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27 de abril de 2024

El primer ministro británico Boris Johnson

El primer ministro británico Boris JohnsonAFP

Reino Unido

La autoridad de Boris Johnson, con resaca tras la rebelión de su partido

La crisis de autoridad del primer ministro británico siembra la incertidumbre sobre una posible dimisión

El primer ministro británico Boris Johnson se enfrentó a una humillante rebelión dentro de su propio partido en la sede del parlamento británico, cuando propuso ante la Cámara de los Comunes un nuevo paquete de medidas contra el coronavirus. Un centenar de diputados Conservadores se opusieron públicamente a su premier como castigo por sus recientes excesos, augurando consecuencias negativas en la ya profunda crisis de liderazgo de Johnson.
Inglaterra está haciendo malabarismos con tres emergencias mayoritarias: la crisis de suministros, la crisis migratoria, y la severidad de la pandemia. Lidiando aún con las secuelas del Brexit, el futuro de Boris Johnson queda sumergido en la incertidumbre ante la desaprobación no solo de su país, si no también de su propio partido.

Rebelión en la Cámara de los Comunes

Reino Unido se enfrenta esta semana a un brutal episodio en la pandemia: la variante ómicron se propaga con tanta rapidez que ya alcanza una media de 11.000 casos positivos diarios. En vista de las circunstancias, el primer ministro Boris Johnson presentó la propuesta de emergencia «Plan B» ante el parlamento de Westminster. Se trata de un paquete de cuatro medidas drásticas, diseñadas para mermar el desorbitado contagio de la nueva cepa.

[ Boris Johnson] es el peor líder posible, en el peor momento posibleKeir Starmer, líder del partido Labour

Pero Johnson está envuelto también en una crisis de liderazgo, la peor en sus 13 años de carrera política. Reino Unido ha dejado de perdonar sus excesos y falta de profesionalidad, desencadenando lo que la comunidad internacional tacha de «la mayor rebelión Conservadora de la historia». Así, más de 100 diputados «tory» votaron en contra de las medidas propuestas por Boris Johnson en Westminster, en directa oposición a su propio partido.
Un total de 98 Conservadores se opusieron a la imposición de pasaportes sanitarios. 63 tories votaron en contra de la vacunación obligatoria para empleados de la sanidad pública. 38 rechazaron las mascarillas obligatorias en espacios públicos. A pesar de todas las medidas se aprobaron por mayoría, fueron 101 los tories que retaron abiertamente al líder de su propio partido.
Ya de entrada se preveía que un tercio de los Conservadores desafiarían al premier, que terminaría dependiendo de sus rivales Laboristas para convertir en realidad el Plan B. La semana pasada, el diputado Stephen Crabb compartió con la BBC que «no veía posible votar ‘si’ a las medidas de Johnson», que según Crabb «marginarían a la población no vacunada».
El tesorero Geoffrey Clifton-Brown fue más crítico en su predicción: «Es probable que haya un desafió al liderazgo en el partido si Johnson no cambia su forma de actuar».
Fue el líder Laborista Keir Starmer quien ofreció un apoyo agridulce al primer ministro; «Es mi deber patriótico», comentó, justificando su aprobación del Plan B, pero después catalogó a Johnson como «el peor líder posible en el peor momento posible», y añadió que «debería preguntarse a si mismo si tiene la autoridad necesaria para guiar a este país a través de la pandemia».

Corrupción, cocaína, y una fiesta de Navidad

«Creo que fue una completa metedura de pata [defender a Paterson]», admitió Boris Johnson en noviembre, a raíz de un escándalo por corrupción y lobbying en la sede del parlamento británico.
Entonces estaba siendo castigado el Conservador Owan Paterson, por ofrecer servicios de asesoría como diputado. Johnson, obedeciendo según él «a compañeros del parlamento», intentó desesperadamente reformar el sistema de vigilancia parlamentaria, para evitar el despido de su colega. La decisión de último momento incendió la opinión pública, sacando a relucir la polémica falta de transparencia del primer ministro inglés.
Porque las «meteduras de pata» se suman -desde un improvisado discurso sobre el personaje animado Peppa Pig en la que tendría que haber sido una conferencia empresarial, hasta el viaje en jet privado en plena COP26 que desacreditó cualquier promesa. Mientras tanto, el presidente francés Emmanuel Macron lo tacha de «payaso» por su gestión de la crisis migratoria del Canal de la Mancha.

El mensaje está claro: Johnson está a las puertas [del desastre]Robert Hayward, diputado experto en encuestas

La semana pasada, una investigación encontró trazas de cocaína en 11 de los 12 baños del parlamento de Westminster. Empleados y diputados han admitido la existencia de una «cultura de drogas» en su seno. La investigación publicó sus resultados a la vez que Boris Johnson anunciaba una campaña antidrogas que condena la compra o venta de sustancias de clase A, como es la cocaína.
«Al primer ministro debería preocuparle que, aunque los ratings a los tories hayan disminuido, los suyos lo han hecho todavía más», comparte Robert Hayward, miembro Conservador de la Cámara de los lores y experto en encuestas. «El mensaje está claro: Johnson está a las puertas [del desastre]».
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También abunda la polémica respecto a la actividad interna del número 10 de Downing Street, residencia oficial del premier. En octubre, la financiación de una remodelación de la vivienda, estimada en más de 60.000 libras, escandalizó al parlamento, que quiso investigar a Johnson por supuestos donativos sin declarar.
Pero la gota que colmó el vaso de una Inglaterra frustrada por las restricciones sanitarias en plena temporada navideña fue la revelación de que el diciembre pasado tuvo lugar en Downing Street una fiesta de Navidad. El evento violaba la normativa sanitaria que prohibía socializar con miembros de otros hogares -24 personas, entre las que se encontraba el propio Boris Johnson, se reunieron en la fiesta.
«No rompí ninguna regla», se defiende Johnson, alegando que la «fiesta» fue en realidad un quiz virtual con solo seis personas presentes. A pesar de ello, el evento está siendo investigado.

«Martillazo» de la opinión pública

La rebelión Conservadora contra Boris Johnson domina los titulares británicos e incita a preguntar que será de su futuro. A pesar de que en el momento de su elección ganó por la más amplia mayoría conservadora desde la victoria de Margaret Thatcher, la de ahora es una importante reducción en su autoridad.
Johnson ha descendido 13 puntos por debajo de su rival Laborista Keir Starmer en la más reciente encuesta del periódico Evening Standard. Es la primera vez en 13 años que un candidato izquierdista se posiciona como «líder más capaz» a ojos del pueblo británico. Ahora, el 44% por ciento de los ciudadanos consultados votarían a Starmer antes que a Johnson, cuya cifra está en 31%.
Por suerte para el primer ministro, las próximas elecciones británicas no serán hasta 2024, lo cual lo protege de la que sería una inevitable derrota. Sin embargo, son muchas las figuras que piden su dimisión.
«Boris ya tendría que haber dimitido», lamenta un ciudadano de Reino Unido, residente en Escocia. «Es culpa suya que nos estemos enfrentando a tantas crisis».
Según otros, la autoridad de Johnson empezó a menguar a principios de su presidencia, y no hace más que llegar a una predecible conclusión. «Su peor error», comparte Tom, periodista residente en Londres, «fue durante la campaña del Brexit. Mintió sobre los presupuestos de la Unión Europea y las políticas de inmigración, demostrando desde entonces una falta de transparencia». 
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