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27 de abril de 2024

Despliegue de tropas rusas en Kazajistán

Despliegue de tropas rusas en KazajistánAFP

Así es la alianza militar post soviética que se ha estrenado en la crisis de Kazajistán

La intervención en la crisis de Kazajistán de la Organización del Tratado de la Seguridad Colectiva supone el estreno de esta alianza militar de repúblicas ex soviéticas encabezada por Rusia

La crisis en Kazajistán ha supuesto, este 6 de enero, la primera intervención militar de la Organización del Tratado de la Seguridad Colectiva (OTSC) que ha enviado 2.500 efectivos al país centroasiático para frenar los violentos disturbios provocados, según el gobierno kazajo, por bandas procedentes de Oriente Próximo e instigadas por actores extranjeros.
Rusia califica esta intervención como una misión de paz para «combatir el terrorismo», pese a no tener el amparo de la ONU, asegurando que sus tropas no participarán en las operaciones que llevan a cabo las fuerzas de seguridad kazajas, sino solo protegerán «instalaciones críticas, aeropuertos e infraestructura necesarias». Dicen que la ciudad de Almaty, antigua capital de Kazajistán ha sufrido al menos seis olas de ataques terroristas, según las fuentes de las autoridades kazajas y de su presidente Kasim-Yomart Tokáev, por lo que han decretado el estado de emergencia hasta el 19 de enero y dado el toque de queda, que rige desde las 11 de la noche hasta las 7 de mañana.
¿Qué supone esta primera intervención militar (histórica) de la OTSC? Puede que nada de particular, solo que esta alianza está liderada por Rusia y formada actualmente por Armenia, Bielorrusia, Kazajistán, Kirguistán, Taykistán (todos estados postsoviéticos), que llegaron a un primer entendimiento político y militar apenas unos meses más tarde de la disolución del Pacto de Varsovia (1 de julio 1991) formando, el 14 de febrero de 1992, un primer acuerdo como Fuerzas Armadas Unificadas.
Más tarde, el 15 de mayo, alcanzaron un Tratado de Seguridad Colectiva entre los seis estados postsoviéticos pertenecientes a la Comunidad de Estados Independientes (Rusia, Armenia, Kazajstán, Kirguistán, Tayikistán y Uzbekistán) conocido como Pacto de Tashkent. Al año siguiente se unieron otros tres estados de la antigua URSS: Azerbaiyán, Bielorrusia y Georgia. Cinco años más tarde, Azerbaiyán, Georgia y Uzbekistán no renovaron este tratado que, en 2002, el 7 de octubre, se consolidó en la actual Organización del Tratado de Seguridad Colectiva (OTSC).
En mayo de 2007, se planteó la entrada de Irán en esta Alianza, cosa que hasta el momento no ha ocurrido y que sería altamente inquietante. Los países designados como observadores de este tratado son Serbia y Afganistán.
Pero, esta alianza militar, ¿la podemos considerar heredera del Pacto de Varsovia?
A la vista de lo expuesto saquen ustedes sus propias conclusiones: en parte sí, por la cronología, en parte no, porque es algo muy distinto y desplazado al continente asiático a excepción de Rusia y Bielorrusia. Un segundo interrogante, ¿es la OTSC la antagonista de la OTAN, como lo fuese el Tratado de Amistad, Colaboración y Asistencia Mutua del bloque del Este? Aparentemente no. No es cuantitativamente este acuerdo el Tratado de Varsovia, más bien parece menor, a simple vista, un peligro pequeño y casi natural, frente a los bloques y la geopolítica de la Guerra Fría; incluso la OTSC se ha presentado abierta a entablar cooperación con la Alianza Atlántica, a la que ya acusó, en 2013, de desdeñar esta oportunidad de acercamiento.
No tiene nada de malo que la OTSC intervenga militarmente, en misión de paz, en uno de sus países miembros: La OTAN o Estados Unidos lo han hecho en distintas ocasiones e, incluso, el pacifista Barack Obama nos acostumbró a conceptos contradictorios, en sí y por sí, como «misiones de paz» o «guerras humanitarias», argumentando que el uso de la fuerza sería justificado por razones humanitarias, o para establecer la paz. Si la concepción de «guerra justa» es problemática, aunque realista, la de «misión de paz» o de «guerra humanitaria» es intrínsecamente contradictoria porque en todos los casos «una guerra» no es ni humanitaria ni pacífica, sino simple y llanamente una intervención militar.
Esto ocurrió en Libia, por ejemplo, cuando Obama propició el derrocamiento del régimen de Gadafi. El mundo demo liberal, más allá de izquierda o derecha, ha movido parecidos hilos: Clinton, luego Bush, después Obama, sin duda Trump ha sido mucho más pacífico que todos los demás, y ahora Biden, no sabemos aún si seguirá la misma trayectoria. Comenzó saliendo de Afganistán, pero esto ha desplazado la geopolítica de la guerra.
Rusia juega hoy con las mismas cartas en todas las naciones de su órbita, trata de defender su «espacio vital». Puede que esté tentando un conflicto. Sin duda no le falta determinación.
Aun caminamos bajo el hechizo occidental de creernos provistos de luces superiores para imponerse sobre los demás. Bajo esta presunción Norteamérica lleva años siendo el gendarme del Mundo. Ahora parece que Rusia quiere ser también gendarme de los suyos. Tanto Rusia y China presenta una alternativa seria a la hegemonía militar de Estados Unidos y sus aliados.
Quienes nos dedicamos a la ética, a la moralidad en sentido amplio, no nos cansamos de decir que los fine no justifican los medios, que no existen guerras misericordiosas y menos aun humanitarias; tal vez por aferrarnos al «principio de no contradicción» como base de cualquier raciocinio. Conocemos que el Bien no se impone por la fuerza, pues supone «someter antes que liberar». Todo esto compromete las acciones humanitarias que parten en inicio de ser buenas. Por lo menos, no perdamos el realismo.
Volviendo a la noticia: la crisis de Kazajistán nos parece muy inoportuna y que viene a complicar más las cosas ante la inminente reunión bilateral entre Vladimir Putin y Joe Biden. ¿O no? Lo digo porque en estas cuestiones estratégicas, nunca se sabe.
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