La carga de los tres reyes obra de Augusto Ferrer-Dalmau
Qué pasó en la batalla de las Navas de Tolosa, una victoria clave en la Reconquista
La batalla, mezclada con un halo de leyenda, quedó inmortalizada en el escudo de Navarra, donde aparecen unas cadenas sobre fondo rojo en alusión directa a esta hazaña bélica
El 16 de julio de 1212 se libró una de las batallas que cambiaría el rumbo de la historia medieval europea. En una llanura al pie de la Sierra Morena, las tropas de Alfonso VIII de Castilla, Pedro II de Aragón y Sancho VII de Navarra se enfrentaron al imponente ejército del califa almohade Muhammed an-Nasir y lo derrotaron. El resultado de la batalla de las Navas de Tolosa debilitó a los musulmanes peninsulares y forjó el espíritu de la Reconquista cristiana.
Ahora bien, aquel día fue el punto de inflexión de una contienda mayor que enfrentaba a la cristiandad europea, que se oponía al expansionismo musulmán.
Hay que remontarse a 1195, cuando Alfonso VIII sufrió una humillante derrota en Alarcos: «fueron desbaratados todos los castellanos e los cristianos que con el rey estauan», como se lee en la Crónica latina de los Reyes de Castilla, que empezó a redactarse en torno al 1223.
Batalla de las Navas de Tolosa. Pintura de Francisco de Paula van Halen
Durante años los almohades habían consolidado su dominio en al-Ándalus y pronto se lanzaron al norte para, según el califa, «someter toda la tierra de los francos», como recoge el cronista árabe Ibn Abi Zar. En este contexto, el monarca cristiano reforzó su ejército, buscó alianzas y reclamó al papa que proclamase una cruzada «contra el infiel». Inocencio III la proclamó en 1212 a través de la bula Quia Maior, en la que ofreció indulgencias a los que participaran, como era habitual.
Gracias a este apoyo, se configuró una fuerza formada por cristianos, aragoneses, navarros y otros muchos caballeros francos y de otras regiones del continente. Este proceso resumido en pocas líneas llevó meses de preparación y una vez constituida la nueva fuerza no fue sencillo mantenerla unida. Hubo falta de entendimiento entre cruzados y «algunos de los de allende mar non se entendieron bien con los castellanos e se tornaron», según se relata en la Primera Crónica General cuya redacción impulsó años más tarde el rey Alfonso X el Sabio.
Choque decisivo para la Reconquista
A pesar de esas deserciones, las tropas cristianas alcanzaron los 12.000 efectivos, según estiman historiadores como Joseph O’Callaghan. Una vez reunidos se pusieron en marcha hacia Sierra Morena, en pleno verano, pero tuvieron el apoyo de gentes locales como el pastor que guio al ejército cristiano por un sendero desconocido que les permitió cruzar el paso de Despeñaperros sin mayor novedad.
El 16 de julio de 1212 las huestes cristianas alcanzaron el campamento musulmán y formaron frente a él. Los almohades eran superiores en número, con un contingente que rondaría los 20.000 efectivos, incluidos bereberes, andalusíes y la célebre guardia negra sudanesa.
Los cristianos se prepararon para cargar contra el enemigo. Alfonso VIII ocupó el centro de la formación, Pedro II estaba al mando del ala izquierda y Sancho VII de la derecha. Frente a ellos, las líneas almohades se dispusieron en tres cuerpos sucesivos, con el califa protegido tras varias hileras de tropas, unos camellos y un círculo de cadenas.
El combate empezó enseguida con varias cargas de caballería e infantería, «el estruendo fue tan grande que parecía que la tierra toda se quebraba», según detalla la Crónica Latina de los Reyes de Castilla. En cierto momento del combate, las tropas de Sancho VII de Navarra cargaron contra las defensas del campamento, rompieron el cerco de cadenas y aplastaron a la guardia negra mientras el califa se daba a la fuga, como relatan las crónicas. Este hecho, mezclado con un halo de leyenda, quedó inmortalizado para siempre en el escudo de Navarra, donde aparecen unas cadenas sobre fondo rojo en alusión directa a esta hazaña bélica.
Cuadro de la Batalla de las Navas de Tolosa de Horace Vernet
La victoria cristiana no fue una más, «las Navas de Tolosa marcaron la quiebra definitiva de la supremacía militar almohade y aceleraron la caída de al-Ándalus como potencia política», afirma el prestigioso medievalista Miguel Ángel Ladero Quesada. El califa apenas logró huir a Jaén y después al Magreb, y en menos de una década Córdoba, Jaén y Sevilla también cayeron en manos cristianas. Alfonso VIII consolidó su poder, al igual que se fortaleció la idea de Reconquista que unió bajo los mismos intereses a varios monarcas cristianos peninsulares.