
Cadáveres españoles en Monte Arruit. La foto fue tomada meses después del desastre, tras recuperar las posiciones el Ejército español
La guerra del Rif: ¿se pudo socorrer Monte Arruit?
Hubo una parte de la opinión pública española, desconocedora de la realidad sobre el terreno, que preconizó el auxilio inmediato y la reconquista de la posición asediada
Tras el abandono de Annual y hasta la matanza de Arruit, hay tres hechos que siguen suscitando dudas entre los interesados en el episodio marroquí de 1921: si el general Navarro debió resistir en Dar Drius y plantear batalla al enemigo, si Monte Arruit pudo ser socorrido desde Melilla o la península y si la rendición se negoció adecuadamente o pudo haberse retrasado todo y liberado a los de la posición mediante una buena cantidad de dinero, como luego se haría con los prisioneros de Axdir.
Todas estas cuestiones son dolorosas y muy polémicas. Se admiten opiniones en todos los sentidos, pero no podemos representarnos el sentimiento de los que vivieron esos momentos trágicos y tomaron decisiones controvertidas en momentos de máxima tensión, incertidumbre y falta de conocimiento de lo que estaba pasando.
Respecto al segundo de estos dilemas, ¿fue factible mandar tropas a rescatar a los asediados en Monte Arruit? Cabe pensar que no. Si Navarro había abandonado Dar Drius con agua, munición y buenas defensas pensando en la desastrosa moral de la tropa y la falta de mandos eficaces, es difícil suponer que lo poco que quedó en Melilla pudiera organizarse en columnas de rescate.
Lo más probable es que fueran copadas por el camino y se aumentara el número de víctimas. Tenían que recorrer casi cuarenta kilómetros a pie por un territorio en poder de los rifeños. Hay que señalar que la reserva de Dar Quebdani del coronel Araujo había sido aniquilada el 25 de julio, tras una vergonzosa rendición y entregando la caja al enemigo. Y que los puestos costeros que pudieron asegurar el auxilio por mar, Afrau y Sidi Dris, sucumbieron pronto.Diez días tardó Berenguer en mandar a los aviones para que dejaran caer algunas provisiones y bloques de hielo. La mayor parte cae fuera y lo que se recoge es muy insuficiente. Pero Berenguer sabe de sobra que no tiene fuerzas para acometer un ataque cuando el enemigo, envalentonado y bien armado, ocupa todo el territorio. Necesitaría un ejército muy poderoso y tiempo. A principios de agosto, autorizó a Navarro a negociar la rendición con la esperanza de salvar vidas.

Izquierda a derecha, coronel de Infantería Araujo, general Navarro, teniente coronel de Infantería Manuel López Gómez, teniente coronel de Infantería Eduardo Pérez Ortiz y comandante de Caballería José Gómez Zaragoza, embarcados de vuelta a Melilla tras ponerse fin a su cautiverio
Es cierto que hubo una parte de la opinión pública española, desconocedora de la realidad sobre el terreno, que preconizó el auxilio inmediato y la reconquista de la posición asediada. Los lectores españoles vivían con angustia la situación de los compatriotas y ansiaban una solución heroica.
Entre las opiniones más fundadas sobre la imposibilidad del socorro está la de Nazario Cebreiros, un teniente coronel destinado en Santander. Cebreiros, torturado y matado en la prisión de aquella ciudad durante la Guerra Civil cuando ya estaba retirado del servicio activo, era conocido por sus publicaciones sobre arte militar. Resulta oportuno recordar su personalidad. Muy crítico con determinadas actuaciones y reformas como la de Azaña, pero partidario de una modernización del ejército. Hombre que no eludía la polémica y solía fundamentar bien sus opiniones.
Algunos de sus libros aparecieron bajo seudónimo. Entre ellos El pánico de Anual y el socorro de Monte-Arrui a la luz de la crítica (Santander 1923), que firmaba solo con las iniciales N. C. (fáciles para reconocer al autor). En este libro el autor reflexiona sobre la imposibilidad del socorro. «La estrategia es ajena al sentimiento», escribe. A Berenguer en ese momento le correspondía mantener la cordura. No le correspondía asumir la culpa de muchos fracasos ajenos, políticos y militares, que llevaron a la situación que afrontaba en agosto de 1921.
Para Cebreiros el socorro resultaba imposible. Las noticias de la llegada a Monte Arruit se conoció en Melilla el día 29 de julio. Berenguer llevaba allí cuatro días y habían llegado fuerzas suficientes desde Ceuta y la península para ensanchar el marco defensivo de la plaza, pero insuficientes para llegar a la posición. Habían llegado batallones muy pequeños y con conscriptos no iniciados en la guerra.
El ejército español era numeroso, disperso por todas las provincias, pero mal instruido; el servicio militar no servía para preparar hombres para la guerra. Acudir a Monte Arruit era exponerse al fracaso y dejar descubierta la ciudad española. La prioridad era organizar las fuerzas en batallones operativos, ponerlos bajo mandos expertos y formar tres columnas para actuar en todos los francos melillenses. Además, carecían de munición bastante.
La cosa estaba tan complicada que el 2 de agosto cayó Nador en manos rifeñas. Al día siguiente se presentó en ese lugar una harca de tres mil marroquíes. Ganar terreno iba a ser muy laborioso e iba a costar muchos sacrificios. El enemigo era muy numeroso, estaba por todas partes y disponía de buen armamento. De los dieciséis batallones recibidos, nueve estaba destinado a guarnecer Melilla en un perímetro superior a diez kilómetros; los otros siete tomaron posiciones avanzadas con dificultad y en la imposibilidad de avanzar mucho más.

Año 1922. Soldados en el Monte Arruit
Señalaba el tratadista que, si Berenguer necesitaba 14.500 hombres para defender Melilla ante un posible ataque, para socorrer Monte Arruit era imprescindible una columna bien preparada de unos 6.000 hombres, que necesitaría el auxilio de otros 3.000 para el transporte de medios, víveres, sanidad, comunicaciones, animales de carga, etc. Berenguer necesitaría unos 60.000 efectivos en Melilla. Ni los tenía ni los iba a tener en la brevedad necesaria. Y esa tropa no podría moverse, en aquellas condiciones, a más de 10 kilómetros diarios. Una vez recogidos a los sitiados, en su caso, deberían desandar el camino y eso, ¿cuántas bajas iban a suponer? En esas condiciones, un rescate resultaba imposible.