
La Torre Eiffel, en construcción
Los parisinos quisieron acabar con la Torre Eiffel mucho antes que Hitler: la veían «inútil y monstruosa»
Diversos artistas, escritores y arquitectos abogaron por paralizar las obras de este monumento por considerarlo «inútil y monstruoso»
Aunque es imposible imaginarnos un París sin su Torre Eiffel, uno de los monumentos más representativos de Francia, Gustave Eiffel tuvo que hacer frente a varios obstáculos para hacer realidad su torre de metal de 300 metros de altura.
El proyecto había nacido para ser la atracción principal de la Exposición Universal de 1889, fecha que marcaba el primer centenario de la Revolución Francesa. Además, con aquella torre colosal de metal se quiso «mostrar al mundo entero la excelencia francesa en ingeniería y técnicas industriales», según recoge la página oficial del monumento. Pero la propuesta de Eiffel se encontró con un rival: Jules Bourdais. Este arquitecto había diseñado una torre monumental de 370 metros de altura, en granito y pórfido, rematada por un potente faro y que se llamaría la Colonne Soleil (Columna del sol en francés).

Colonne Soleil, el diseño propuesto por el arquitecto Jules Bourdais
La rivalidad de estos «dos proyectos antagónicos: la piedra contra el hierro; un arquitecto contra un ingeniero; un clásico contra una modernidad», según apunta la página web dedicada a la Torre Eiffel, se trasladó rápidamente a la prensa, donde ambos candidatos buscaron promocionar sus propuestas. Gustave Eiffel insistió en su capacidad para construir su torre en un plazo realista y un coste razonable. También esgrimió un argumento patriótico y utilitario: la torre «será de gran utilidad para la ciencia y la defensa nacional».
Finalmente, los encargados de organizar la Exposición se decantaron por el proyecto de Eiffel, quien firmaría un convenio con el Estado y la Ciudad de París por el que se le concedía durante 20 años el terreno para construir su Torre, además de una subvención que cubría una cuarta parte del coste de su construcción.Sin embargo, las dificultades no habían hecho más que empezar. Tan pronto como fue aprobado, «su proyecto fue blanco de muchos ataques», indica la página web. Diversos arquitectos criticaron que se hubiera escogido a un ingeniero para semejante proyecto. A este reproche se sumó el mundo del arte parisino «el que se ensañaría con el proyecto al inicio de las obras».
Artistas, escritores y arquitectos publicaron en el periódico Le Temps una Protesta contra la Torre del Sr. Effeil en la que se pedía al responsable de las obras de la Exposición que las paralizara de inmediato. El texto estaba firmado por figuras de renombre como el compositor Charles Gounod, el escritor Guy de Maupassant, el escritor Alejandro Dumas hijo, el poeta François Coppée o Charles Garnier, quien diseñó la Ópera Garnier.
«Nosotros, escritores, pintores, escultores, arquitectos, entusiastas de la belleza hasta ahora intacta de París, venimos a protestar con todas nuestras fuerzas, con toda nuestra indignación, en nombre del gusto francés anónimo, en nombre del arte y de la historia francesa amenazadas, contra la erección en pleno corazón de nuestra capital, de la inútil y monstruosa torre Eiffel, a la que la picaresca pública, a menudo poseedora de sentido común y espíritu de justicia, ya ha bautizado con el nombre de Torre de Babel», rezaba la protesta.

Caricatura de Gustave Eiffel
Las críticas de los artistas alimentó también la desconfianza de los parisinos pues el proyecto de Eiffel era considerado como un «esqueleto de asedio», «trágica farola», «mástil de hierro» o «esqueleto gigante y desgarbado que se malogra en un ridículo y delgado perfil de chimenea de fábrica».
A pesar de todos estos ataques, la torre se terminó construyendo y se abrió al público el 15 de mayo de 1889. Lejos del esperpento que imaginaban sus detractores, la Torre Eiffel «tuvo un éxito inmediato entre el público, tanto en Francia como en el extranjero, que le dio una acogida triunfal, desinflando al instante toda la polémica anterior», recoge la página web.
No obstante, Gustave Eiffel tuvo que hacer frente a una última batalla para conservar su torre. La Torre solo debía durar 20 años debido a la concesión de explotación que tenía el ingeniero y que terminaba el 31 de diciembre de 1909. La fecha se acercaba y el número de visitantes del monumento iba en descenso. Incluso en 1903 se planteó seriamente su demolición, ya que el Ayuntamiento de París quería reurbanizar el Campo de Marte, donde se ubicaba el monumento.

La evolución de la Torre Eiffel
Fue el interés estratégico y científico lo que salvó a la torre más alta del mundo en aquel entonces de la destrucción: Eiffel financió y promocionó experimentos científicos que tenían lugar en la Torre. Asimismo, el capitán Gustave Ferrié creó una red militar de telegrafía sin hilos, una técnica de comunicación en pleno desarrollo; pronto «la importancia estratégica de la estación de la Torre Eiffel se hizo evidente en cuanto fue capaz de transmitir y recibir señales de larga distancia», indica la web oficial de la Torre Eiffel.
Las tres horas de Hitler en París
Así, el 1 de enero de 1910, la concesión otorgada al ingeniero se renovaba por 70 años. Pero quedaría una última amenaza. Habiendo estallado la Segunda Guerra Mundial, Hitler invadió la capital francesa el 13 de junio de 1940 y el 28 de ese mismo mes visitó París. Aunque solo estuvo tres horas, realizó una visita al ya emblemático monumento que sería objeto de un incendio que planeó para la noche del 24 de agosto de 1944, pero afortunadamente no llegó a producirse.

Histórica y simbólica fotografía de Adolf Hitler junto a Albert Speer y Arno Breker en junio de 1940
Ante el avance de los aliados, el führer ordenó al general Dietrich von Choltitz reducir a ruinas los edificios y puentes más emblemáticos de la ciudad: «París no debe caer en manos del enemigo, salvo siendo un montón de escombros», fueron las palabras del dictador.
En aquella lista negra se encontraban el Arco del Triunfo, los Inválidos, el Palacio de Luxemburgo, las calles ubicadas en los alrededores de la Plaza de la Concordia y la Casa de la Ópera, pero «el objetivo principal era la Torre Eiffel, el símbolo fuerte de la ciudad desde que fue levantada en 1887», señala el historiador Robert Bevan en La destrucción de la memoria: Arquitectura de la Segunda Guerra Mundial.