Antonio Casares y Fidel Pagés
La gesta española en el avance de la anestesia: Antonio Casares y Fidel Pagés
El éter sulfúrico y el cloroformo fueron las sustancias que por primera vez conseguirían anestesiar
Hoy a nadie se le ocurriría someterse a una operación «a pelo», o lo que es lo mismo, sin anestesia. Y millones de mujeres del planeta ya no «paren con dolor» como profetizaba la Biblia. Pero pocos saben que esta situación ha sido relativamente reciente. Hasta mediados del XIX las operaciones quirúrgicas suponían un terrible sufrimiento para los pacientes y no se podían abordar intervenciones complejas. Solo podían realizarse de forma «externa». Por ejemplo en las incisiones en el abdomen, los intestinos salían disparados sin posibilidad de volver a introducirlos ocasionando una muerte segura.
Desde la Antigüedad
Desde la Prehistoria, el hombre buscó sustancias paliativas para el dolor. En todas las películas hemos visto usar el alcohol o métodos físicos para que el enfermo perdiera el conocimiento dándole un golpe en cabeza. Pero el método más eficaz resultaba ser sujetarlo por la fuerza, que mordiera un trapo y que fuera «lo que Dios quiera».
Operación con éter en Massachussets
Los avances de la química facilitaron el avance y el éter sulfúrico y el cloroformo fueron las sustancias que por primera vez conseguirían anestesiar. El éter, llamado entonces vitriolo dulce, se conocía desde el siglo XIII pero su uso anestésico no se descubrió hasta mediados del XIX.
Serendipia e investigación
Sobre el origen de la anestesia y sus protagonistas se ha escrito mucho y se han dado distintos nombres, fechas y ciudades. Suele atribuirse a la serendipia, denominación de los descubrimientos que se hacen por casualidad. Y en concreto, esto sucedió en las «fiestas del éter» diversión de principios del XIX en las que se inhalaba éter o gas hilarante. En una de las fiestas el médico norteamericano Crawford Williamson se percató que tras inhalar éter algunos de los participantes eran insensibles al dolor y se le ocurrió su potencial aplicación a la cirugía y lo probó con éxito en 1842 aunque no publicaría su hallazgo hasta años después.
Quirófano en Tetuán 1913
El gas hilarante era un gas que provocaba carcajadas de forma compulsiva en estas «fiestas del éter». Incluso los circos de entonces llegaron a incluirlo como entretenimiento. Un dentista de Boston Horace Wells, en una de sesiones circenses observó como un participante que inhaló gas convulsionó y se hirió en las piernas ocasionándole una gran hemorragia. Pero no solo no se quejaba del dolor, es que seguía riéndose. Wells, después de ver esto lo aplicó en intervenciones odontológicas.
Pero oficialmente, el bautismo de fuego de la anestesia sería en de octubre de 1846. El doctor John Collins Warren hacía una operación con éter a un enfermo de un tumor en el Hospital General de Massachussets.
Por las mismas fechas en España un científico tan brillante cual humanista del Renacimiento, el gallego Antonio Casares Rodríguez, catedrático de Química, Farmacéutico, Médico y Filósofo, investigaba la síntesis del cloroformo y éter y protagonizaba el primer ensayo clínico realizado en España en su laboratorio de la universidad compostelana.
Antonio Casares Rodríguez
Los sujetos de su experimento fueron un perro dogo de gran envergadura y él mismo. Sucedía solo dos semanas después de la operación americana. Tras ello, Casares con González Olivares, Laorden y Guarnerio acometían las primeras cirugías con anestesia de España en el antiguo Hospital Real casi simultáneas a una de Barcelona.
Pero la tradición oral de la familia Casares cuenta que el año anterior el científico ya había utilizado el cloroformo, pero no le dio publicidad por lo delicado de la intervención. Junto a un cirujano y su cuñado el también prestigioso médico Maximino Teijeiro habrían amputado con éter el pene a un peligroso violador recluido en una institución psiquiátrica.
Documentación hispanoamericana avalaría esta intervención, pero confunden el nombre de Casares con Cáceres. De una u otra manera, cronológicamente el descubrimiento mundial correspondería al español Casares, patriarca de la gran saga científica de los Casares Bescansa.
Revista española de cirugía
Además, en aquel inicio de la anestesia, muchas elaboraciones se adulteraban por beneficios comerciales. Casares, publicó un artículo sobre la preparación del cloroformo y desarrollaba un protocolo para que los cirujanos aprendieran a reconocer los preparados «puros» Esto evitó muchos de los efectos adversos, incluidas muertes, que se estaban observando en Europa.
Del éter y el cloroformo a otras sustancias
El uso del éter se extendió rápidamente por Estados Unidos y Europa y marcó un antes y un después en la historia de la Medicina. Ahorró sufrimientos a los enfermos, y salvó millones de vidas al hacer posible abordar cirugías más complejas. Fue el anestésico estándar usado hasta 1960 cuando fue desplazado por preparados mucho más potentes, y nuevas técnicas de aplicación. Pero en el año 1921 otro español, daba un salto de gigante en el campo de la anestesia. El médico militar aragonés Fidel Pagés Maravé.
Fidel Pagés
Fidel Pagés Maravé
Nacido el 26 de enero de 1886 en Huesca, Pagés obtuvo la Licenciatura en Medicina con premio extraordinario. Pudiendo optar por cualquier hospital de prestigio, decidió alistarse en el ejército como cirujano militar.
Pronto fue destinado a Marruecos y llegó en plena vorágine de uno de los capítulos más sangrientos, la tragedia del Barranco del lobo, donde se cantaba que manaba una fuente con sangre española. Los rifeños habían asestado un duro golpe a las fuerzas de España, y continuaba la sensación de psicosis de que la ciudad podría ser de nuevo atacada.
Fidel Pagés atendiendo enfermos en Melilla./ Archivo histórico de Guadalajara
A los heridos en la emboscada de El Barranco se sumaron a las grandes bajas de las semanas anteriores. Los hospitales civiles y militares de Melilla estaban sobrepasados. Pagés formaba parte de los refuerzos médicos enviados para establecer varios hospitales militares de emergencia en la ciudad que incluyeron el Teatro Alcántara, el casino militar, escuelas y hasta casas particulares. Allí coincidiría con el gran médico compostelano Gómez Ulla.
Gómez Ulla
Los combates tenían lugar lejos del hospital y en la mayoría de las ocasiones el traslado de heridos debía realizarse en artolas de mulas. El comandante médico Gómez Ulla creó una red de ubicaciones sanitarias para que los atendieran en el menor tiempo posible con hospitales de campaña de montaña. Desarrolló una cercana asistencia médico-quirúrgica de urgencia diseñando una unidad móvil capaz de actuar prácticamente en la línea de batalla.
Escena de la guerra del Rif
Pagés destacó por su capacidad resolutiva con una división de ambulancias capaces de acercar a los médicos hasta la primera línea de combate y evacuar rápidamente a los heridos a retaguardia. El equipo de cirugía móvil, disminuyó drásticamente el índice de mortalidad porque un gran número de heridos hubiera fallecido ante la imposibilidad de ser trasladados a tiempo al hospital.
Pagés se labró un aura casi mágica. Soldados contaban a su regreso cómo un grupo de cirujanos aparecía en medio del infierno para rescatarlos. El médico oscense nunca sabría que alguno de estos soldados, salvaría la vida años más tarde a su mujer e hijos cuando estaban a punto de ser asesinados.
I Guerra Mundial y vuelta a casa
Con la experiencia en el campo de batalla, publicó un estudio sobre las heridas y las fracturas por armas de fuego que fue muy valorado en Europa. Y en plena Primera Guerra Mundial la Cruz Roja le ofreció trasladarse a Viena como inspector de campamentos de prisioneros en los que desarrolló una intensa labor como cirujano.
Hospital Docker de Melilla
Fue un trabajo muy duro que costó la vida a varios médicos militares españoles que le acompañaron. Incluso, él mismo enfermó gravemente y hubo de ser repatriado a España. La experiencia allí le permitió incrementar su conocimiento sobre el tratamiento de heridas de guerra y politraumatismos.
A su regreso a España, se doctoró y sentía que debía sacar un tiempo para la investigación y la divulgación. Las publicaciones científicas de Pagés se sucedieron. En todos sus artículos, ponía de relieve la importancia de hallar una modalidad anestésica que paliase el dolor de los heridos y que pudieran ser operados de traumas abdominales, hasta la época absolutamente inoperables.
Anestesia metamérica
Prestó especial atención a los heridos por las balas dum dum ( con puntas huecas que implosionaban al penetrar en los cuerpos) que hacía que los soldados llegasen con los vientres destrozados y las heridas de arma blanca tan habituales en los ataques rifeños. Curiosamente también avanzó en las heridas de asta de toro, ya que había sido cirujano de Las Ventas.
El artículo más relevante de su carrera
En 1919 fundaría de la Revista Española de Cirugía, donde dos años después, en 1921, publicaba artículo más relevante de su carrera. Explicaba un procedimiento completamente vanguardista y no era una hipótesis, sino una técnica basada en práctica médica real de 43 intervenciones.
Esquemas originales de Pagés
El la llamó «anestesia metamérica» consistía en eliminar el dolor en la mitad inferior del cuerpo infiltrando un anestésico local entre dos vértebras de la zona lumbar, de manera que bloqueaban las transmisiones nerviosas de la médula espinal. Hoy, sobre todo conocida por su uso en partos, no es otra cosa que la anestesia epidural.
El Desastre de Annual
Estando en vías de difundir en diferentes congresos internacionales su descubrimiento al mundo, le esperaba una nueva tragedia: el «Desastre de Annual». En 1921 partió al frente y coincidió con figuras de la cirugía como Bastos, Nogueras, Gómez Ulla y con Antonio Casares Gil, hijo del pionero del cloroformo, insigne briólogo que acometería en Marruecos la gran campaña antitífica del ejército español y la profilaxis del paludismo.
Pagés iba preparado para realizar operaciones que hasta aquel momento ningún otro cirujano había afrontado y deslumbró al cuerpo médico y a los pacientes conscientes de su extrema dificultad como heridas abdominales o «drenajes transcerebrales». Consideraba que la suerte de los heridos de cerebro, vientre y hemorragia dependía de una rápida intervención frente a la opción «abstencionista», defendida por otros cirujanos que pensaban que «a los moribundos no había que operarlos». Pagés se adelantaba así al concepto moderno de la Sanidad de Campaña.
Las circunstancias bélicas y su trabajo en puestos sanitarios avanzados, le obligaron a realizar numerosas intervenciones quirúrgicas y así, durante los combates de Tizza, Atlanton y Tarrenda permaneció en el quirófano casi sin descanso durante varios días para atender al enorme número de heridos.
Entre otros tuvo que operar a un oficial de la Legión con una grave herida en el pecho, que se negaba en rotundo a cualquier sustancia contra el dolor. Era el coruñés Millán Astray, pero Pagés le ofreció operarle con la epidural y estuvo consciente en todo momento. Su pericia como cirujano, su tesón y su excelente calidad humana le hizo ser muy demandado por los heridos. Franco en Diario de una Bandera así escribe:
«La noche es triste en Ambar, Fontanest el bravo comandante de la Segunda Bandera está muy grave, y todos saben lo que significa una herida en el vientre con el hospital tan lejos. El Doctor Pagés es toda la preocupación del herido, él podría salvarle. En la Legión se siente admiración por este notable cirujano, que ha librado a tantos legionarios de una segura muerte. Por esto piensa en Pagés».
Pero Pagés estaba en Madrid y Fontanest murió.
La muerte de Pagés
La intensidad de su labor le llevó al agotamiento y en 1923 solicitó un permiso para descansar con su familia. Esos días sufriría un grave accidente cerca de la localidad burgalesa de Quintanapallá. Su mujer e hijos resultaron gravemente heridos, una de sus hijas pequeñas sufrió la amputación de la mano y él perdió la vida. Tenía 36 años y fue una muerte muy sentida. En su memoria se daría el nombre «Hospital Comandante Dr. Pagés» al «Hospital Doecker de Melilla», y se puso una placa con el texto: «Sirviendo a España enalteció la ciencia».
Placa a Pagés
Y en el Hospital Militar de San Sebastián la Reina María Cristina erigía una placa dedicada a «la memoria del eminente cirujano Comandante médico Don Fidel Pagés Miravé, compendio de ciencia, bondad, modestia y altruismo, que inauguró esta sala, en agosto del corriente año, y practicó en ella su última intervención, veinticuatro horas antes de su trágica muerte».
Periódico de la época con la muerte de Pagés
Mujer e hijos en la checa
Varios años después, en 1936 la viuda de Pagés contraería segundas nupcias con un inspector de policía Corrales Guerrero. Al inicio de la Guerra Civil detuvieron a toda la familia, el inspector Corrales fue fusilado y a la mujer y los hijos los encarcelaron en una checa. El Comisario Político se percató de que los jóvenes no compartían los apellidos del policía. Al conocer que eran hijos del doctor ordenó liberarlos. El Comisario había sido uno de esos soldados rescatado de la muerte en África gracias a él.
El olvido y el impostor
Tras su muerte tan solo algunos de los médicos que habían trabajado con Pagés continuaron aplicando la anestesia epidural, y pese a su éxito pronto cayó en el olvido. En1932, un médico italiano, Dogliotti, la publicó como descubrimiento propio en el American Journal of Surgery recibiendo todos los honores de la comunidad científica, incluida la española. Sería un médico argentino llamado Alberto Gutiérrez quien alzó la voz en defensa de Pagés y años más tarde consiguió que el italiano se retractara aunque insistió en que no había conocido el estudio del español.
¿Por qué los estudios acerca de la anestesia metamérica pasaron tan desapercibidos? Dos grandes razones: la precoz muerte del doctor que le impidió completar una de las más prometedoras carreras dentro del ámbito de la cirugía y la falta de difusión, ya que no se publicarían en inglés y francés hasta los años 70 del siglo XX.
Un largo y esperanzado camino
Afortunadamente, estamos viviendo una gran época para la historia de los hombres que una vez y en un tiempo fueron importantes para su país. El Instituto de Historia y Cultura Militar ha reivindicado con tesón el valor de la Sanidad militar española y de Pagés. También se han publicado importantes trabajos académicos de Ignacio Velázquez, Guiote y de divulgación como el de Javier Santamarta.
Pagés fue el padre de una técnica que por su eficacia ha permanecido invariable desde 1921 y según el Dr. Poyato la única existe en la historia de la Medicina que se mantiene tal cual se describió.
Portada de «Siempre tuvimos Héroes»
Y hace unos años la Xunta de Galicia puso en valor la ingente obra de Antonio Casares dedicándole el Día del Científico Gallego y que entre otros logros protagonizaría el primer experimento de la luz eléctrica en España y que sería a quien Pio IX instó a analizar los huesos del apóstol Santiago, recién hallados tras llevar tres siglos escondidos por miedo a Drake y a la Contra Armada.
Casares y Pagés son algunos de los científicos españoles olvidados por la historia y relegados por una leyenda negra que atribuye siempre los méritos propios a foráneos. Hombres brillantes y de relevancia universal como Jerónimo de Ayanz, Jorge Juan, Antonio de Ulloa, Felix de Azara, Emilio Herrera, Ramón Verea y tantos otros… Cimas en sus ámbitos que comienzan el largo pero esperanzado camino del merecido reconocimiento y ejemplos de una gran nación.