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La gesta de Inés de Castro, la gallega que reinó después de morir

Grandes gestas españolas

La gesta de Inés de Castro, la gallega que reinó después de morir

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En la comarca orensana de La Limia bañada por el río del mismo nombre, hacia 1320, nacía Inés en la noble Casa de Castro. Probablemente, aquí suene poco su nombre, pero es la gallega que más obras de teatro, óperas, ballets, novelas, poesías, cuentos, ha inspirado en toda Europa. Y fue reina, aunque no en España, sino en Portugal, y allí hoy es uno de sus mitos más identitarios.

Pertenecía a una de las familias más ilustres de Galicia, emparentada con los antiguos reyes de Galicia y los primeros de Castilla y Portugal y era hija natural de Pedro Fernández de Castro, llamado «el de la Guerra», primer señor jurisdiccional de Monforte de Lemos. La biografía de Inés mezcla historia, relato, leyenda y ficción hasta extremos inverosímiles. De lo que narraremos, a día de hoy, ni siquiera las investigaciones más exhaustivas han logrado esclarecer lo histórico –que es mucho– de lo mítico, que no se sabe si también es histórico.

Libro de María Pilar Queralt del Hierro sobre Inés de Castro

Libro de María Pilar Queralt del Hierro sobre Inés de Castro

Inés en el Castillo de Peñafiel

Inés fue huérfana de madre desde muy niña y llevada al castillo de Peñafiel a Valladolid, bajo la tutela de su pariente el infante don Juan Manuel, escritor y autor del célebre Conde Lucanor. Allí creció en compañía de su hija Constanza Manuel de Villena, algo menor que ella, pero como suele pasar con dos niñas solas pronto se hicieron inseparables compañeras de juegos en las lúgubres paredes de su castillo y forjaron una amistad que creyeron indestructible.

En las casas reales y nobiliarias los matrimonios se concertaban desde la infancia. En ese momento, Alfonso IV de Portugal, enfrentado durante décadas con Castilla, sellaba la paz tras la batalla del río Salado donde ambos reinos combatieron contra los árabes defendiendo la civilización occidental. En 1339, su alianza se consolidaría con el matrimonio entre el príncipe heredero Pedro de Portugal y Constanza y como era bastante habitual, pronto se casaron por poderes.

Cuadro ruso sobre Inés

Cuadro ruso sobre Inés

Rumbo a la corte lusa y surge la pasión

En 1340, las dos jóvenes, Constanza e Inés que estaba emparentada con los reyes de Portugal abandonaban Castilla rumbo a la corte lusa. Inés, en calidad o dama de compañía o dama parente ( de pariente) como dicen los portugueses. No sabemos como era Constanza, pero Inés fue descrita por los narradores de la época como una mujer de extraordinaria belleza: piel clara de origen céltico, ojos muy claros y muy esbelta. Se llegó a escribir que su elegante figura se remontaba a la nobleza sueva que reinó Galicia antes de la conquista visigoda. Lo cierto es que Pedro pronto se sintió atraído por ella, y la tradición añade que desde el instante que la vio ya despertó en él una pasión encendida del tipo del que siglos después afectaría a Juan y Juana, hijos de los Reyes Católicos, con Margarita y Felipe de Austria que ya avanzamos serían descendientes de Inés y Pedro.

Ambos acabaron iniciando una relación, aunque Pedro no desatendió sus deberes sucesorios y tuvo descendencia con Constanza. Su aventura con Inés, clandestina en apariencia, no lo era tanto, y Constanza para impedirla hizo a Inés de Castro madrina de su hijo. Para la Iglesia católica un padrino se convierte en un miembro de la familia, por lo que cometerían incesto. Pero poco les importó a los amantes.

Escena de la película Inés de Castro

Escena de la película Inés de Castro

La infidelidad como problema de estado

Inés se convirtió en un problema de estado. En la época era admitido que los reyes varones fueran infieles, pues los matrimonios se concertaban por razones diplomáticas. En el caso de las reinas, la infidelidad era inadmisible, pero no por prejuicio de género, sino por asegurar la filiación de la descendencia. No existían pruebas de ADN y en caso de infidelidad de las reinas un hijo del adulterio podría ocupar el trono sin derecho biológico alguno. Y si algo así se sospechaba podría provocar graves consecuencias, como siglos después sucedería con la Beltraneja. Pero el caso de Inés era complicado, aunque la infidelidad en este caso proviniera de un varón, las amantes reales rara vez pertenecían a linajes tan nobles como el de Inés y sus hijos bastardos en caso de tenerlos podrían aspirar o llegar al trono, algo que cumplió varias veces en el medievo español

Muere Constanza. El juego geopolítico sucesorio

La muerte de Constanza tras un complicado parto, fue providencial para los amantes y su relación se hizo más visible. Esto provocó el rechazo de la nobleza y del rey Alfonso IV de Portugal y se procedió al destierro de Inés a Alburquerque, en Badajoz. Pero esta separación solo fortaleció su vínculo.

El rey intentó arreglar varios matrimonios para Pedro pero los rechazaba alegando estar de luto por la muerte de su esposa o directamente declarando que Inés era su verdadero amor y Pedro desafiando las órdenes de su padre se estableció en Coimbra con Inés y tuvieron cuatro hijos.

El pueblo rinde pleitesía a Inés

El pueblo rinde pleitesía a Inés

Aislados de la corte los hermanos de Inés, Fernando y Álvaro de Castro, comenzaron a ejercer una gran influencia sobre Pedro. Y con ello se abría la posibilidad de que la familia Castro le presionase para desheredar a su hijo Fernando (el verdadero heredero al trono). Si se casaba oficialmente, se coronaría a Inés y con ello se legitimarían los hijos de ambos. Pero además, Fernando era muy débil y se temía por su vida y al tener los Castro derechos sobre la Corona de Castilla –y que pudieran reclamar la sucesión portuguesa– se entraría en un juego geopolítico sucesorio de alto voltaje.

Todo ello determinará el trágico desenlace. En 1354, Alfonso IV iniciaba una conspiración para impedir su boda y desvincular a Inés de la corona. Y sobre lo ocurrido sobrevuelan distintas versiones. La primera que el rey obtuvo la aprobación del Consejo de la Corte para la medida extrema: el asesinato de Inés y tres caballeros —Gonçalves, Coelho y Pacheco— fueron designados como ejecutores. Otras fuentes de historiadores nacionalistas gallegos afirman que estos tres malvados no eran portugueses, eran castellanos y fueron los que presionaron al rey porque los Castro eran descendientes del rey García de Galicia y querían impedir que Galicia fuera un solo reino con Portugal y que siguiera «encadenada y sometida» a Castilla. La historiografía portuguesa, en muchos casos antiespañola, considera que D. Afonso IV, fue un patriota y sensible a la fragilidad de la independencia portuguesa. Lo cierto es que se celebró un juicio sumario en Montemor-o-Velho, que remataría con Inés condenada a muerte.

La ejecución y Pedro ya es rey

El 7 de enero de 1355, aprovechando que Pedro estaba de cacería los verdugos se dirigieron a la Quinta de las Lágrimas, en Coimbra, para ejecutarla. Se cuenta que también les acompaño el rey Alfonso y que cuando llegó la hora, conmovido al ver a sus nietos, quiso parar la orden. Pero acabo saliendo del cuarto diciendo «hagan lo que les plazca». Los tres asesinos apuñalaron a Inés hasta la muerte y terminaron decapitándola con sus espadas como correspondía a la persona de su condición, ya que la decapitación era un privilegio. Era un privilegio de nobles ya que las otras opciones, desmembración, ahorcamiento, quema en la pira, eran mucho más cruentas.

Quinta de las Lágrimas en Coimbra

Quinta de las Lágrimas en Coimbra

Cuando Pedro supo del brutal asesinato, su furia no tuvo límites. los ejecutores Coelho, Pacheco y Gonçalves tuvieron que huir de Portugal. También intentó derrocar a su padre sin éxito, pero sus derechos dinásticos prevalecieron y dos años después, a la muerte del rey Alfonso ascendió al trono. Era 1357.

Uno de sus primeros actos como rey fue declarar que se había casado en secreto con Inés, así que, a pesar de estar muerta, esto le hacía la legítima reina y legitimaba a sus hijos como los legítimos herederos.

Aprovechando un intercambio de fugitivos con Castilla logró capturar a dos de los asesinos, pero el tercero se refugió en la corte de Avignon y se libró. Coelho y Gonçalves fueron ejecutados por la propia mano del rey de forma brutal: al primero le arrancó el corazón por el pecho y al segundo por la espalda estando vivos, pues ellos habían destruido su corazón y los de sus hijos.

Escena del entierro de Inés

Escena del entierro de Inés

Una tumba digna de una reina

Después ordenó en Alcobaça erigir un majestuoso monumento fúnebre para Inés. Una espléndida tumba de mármol blanco en la que su hermoso cuerpo y su hermosa figura coronan el ejemplo más relevante de escultura funeraria en Portugal y resulta ser la única representación fidedigna de Inés entre las miles que se harían después. Soportando el peso de la tumba, entre otros relieves están talladas las cabezas con cuerpos de animal de los tres verdugos.

Tumba de Inés de Castro

Tumba de Inés de Castro

Y Pedro para él mandó esculpir un cofre sepulcral idéntico, que colocó exactamente frente al de ella para que en el Juicio Final, cuando resucitaran de entre los muertos, lo primero que vieran fueran el rostro del otro y se encontraran de inmediato. Las tumbas fueron vandalizadas por los soldados franceses en 1810, pero conservan una extraordinaria belleza.

Tumba de Pedro de Portugal

Tumba de Pedro de Portugal

Por lo que pasó a la historia…

Y después llegó lo más emocionante, lo más rocambolesco, o lo más macabro y tal vez la razón por la que Inés pasaría a la historia: Pedro obligó a las Cortes portuguesas a reconocerla como reina y tras ello procedió a su coronación física ante su pueblo.

Mandó desenterrarla y colocar el cadáver de Inés, ya en descomposición, en el trono, exigiendo que las tres órdenes del Estado (clero, nobleza y pueblo) le rindieran homenaje en un acto considerado «más Shakesperiano que el propio Shakespeare». Tras ello, los restos de la ya reina Inés fueron trasladados en un ceremonial cortejo fúnebre para su solemne funeral y por todas las localidades por las que pasó el pueblo portugués se arrodilló a su paso quedando para siempre como un mito luso.

Cuadro francés del siglo XIX

Cuadro francés del siglo XIX con Inés, ya muerta, en el trono

Un coctel imbatible que inspiró tanto…

Los acontecimientos históricos que rodearon a Inés de Castro: la relación amorosa con Pedro, su destierro, la marginación a la que fue sometida en la corte, ser víctima de intrigas palaciegas, la conspiración geopolítica y su asesinato, fueron hechos contrastados. Si a ello sumamos su final ya cadáver sentada en un trono recibiendo la pleitesía del ya su pueblo es un cóctel imbatible. Incluso siendo los hechos y personajes históricos se han ido alterándose, e incluso añadiéndose, con el paso del tiempo y la han convertido en un personaje de leyenda y en un mito portugués. El tema de Inés de Castro dio origen a toda una tradición europea de obras de teatro sobre este tema y se extendió a otros géneros poesía, novela, ensayo— de las literaturas nacionales de Portugal, España, Francia, Reino Unido, EEUU, Marruecos, incluyendo «Os Lusíadas» obra cumbre del famoso poeta portugués Luís de Camoêns. En el siglo XVII destaca la obra teatral de Vélez de Guevara conocida como «Reinar después de morir». Hay también cerca de 20 óperas y ballets, incluso Verdi dejó por escrito su proyecto como argumento de ópera y se hicieron varias películas.

Inés de Castro

Inés de Castro

Pionera de la novela gótica

El momento cumbre de Inés, ya muerta, entronca y se adelanta con a la llamada novela gótica del romanticismo que sobrevuela por lo sobrenatural. Las supersticiones populares, vivas aún hoy día en Coimbra y en Alcobaça hablan de que se aparecía en espectro a Pedro y le pedía que cuidase de sus hijos y que cuando el rey iba a abrazarla, la sombra se evaporaba en el aire.

Resulta como todo lo mistérico, un tema muy atractivo para los jóvenes de hoy y en youtube pueden verse un ciento de vídeos en que Inés es recreada con IA, y se le llama con admiración «la novia cadáver».

Monasterio de Alcobaça

Monasterio de Alcobaça

Fernando hereda, pero los Austrias tienen su sangre

Al final Fernando, hijo de Constanza, fue quien heredó el trono portugués, pero los hijos y nietos de Inés y Pedro emparentaron con las familias reinantes de toda Europa, dando reyes y reinas en Castilla y Aragón y llegando hasta la casa de Habsburgo, incluyendo a figuras como Maximiliano I y nuestros inconmensurables Austrias.

A modo de los héroes griegos, la pasión de la reina póstuma Inés y Pedro de Portugal, se manifiesta como un sentimiento que proviene de una fuerza superior y no pueden evitarlo. Y la gesta de la lucha por su amor les llevaría a que su sangre común fluyera en las venas de Carlos I, o Felipe II, los reyes más gloriosos de nuestra historia. Y eso significa tanto, o tal vez mucho más, que la gesta de reinar después de morir.

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