Pablo Iglesias Posse
A 100 años de la muerte de Pablo Iglesias: así fundó el PSOE entre discursos incendiarios y agitación social
Nacido en 1850 en Mugardos, en las inmediaciones de Ferrol, fue uno de los grandes protagonistas de la historia política española. De ideología marxista, fundó el Partido Socialista Obrero Español (PSOE) y la Unión General de Trabajadores (UGT)
El 2 de mayo de 1879, en la madrileña taberna Casa Labra, un pequeño grupo formado por dieciséis tipógrafos, cuatro médicos, un doctor, dos joyeros, un marmolista y un zapatero —entre ellos Pablo Iglesias Posse— fundó el PSOE. Un año después, en su II Congreso, la formación decidió dar el salto a las urnas. Sin embargo, no sería hasta 1910 —veinte años más tarde— cuando lograra su primer escaño en el Congreso, gracias a la coalición denominada Conjunción Republicano-Socialista, que apenas reunió 41.000 votos. Pablo Iglesias se hizo con el escaño y convirtió la tribuna de oradores del Congreso en su arma política: intervenciones cargadas de radicalismo y controversia.
Odio visceral a la Iglesia
Pero antes de alcanzar la tribuna parlamentaria, el socialista ya había dado muestras de su carácter intransigente. Su anticlericalismo era profundo y se manifestó con fuerza en el VI Congreso del PSOE, celebrado en Gijón en agosto de 1902. Allí lanzó una incendiaria arenga contra la Iglesia:
«Queremos la muerte de la Iglesia, cooperadora de la explotación de la burguesía [...]. Pretendemos confiscarle los bienes. No combatimos a los frailes para ensalzar a los curas. Nada de medias tintas. Queremos que desaparezcan los unos y los otros».
Hoy, semejantes palabras constituirían un flagrante delito de odio.
La Semana Trágica
Con calculada oportunidad, Pablo Iglesias Posse aprovechó la guerra de Marruecos para ganarse el respaldo de los sectores populares enviados al frente, utilizando su descontento como trampolín hacia las Cortes. Así, el 11 de julio de 1909 afirmó:
«Los enemigos del pueblo español no son los marroquíes sino el Gobierno. Hay que combatir al Gobierno empleando todos sus medios. En vez de tirar hacia abajo, los soldados deben tirar hacia arriba».
Estaba, por tanto, llamando a los miembros del Ejército a actuar contra sus mandos y contra el propio Gobierno, una flagrante incitación a la insurrección armada y al golpe de Estado.
Sus palabras fueron el preludio de la primera huelga general revolucionaria. Aunque no puede trazarse una relación directa, lo cierto es que, a finales de ese mismo mes, estalló la llamada Semana Trágica de Barcelona. En los disturbios murieron entre 104 y 150 civiles, además de ocho militares y guardias; varios centenares de personas resultaron heridas. Además de los destrozos en viviendas, comercios, mobiliario urbano e infraestructuras, fueron incendiados 63 edificios religiosos, de ellos 21 iglesias y 30 conventos. La siguiente gran insurrección no llegaría hasta 1934, con la Revolución —golpe de Estado— de Asturias. A pesar de los episodios de extrema violencia, en ninguno de los dos casos se consiguió extender la insurrección a toda España.
Llegaremos al atentado personal...
Seguramente la amenaza más célebre de Pablo Iglesias Posse fue la proferida el 7 de julio de 1910 durante la primera intervención parlamentaria de un socialista en las Cortes. En un momento de su discurso, lanzó una advertencia que resonaría como un disparo en la Cámara:
«Tal ha sido la indignación producida por la política del gobierno presidido por el Sr. Maura, que los elementos proletarios [...] hemos llegado al extremo de considerar que antes que su señoría suba al poder debemos llegar al atentado personal».
Aclaremos que, meses antes, Maura había presentado su dimisión a Alfonso XIII de forma protocolaria; inesperadamente, el monarca la aceptó.
Tras escuchar esas palabras, el conde de Romanones —quien presidía el Congreso— rápidamente llamó al orden:
«¡Orden, orden, señor Iglesias! Su señoría no puede ampararse en la inmunidad parlamentaria para cometer un delito. Por lo tanto, su señoría tiene que retirar esas palabras y darlas por no dichas».
Pablo Iglesias se negó a retirar sus palabras, empeñado, según él, en «explicarlas». No daba marcha atrás en su clara incitación a la violencia.
...Y se llegó
Apenas dos semanas después de aquella tensa sesión parlamentaria, Antonio Maura fue víctima de un atentado en la Estación de Francia, en Barcelona; resultó herido en un brazo y una pierna. El autor de los disparos, Manuel Possá Roca, era un joven miembro del anticlerical, liberal y republicano Partido Radical.
Las Cortes emitieron una declaración oficial condenando el ataque, a la que, como era de esperar, no se sumó Pablo Iglesias Posse. Pero la cosa no quedó ahí; el periódico El Socialista, órgano de expresión del PSOE, en su número del 29 de julio se burlaba del atentado, titulando en su portada:
«El mismo Universo atribuye a la intervención de la santísima Virgen el haber escapado con vida el Sr. Maura del infame atentado. ¡Pues fíate de la virgen y no corras!».
Las amenazas lanzadas en las Cortes no habían sido fruto del fragor del discurso.
Derribar el Régimen
En la misma intervención del 7 de julio en las Cortes, Iglesias Posse hizo un llamamiento a derribar el régimen de la Restauración:
«Y el compromiso adquirido por esta conjunción (republicano-socialista) cuando el señor Maura seguía en el mando era derribarle del poder [...]. Y como entendíamos que podía no bastar esto [...], como garantía de que su señoría no vuelva al poder [...] viendo la inclinación del régimen hacia su señoría, comprometernos para derribar ese régimen».
Pero la cosa no quedó ahí; manifestaba Pablo Iglesias en la misma intervención que la aspiración del partido que él representaba:
«lleva consigo la supresión de la Magistratura, la supresión de la Iglesia, la supresión del Ejército, y la supresión de otras instituciones necesarias para ese régimen».
Y dejaba bien clara su pulsión antidemocrática y subversiva:
«este partido [...] estará en la legalidad mientras la legalidad le permita adquirir lo que necesita; fuera de la legalidad [...] cuando ella no le permita realizar sus aspiraciones».
De hecho, en 1919 vendría el «¡Viva Rusia!» en la manifestación del 1 de mayo, en la que el PSOE de Pablo Iglesias Posse dejaba claro su respaldo a la dictadura bolchevique.
Aunque cuatro años más tarde, lejos de mantener una mínima coherencia revolucionaria, el PSOE de Iglesias y Largo Caballero no tendría reparos en colaborar intensamente con la dictadura del general Primo de Rivera, estrechando sin disimulo lazos con la patronal. Su sindicato, la UGT, ganaría enormes cuotas de poder.
La muerte de Pablo Iglesias Posse, el 9 de diciembre de 1925, llevó a una gran crisis en el seno del PSOE, algo habitual en los caudillismos.