienses. Eligen por sorteo a diez generales (strategos). Yo solo tengo a Parmenión».
Parmenión, el general macedonio
Este individuo aparece, por primera vez en la historia, en torno al año 359 a. C. Entonces Filipo era regente del reino de Macedonia y estaba luchando para mantener la integridad del reino frente a los ataques de las diferentes tribus y pueblos vecinos (ilirios, peonios, tracios, etc.) y los griegos del sur. En esos años Parmenión descolló en el campo de batalla por iniciativa e inteligencia y se ganó la confianza de Filipo.
El joven era mayor que el propio Filipo, se calcula que Parmenión debió nacer en torno al año 400 a. C, y fue fundamental en la creación de un nuevo ejército macedonio y de la formación y armamento de la nueva falange, que sería la piedra clave de las conquistas futuras de Alejandro. Precisamente, la noticia del nacimiento del futuro conquistador de Asia le llegó a Filipo al mismo tiempo que la nueva de una victoria de Parmenión sobre los ilirios.
En el año 336 a. C Parmenión fue enviado, junto con el general Atalo, al mando de un ejército de 10.000 guerreros para establecer y asegurar cabezas de puente para el paso del ejército macedonio a Asia. Parmenión aseguró la región del Helesponto (Atalo había muerto en combate) y Alejandro, nuevo Rey de Macedonia, se reunió con él al frente de un ejército de 35.000 soldados.
Alejandro confiaba en Parmenión y reconocía su capacidad y experiencia por lo que siempre le encargaba la parte más delicada y difícil de la batalla
Alejandro conocía desde hacía mucho tiempo a Parmenión. Confiaba en él y reconocía su capacidad, experiencia y cautela por lo que siempre estuvo entre sus principales generales y a él encargaba la parte más delicada y difícil de la batalla. Parmenión sería el yunque y Alejandro el martillo. Durante los años de las conquistas de Alejandro vemos como este se fue transformando de general-héroe –como define John Keegan en su La Mascara del mando– a general-dios (o endiosado), teniendo siempre como contrapunto el sentido común y la prudencia de Parmenión.
El viejo general no solo entregó toda su vida al servicio de sus soberanos y de Macedonia, también su familia. Tuvo tres hijos y una hija. La chica se casó con un miembro del Estado mayor, los hijos fueron: Héctor, Filotas y Nicanor. En el año 332 a. C falleció ahogado, mientras nadaba en el río Nilo, el menor de los hijos, Héctor. Dos años después, mientras participaba en la persecución del derrotado soberano persa Darío III, moriría de fiebres en la ciudad de Aria el mediano, Nicanor. Ese mismo año, el último de los hijos de Parmenión, Filotas, conspiró con otros oficiales para asesinar a Alejandro. Descubierto, fue torturado y confesó su implicación en la conspiración. Fue condenado a muerte y la pena se cumplió de acuerdo con la costumbre macedónica: a lanzazos.
Parmenión fue asesinado por orden de Alejandro antes de que pudiera saber el destino de su hijo Filotas
Aquí Alejandro se encontró con un doloroso problema: Filotas era el último hijo que le quedaba a Parmenión y él acababa de ordenar su ejecución. Parmenión era un anciano de setenta años que ya no estaba para los rigores de la campaña y por ello se encontraba en la antigua capital persa de Ecbatana, controlando el tesoro y las reservas del ejército, al tiempo que protegía la vital línea de suministros del ejército de Alejandro, que se encontraba en la cuenca del río Sistán, en la actual frontera de Irán, Paquistán y Afganistán.
Alejandro sabía que Parmenión ignoraba la intención de Filotas de asesinarle a él. Era muy consciente de cuanto le debía, él y su padre Filipo, al viejo general pero no podía arriesgarse. En la retaguardia, Parmenión sujetaba un cuchillo en la garganta de Alejandro y este no podía permitirse el lujo de confiar que el viejo aceptara la muerte de su último hijo con resignación. Parmenión fue asesinado por orden de Alejandro antes de que pudiera saber el destino de su hijo Filotas. El motivo de su muerte no fue por nada que él hiciera, si no por miedo a lo que pudiera hacer. Fue una muerte injusta pero necesaria y su recuerdo persiguió a Alejandro hasta el final de sus días.