
Postal británica que muestra a los buques de guerra rusos disparando contra los barcos pesqueros
Picotazos de historia
El incidente del banco de Dogger o cuando la flota rusa atacó a un grupo de pescadores británicos
El episodio no pudo suceder en peor momento y estuvo a punto de provocar la guerra entre Rusia y el Reino Unido
La guerra ruso japonesa fue un conflicto armado que duró de 1904 a 1905 y que se generó como consecuencia de las políticas expansionistas de los imperios ruso y japonés, que chocaron en las zonas de Manchuria y Corea. Rusia buscaba tener una base naval, en el extremo oriente, que estuviera libre de hielos durante todo el año. Allí ya tenía las bases de Vladivostok (que solo era operativa en verano, estando imposibilitada por los hielos el resto del año) y Port Arthur, que había sido arrendada al imperio chino.
Japón inició las hostilidades atacando a la flota rusa en Port Arthur. El almirante japonés Togo (1,65 metros de sabiduría naval y mala leche) llevó a cabo un ataque con lanchas torpederas, dejando fuera de combate a dos de las principales unidades navales rusas y embotellando a la flota rusa dentro de su propia base.
Cuando las noticias de los sucesos llegaron a Moscú, una de las medidas que tomaron fue el envío de la flota del Báltico, bajo las órdenes del contralmirante Rozhestvensky, para apoyar a la flota atrapada en Port Arthur. La misión tenía sus perendengues ya que la flota tenía una tripulación bisoña (tanto en la marinería como en la oficialidad) y debía realizar una navegación de 29.000 kilómetros (unas 18.000 millas náuticas), con la imposibilidad de carbonear en la mayoría de las bases navales y puertos existentes debido a una alianza entre Japón y el Imperio Británico.
La flota rusa partió de sus bases el día 15 de octubre. El día 20 Rozhestvensky, que tenía fama de violento y paranoico, recibió un informe de un agente ruso en Noruega. El agente, que debía estar drogado o era completamente tonto, informó de que una escuadrilla de lanchas torpederas japonesas se había reabastecido en los puertos noruegos y que, tras aprovisionarse, se había echado a la mar con intención de interceptar a la flota rusa.
Piensen ustedes que en aquel entonces el torpedo era un arma terrible, capaz de hundir a los grandes leviatanes de los mares como era el caso de los acorazados y los cruceros de batalla. Una humilde lancha torpedera, ágil y maniobrable, era capaz de producir un daño desproporcionado con sus grandes torpedos. Además, el almirante Togo acababa de demostrar la letal efectividad de las lanchas torpederas japonesas en Port Arthur.
Eso sí, nadie se preguntó cómo demonios había llegado dicha flotilla desde el mar de Japón al mar del Norte. Para crear una mayor confusión les llegó a los rusos otro informe, esta vez del servicio imperial de inteligencia, informando de que había sido avistada una flotilla de lanchas torpederas japonesas frente a la isla danesa de Langeland, en el estrecho de Kiel.
A estas alturas, el completamente emparanoiado almirante ruso no ponía en duda los informes ni lo absurdo de las lanchas japonesas en el mar del Norte. Al contrario, al dar plena verisimilitud a los informes, generó una histeria que se fue contagiando a todas las naves de la flota rusa. Todo un triunfo para el coronel Akashi, del servicio de inteligencia japonés, quien había sido encargado de las labores de espionaje y desinformación de la flota enemiga.

Arrastreros dañados después de regresar al muelle de St Andrews, Hull
Aterrada por el fantasma de las lanchas japonesas, la flota rusa atravesó lentamente lo que creía que era una zona minada por los japoneses (en concreto por las inexistentes lanchas torpederas). Al anochecer del día 21, el buque auxiliar Kamchatka informó que habían avistado una lancha enemiga (en realidad era un pobre pesquero sueco en plena faena). Esa noche la mar se cubrió de bruma, haciendo la visión aún más difícil y dando a los sonidos una aterradora imprecisión. A las 0:55 de la noche del 22 de octubre la flota rusa avistó barcos que carecían de luces de posición. Rozhestvensky dio orden de virar y enfrentarse al enemigo. Se encendieron los proyectores, cuyos largos dedos de luz señalaron una agrupación de barcos en medio de la noche, y se dio la orden de abrir fuego.
Durante diez minutos todos los barcos rusos abrieron fuego con todas las piezas que portaban abordo y mientras esto sucedía se reportaron informes de impactos de torpedos japoneses en diferentes unidades de la flota rusa. E incluso se informó de que el acorazado Borodino había sido abordado por tropas japonesas y que se luchaba en la cubierta.
La supuesta flotilla de lanchas torpederas japonesa resultó ser un grupo de pesqueros británicos que estaban en plena faena
Cuando, por fin, se dio la orden de «alto el fuego» y se comprobaron los resultados, estos no pudieron ser más decepcionantes. La supuesta flotilla de lanchas torpederas japonesa resultó ser un grupo de pesqueros británicos que estaban en plena faena. Los traumatizados pescadores vieron hundirse a un barco y cuatro pesqueros más estaban gravemente dañados. El capitán y el contramaestre del pesquero Crane se habían ido a pique junto con su nave y seis pescadores más estaban sangrando en las cubiertas de los restantes barcos.
Pero ahí no quedó el asunto. En medio del pánico de la noche, varias unidades rusas se habían disparado entre sí. Los cruceros Aurora y Dimitri Donski habían sufrido daños que les impedían continuar y tenían heridos a bordo. La única víctima mortal rusa se dio en el crucero Aurora. Se trataba del pope (capellán) que había tenido la ocurrencia de dar un paseo por el puente. Muy a destiempo como comprenderán.

Los pescadores británicos en París para declarar ante la Comisión
El incidente no pudo suceder en peor momento y estuvo a punto de provocar la guerra entre Rusia y el Reino Unido.
Rusia, voluntariamente, pagó una indemnización de 66.000 libras esterlinas a las familias de los pescadores y nuevas naves para que los pescadores pudieran faenar de nuevo. Entretanto, el infortunado Rozhestvensky continuaba con su navegación para completar una misión abocada al desastre. Pero eso, señores ya es otra historia.