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26 de abril de 2024

Emblema del violento grupo paramilitar, que legalmente no existe

Emblema del violento grupo paramilitar, que legalmente no existeOCCRP

Los mercenarios rusos del grupo Wagner prenden la chispa de la rebelión islamista en Mali

La violencia del grupo Wagner y del Ejército maliense contra la población civil facilita a grupos yihadistas como Al Qaeda y Estado Islámico la incorporación de nuevos reclutas

Los mercenarios rusos del grupo Wagner no solo causan estragos en Ucrania. En Mali, donde el grupo está presente desde el año pasado después de alcanzar un acuerdo con el gobierno, están causando masacres entre la población civil.
Los mercenarios rusos han aprovechado la salida parcial de las tropas francesas, debido a desavenencias con el gobierno maliense, para ocupar su lugar. Los soldados franceses garantizaban la seguridad en el país desde 2013 ante la ofensiva yihadista.
Mali está gobernada por una Junta Militar encabezada por el coronel Assimi Goita que tomó el poder tras un golpe de Estado en mayo de 2021.
La negativa de la Junta Militar a abrir un proceso electoral para devolver el poder a representantes elegidos democráticamente provocó el enfado del presidente francés, Emmanuel Macron, que se negó a colaborar con una dictadura militar.
Rusia pretende afianzar su expansión en África gracias a la acción de estos mercenarios acusados de crímenes de guerra y violación de derechos humanos en todos los países donde se han desplegado.
En África, además de Malí, están presentes en una docena de países. Entre ellos, la República Centroafricana, Sudán, Mozambique y Libia. En Mali, los asesinatos cometidos por miembros de Wagner, con cientos de víctimas, están generando un caldo de cultivo para una insurrección popular de corte islamista.
En concreto, la ONG ACLED, citada por The Guardian, informa de nueve ataques con 456 víctimas mortales entre civiles.
El ataque más sangriento se produjo el pasado mes de marzo en el pueblo de Moura, una localidad controlada por milicias yihadistas, donde murieron entre 350 y 380 civiles debido a una incursión de Wagner que duró cuatro días.
En Mali, los mercenarios de Wagner acompañan a las tropas regulares en su ofensiva contra los grupos yihadistas que operan en la zona y que en 2012 lograron hacerse con el control de la zona norte del país en el contexto de la rebelión tuareg.
Los militares malienses negaron que los mercenarios Wagner participen en acciones de combate, defienden que su función es de instrucción al ejército maliense y niegan las matanzas de civiles.
Según The Guardian, Mali paga al grupo Wagner una tarifa de 10 millones de dólares al mes por el despliegue de sus entre 600 y 1.000 mercenarios. El pago se realiza una parte en efectivo y otra en derechos de explotación minera.
Además, el gobierno maliense ha puesto a disposición de Wagner todos sus recursos materiales. Los mercenarios emplean los helicópteros y vehículos del ejército maliense con absoluta libertad.
La población civil de Mali tiene una difícil salida. Por un lado, en parte del país se encuentra sometida a grupos vinculados a Al Qaeda y Estado Islámico que imponen la Sharía en los territorios que controlan.
Por otro, cuando llegan los mercenarios del grupo Wagner junto con los soldados del ejército regular, los civiles son las principales víctimas de las ansias de sangre de los enemigos de los yihadistas.
Testimonios de supervivientes narran que el modus operandi de los soldados malienses y de los mercenarios rusos es realizar una emboscada contra los poblados controlados por los yihadistas.
Los disparos causan el pánico de la población civil que trata de huir por donde pueden. Apostados en las entradas de las localidades, los mercenarios y los soldados abren fuego de forma indiscriminada contra todos los que corren.
Los detenidos son sometidos a interrogatorios y torturas, y, casi siempre, acaban del mismo modo: asesinados de un disparo.
La crueldad de los militares malienses y los mercenarios del grupo Wagner está provocando el efecto contrario al buscado.
Lejos de debilitar a los yihadistas, los están fortaleciendo. Los militantes islamistas se sirven del odio y el rencor que la violencia gubernamental está ocasionando para reclutar a nuevos combatientes en zonas rurales, donde los pastores sufren la mayor parte de los ataques, especialmente los pertenecientes a la minoría étnica de los peuhl.
En sus contraataques y atentados de venganza, Al Qaeda y Estado Islámico no dudan en apuntar también contra la población civil. Entre sus técnicas para causar terror se incluye la destrucción de tierras de cultivo y redes de agua para obligar a las poblaciones a abandonar sus tierras y huir.
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