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Tocador de una matrona romana. Obra de Juan Giménez Martín

Tocador de una matrona romana. Obra de Juan Giménez Martín

Entre rumores de veneno y lucha por el poder: la historia de Livia, la primera dama más influyente de Roma

La esposa de Augusto, elevada a los altares por su nieto Claudio, se ha convertido en un símbolo de las intrigas y la lucha por el poder desde la sombra en la Antigua Roma

Nos dice el historiador romano Dion Casio, «Se escuchó el rumor de que, cuando Marcelo, sobrino de Augusto, murió en 23 a. C., no fue por muerte natural, y que detrás de esto se encontraba Livia». Lo cierto es que hoy en día, cuesta separar a Livia de esta imagen de matrona romana intrigante y poderosa, siempre moviendo los hilos del Imperio detrás de su marido, Octavio Augusto.

La brillante interpretación de Sian Phillips en la serie de la BBC Yo Claudio, como una mujer fría y calculadora que distribuye estratégicamente venenos para eliminar a sus familiares, ha contribuido a dejar en nuestro imaginario esta visión de Livia.

Livia Drusila nació en una familia patricia caída en desgracia en la guerra civil que asoló roma con el asesinato de Julio César y el enfrentamiento entre Marco Antonio y Octavio, quien más adelante sería conocido como Augusto. El padre de la joven se suicidó junto a los asesinos de Julio César, y ella contrajo matrimonio siendo adolescente con un primo suyo, Tiberio Claudio Nerón (no confundir con el infame emperador, que era descendiente suyo). Cuando tenía veinte años conoció a Octavio, y se dice que fue amor a primera vista: ambos reconocieron en el otro a quien sería su compañero de vida durante más de cincuenta años.

Estatua sedente de Livia Drusilla

Estatua sedente de Livia DrusillaWikimedia Commons

Livia tenía ya un hijo de su marido, el futuro emperador Tiberio, y estaba embarazada del segundo. También Octavio estaba casado y tenía una hija Julia. Sin embargo, tanto el amor como la política se impusieron y se divorciaron de sus respectivos esposos para casarse. El marido de Livia aceptó de buen grado el arreglo y acudió a la boda, pero para la mujer de Octavio, Escribonia, fue mucho menos agradable: recibió la noticia del divorcio poco después de dar a luz, y debió separarse de su hija recién nacida.

Pocos años después, Octavio fue nombrado emperador tras el suicidio de Marco Antonio y su amante, la reina Cleopatra. Junto a Livia, fueron el modelo de pareja patricia romana. Livia era muy bella, no llevaba excesiva joyería ni vestidos pretenciosos, y se ocupaba ella misma de las labores domésticas. Fue una madrastra poco comprensiva con la hija de Octavio Augusto, la joven Julia, insistiendo en apartarla de los libros y el estudio por considerarlas actividades poco adecuadas para una joven.

Los rumores de envenenamiento

Los rumores del uso de venenos por parte de Livia comienzan precisamente con la muerte del joven esposo de Julia, Marcelo, que era a su vez sobrino de Octavio Augusto. Marcelo estaba llamado a suceder a su tío como emperador, pero su misteriosa muerte allanó el camino para que el hijo mayor de Livia, Tiberio, pudiera ser nombrado heredero. La hija de Octavio Augusto, sin embargo, contrajo matrimonio con un amigo de su padre, Marco Vipsanio Agripa, con quien tuvo cinco hijos.

Livia debió esperar a la muerte de Agripa para casar a su hijo, a quien presionó para divorciarse, con Julia. Sin embargo, no resultaron ser una pareja tan bien avenida como Livia y Octavio. Tiberio y Julia se detestaban, y la hija del emperador tuvo varios amantes, desatándose un escándalo que acabó con su exilio en la isla de Pandataria. Una vez más, se rumoreó que Livia había instigado la caída en desgracia de su nuera e hijastra.

Sin embargo, aun con el exilio de Julia, el camino hacia el trono imperial no estaba libre para Tiberio, el hijo de Livia. Recordemos que Julia había tenido cinco hijos con su segundo esposo, Agripa. Los tres varones habían sido criados por su abuelo, Octavio Augusto, y su cariño por ellos era manifiesto. El emperador les adoptó legalmente como hijos, con la intención de nombrarles sus sucesores. Entonces, uno por uno, los tres nietos varones del emperador murieron prematuramente. Primero Lucio y Cayo, y después, Agripa Póstumo, encarcelado por una conspiración en la que también se señaló a Livia como instigadora.

Los historiadores Dion Casio y Tácito mencionan estos rumores, aunque la verdad de todo ello se la llevó Livia a la tumba. Si bien es cierto que muchas mujeres en la historia han estado rodeadas de rumores y maledicencias cuando han ostentado públicamente poder político, la rápida sucesión de las muertes debió ser, cuanto menos, sospechosa. Lo cierto es que, en cualquier caso, las maniobras de Livia para coronar emperador a su hijo a Tiberio tras la muerte de Octavio Augusto no se vieron agradecidas por su hijo. Tuvo una pésima relación con ella y, cuando Livia murió, no solo no acudió a su funeral, sino que prohibió que se le rindieran honores.

Fue su nieto Claudio, hijo del segundo vástago de Livia, el general Druso, quien restauró la memoria de Livia y deificó a su abuela, concediéndole el título de Augusta.

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